viernes, 14 de junio de 2013

JULIO CÉSAR




                                         Julio César



(Cayo Julio César) Militar y político cuya dictadura puso fin a la República en Roma (Roma, 100 - 44 a. C.). Procedente de una de las más antiguas familias del patriciado romano, los Julios, Cayo Julio César fue educado esmeradamente con maestros griegos.

Julio César pasó una juventud disipada, en la que empezó muy pronto a acercarse al partido político «popular», al cual le unía su relación familiar con Mario. Se ganó el apoyo de la plebe subvencionando fiestas y obras públicas. Y fue acrecentando su prestigio en los diferentes cargos que ocupó: cuestor (69), edil (65), gran pontífice (63), pretor (62) y propretor de la Hispania Ulterior (61-60).

De regreso a Roma, Julio César consiguió un gran éxito político al reconciliar a los dos líderes rivales, Craso y Pompeyo, a los que unió consigo mismo mediante un acuerdo privado para repartirse el poder formando un triunvirato y así oponerse a los optimates que dominaban el Senado (60).


Busto de Julio César

Al año siguiente, César fue elegido cónsul (59); y las medidas que adoptó vinieron a acrecentar su popularidad: repartió lotes de tierra entre veteranos y parados, aumentó los controles sobre los gobernadores provinciales y dio publicidad a las discusiones del Senado. Pero la ambición política de César iba más allá y, buscando la base para obtener un poder personal absoluto, se hizo conceder por cinco años -del 58 al 51- el control de varias provincias (Galia Cisalpina, Narbonense e Iliria).

El triunvirato fue fortalecido por el Convenio de Luca (56), que aseguraba ventajas para cada uno de sus componentes; pero respondía a un equilibrio inestable, que habría de evolucionar hacia la concentración del poder en una sola mano. Craso murió durante una expedición contra los partos (53) y la rivalidad entre César y Pompeyo no encontró freno una vez muerta Julia, la hija de aquél casada con éste (54).

Entretanto, César se había lanzado a la conquista del resto de las Galias, que no sólo completó, sino que aseguró lanzando dos expediciones a Britania y otras dos a Germania, cruzando el Rin. Con ello llegó a dominar un vasto territorio, que aportaba a Roma una obra comparable a la de Pompeyo en Oriente.

El prestigio y el poder alcanzados por César preocuparon a Pompeyo, elegido cónsul único en Roma en medio de una situación de caos por las luchas entre mercenarios (52). Conminado por el Senado a licenciar sus tropas, César prefirió enfrentarse a Pompeyo, a quien el Senado había confiado la defensa de la República como última esperanza de salvaguardar el orden oligárquico tradicional.


Tras pasar el río Rubicón -que marcaba el límite de su jurisdicción-, César inició una guerra civil de tres años (49-46) en la que resultó victorioso: conquistó primero Roma e Italia; luego invadió Hispania; y finalmente se dirigió a Oriente, en donde se había refugiado Pompeyo. Persiguiendo a éste, llegó a Egipto, en donde aprovechó para intervenir en una disputa sucesoria de la familia faraónica, tomando partido en favor de Cleopatra («Guerra Alejandrina», 48-47).

Asesinado Pompeyo en Egipto, César prosiguió la lucha contra sus partidarios. Primero hubo de vencer al rey del Ponto, Pharnaces, en la batalla de Zela (47), que definió con su famosa sentencia veni, vidi, vici («llegué, vi y vencí»); luego derrotó a los últimos pompeyistas que resistían en África (batalla de Tapso, 46) y a los propios hijos de Pompeyo en Hispania (batalla de Munda, cerca de Córdoba, 45). Vencedor en tan larga guerra civil, César acalló a los descontentos repartiendo dádivas y recompensas durante las celebraciones que organizó en Roma por la victoria.

Una vez dueño de la situación, César acumuló cargos y honores que fortalecieran su poder personal: cónsul por diez años, prefecto de las costumbres, jefe supremo del ejército, pontífice máximo (sumo sacerdote), dictador perpetuo y emperador con derecho de transmisión hereditaria, si bien rechazó la diadema real que le ofreció Marco Antonio. El Senado fue reducido a un mero consejo del príncipe. Estableció así una dictadura militar disimulada por la apariencia de acumulación de magistraturas civiles.

Julio César murió asesinado en una conjura dirigida por Casio y Bruto, que le impidió completar sus reformas; no obstante, dejó terminadas algunas, como el cambio del calendario (que se mantuvo hasta el siglo XVI), una nueva ley municipal que concedía mayor autonomía a las ciudades o el reasentamiento como agricultores de las masas italianas proletarizadas; todo apuntaba a transformar Roma de la ciudad-estado que había sido en cabeza de un imperio que abarcara la práctica totalidad del mundo conocido, al tiempo que se transformaba su vieja constitución oligárquica por una monarquía autoritaria de tintes populistas; dicha obra sería completada por su sobrino-nieto y sucesor, Octavio Augusto.

LOS PENATES





PENATES

Al igual que los lares, los penates eran un par de dioses que protegían los hogares romanos. Se representaban como dos jóvenes, y sus estatuas estaban presentes en toda casa romana. Su nombre tiene la misma raíz que la palabra penetralia, que significa "alacena", de ahí que se conviertan en dioses de la mesa y la despensa. Cuando una familia romana se sentaba a la mesa, el cabeza de familia ofrecía parte de los alimentos a los penates antes de servir a sus familiares. Se creía que en un principio fueron divinidades troyanas, que Eneas llevó a Italia central cuando se estableció allí. Con el tiempo se convirtieron en dioses guardianes de Roma.

LOS LARES


                                           Los lares




Lares romanos


Los lares eran deidades romanas hijos de la náyade (ninfa) Lares y el dios Mercurio cuyo origen se encuentra en los cultos etruscos a los dioses familiares.
La religión de la antigua Roma presentaba dos vertientes: por un lado, los cultos públicos o estatales y, por otro, los cultos privados o domésticos. Dentro de esta segunda vertiente se sitúa la adoración de los llamados dii familiaris o dioses de la familia. Entre estos se encuentran los lares loci, cuya función primordial era velar por el territorio en que se encontraba la casa familiar. Tanto es así, que antes de que la propiedad privada fuese regulada por el derecho, eran los dioses lares los encargados de evitar que los extraños se adentrasen en tierras ajenas mediante, según la creencia popular, la amenaza de enfermedades que podían llegar a ser mortales.
Las familias romanas sentían una gran veneración por los lares, que representaban en forma de pequeñas estatuas. Éstas se colocaban tanto dentro como fuera de la casa en pequeños altares llamados lararia (sg. lararium), donde se realizaban ofrendas o se les rendía oración. En la casas (sg. domus), el larario solía situarse en el atrio, lo más cerca posible de la puerta principal. En el caso de los apartamentos (pl. insulae), el lararium se colocaba cerca de la cocina, aunque en una misma casa podían existir varios y no era extraño que se encontrasen en los dormitorios. Lo que era importante, sin embargo, es que no estuviesen en lugares poco transitados o escondidos, con el fin de que no fuesen ignorados u olvidados.
En los primeros tiempos romanos cada casa tenía al menos una estatuilla, más adelante surge cierta confusión entre éstas y las de los manes, almas de los antepasados muertos.

LOBA CAPITOLINA


                                     La loba capitolina



Loba Capitolina, leyenda de Roma
 

La fundación de Roma tiene su historia más fuerte en la leyenda de Rómulo y Remo. El relato proveniente desde los inicio del Imperio fue desestimado por los científicos del siglo XIX y XX, sin embargo, recupera vigencia con los últimos descubrimientos arqueológicos.
Esencialmente la leyenda relata que un príncipe troyano en huída de la destrucción a manos de los griegos, fundó sobre la orilla derecha del río Tiber una ciudad llamada Alba Longa. Luego de ser sucedido por varios reyes, Numitor fue destronado por Amulio y para evitar que el primero tenga descendencia, obligó a su sobrina, hija del depuesto soberano, Rea Silvia a permanecer virgen como Vestal. No obstante, el dios Marte la embaraza de Mellizos. Para evitar que los niños fueran dañados los dejaron en una cesta a la deriva del río y fueron rescatados y amamantados por una loba.
Rómulo y Remo, así se llamaban los mellizos, luego de unos años supieron de su genealogía monárquica y decidieron dar muerte a su tío abuelo Amulio y restablecer a su abuelo Numitor en el poder. Como agradecimiento les fueron dados territorios en las Siete Colinas donde crecieron. Más precisamente en el Monte Palatino. Allí debieron decidir cuál de los dos sería la máxima autoridad para comenzar una civilización. Entonces, Rómulo trazo un límite con el arado llamado Pomerium y siguió la tradición etrusca de contar los pájaros que volaban en ese momento sobre el territorio y contabilizó 12, mientras que su hermano Remo sólo ubicó 6, por lo que le correspondía al primero la soberanía máxima. Remo despechado, cruzaba la línea delimitada por su hermano, una y otra vez, hasta que Rómulo, conforme al designio de la tradición y al mandato de los dioses, mata a su hermano. El Pomerium marcaría el emplazamiento de la primera muralla de la ciudad, cuya fundación data según la leyenda del año 753 a.C., y el nombre Roma supone un arrepentimiento de Rómulo por el asesinato de su hermano.
Los primeros habitantes eran pastores y campesinos de distintas precedencias que se extendía por las laderas de las colinas y luego por el valle que había entre ellas.
A pesar de la desestimación de la famosa leyenda de Roma, en la cual se sugiere una fundación posterior datable en el siglo VI a.C., se descubrió recientemente que hay resto de 3 murallas de contención de la antigua ciudad y en la tercera se ha logrado establecer como fecha de origen el siglo VII a.C.
Como opción a la leyenda de la loba amamantadora, se supuso en algún momento que una prostituta haya dado de mamar a los mellizos por la forma despectiva latina de llamar a esas mujeres en aquel entonces.

viernes, 7 de junio de 2013

LOS REYES ETRUSCOS






                                Los reyes etruscos







Tramo de muralla serviana, junto a la Estación Termini, uno de los principales vestigios arqueológicos de los reyes etruscos.
Un siglo después de su fundación, el primitivo núcleo de pastores había ido creciendo hasta convertirse en una ciudad digna de tenerse en cuenta. A los cuatro primeros reyes, originarios de Roma, les sucedieron tres monarcas etruscos, de la poderosa familia de los Tarquinios. Por contraste con sus rústicos predecesores latinos y sabinos, los reyes etruscos provenían de una cultura mucho más avanzada, y mostraron a los romanos las ventajas del comercio y la industria.

Tarquinio Prisco

El primero de ellos, Tarquinio Prisco, culto e inteligente, se ganó la voluntad de los romanos mediante dádivas y, dicen que fue el primero en dirigir un discurso al pueblo pidiéndole su nombramiento. Para celebrar su triunfo y contentar a la plebe, organizó los primeros juegos en el actual emplazamiento del Circo Máximo, inaugurando una costumbre que no se interrumpió desde entonces.
Con el fin de reforzar su autoridad se hizo construir un palacio, en el que se mostraba, ante nobles y plebeyos, rodeado de un fastuoso ceremonial. Tarquinio Prisco convirtió Roma en una auténtica ciudad, con calles bien trazadas y barrios delimitados, cuyos desechos se arrojaban al Tíber a través de la Cloaca Máxima.

Servio Tulio

Su sucesor, Servio Tulio, era de origen humilde, pues había nacido de una esclava. Sin embargo, se educó en el palacio de Tarquinio el Viejo y acabó casándose con su hija. Fue un rey querido y respetado, que llevó a cabo importantes obras en la ciudad. Cuando más tarde los romanos llegaron a aborrecer la memoria de los reyes, guardaron siempre el recuerdo de Servio Tulio como un rey bienhechor.
Él construyó la primera muralla de Roma, llamada por ello muralla serviana, de la cual asoman todavía aquí y allá abundantes vestigios. Y reorganizó completamente el ordenamiento político de la ciudad, agrupando a sus ciudadanos no por su domicilio, sino en función de su riqueza. De este modo, impulsó la industria y el comercio, al abrir la carrera política a todos aquellos que, aún siendo de orígenes humildes, hubieran conseguido enriquecerse por sus propios méritos.

EL RAPTO DE LAS SABINAS





                                El rapto de las sabinas




Nicolas Poussin, El rapto de las sabinas (detalle), 1637-38


Para poblar la ciudad recién creada, Rómulo aceptó todo tipo de prófugos, refugiados y desarraigados de las ciudades vecinas, de procedencia latina. La colonia estaba formada íntegramente por varones, pero para construir una ciudad se necesitaban también mujeres. Pusieron entonces sus ojos en las hijas de los sabinos, que habitaban la vecina colina del Quirinal.
Para hacerse con ellas, los latinos organizaron una gran fiesta, con carreras de carros y banquetes, y cuando los sabinos se encontraban vencidos por los vapores del vino, raptaron a sus mujeres. Al regresar a sus casas y descubrir el engaño, los sabinos declararon de inmediato la guerra a los latinos.

La traición de Tarpeya

Antes de partir al campo de batalla, Rómulo encomendó la custodia de la ciudad a la joven Tarpeya, pero ésta, enamorada en secreto del rey de los sabinos, o anhelando una recompensa, prometió al monarca enemigo que le mostraría una vía oculta que conducía al Capitolio (donde estaba la fortaleza latina), a cambio de lo que él llevaba en el brazo izquierdo, en alusión a un brazalete de oro del rey. En efecto, los sabinos alcanzaron la ciudad gracias a las indicaciones de Tarpeya, pero en vez de entregarle su pulsera, el rey sabino ordenó a sus hombres que aplastaran a la traidora con sus escudos, que llevaban, precisamente, en el brazo izquierdo.
Otra versión de la leyenda cuenta que los romanos descubrieron su traición, y que la arrojaron al vacío por un precipicio, que pasó a llamarse la roca Tarpeya, inaugurando así la costumbre de castigar a los traidores a la patria lanzándolos desde ese punto.

Intervención de las sabinas

La ayuda de Tarpeya no evitó que sabinos y latinos se enfrentaran en el campo de batalla. En un momento del combate, en una célebre escena, múltiples veces representada en el arte, las sabinas se interpusieron entre los contendientes, abrazándose al cuello de sus maridos y familiares, para suplicarles que detuvieran la pelea. Pues si vencían los sabinos, ellas perderían a sus maridos, y si vencían los latinos tendrían que llorar la muerte de padres y hermanos. De modo que los contrincantes depusieron las armas y firmaron la paz.
Con esta leyenda ilustraban los romanos que su ciudad había nacido de la unión de dos pueblos: latinos y sabinos, a los que pronto se sumó un tercer elemento: los etruscos, un pueblo muy avanzado, que poblaba la actual Toscana y que poseía importantes intereses comerciales en la región del Lacio.

RÓMULO Y REMO





                                        Rómulo y remo





Romulo y Remo, de Rubens, hacia 1616. Museos Capitolinos



La leyenda de la loba es sólo una de las muchas que los romanos inventaron sobre los fundadores de su ciudad.

Entre la historia y la leyenda

La historia de los orígenes de Roma se pierde entre las brumas de la leyenda. Sus humildes comienzos no debieron distinguirse mucho de los de tantas ciudades de la región del Lacio. Pero con el tiempo, los antiguos historiadores romanos pensaron que la ciudad escogida por los dioses para convertirse en dueña del mundo debía tener un origen heroico, que adornaron con infinidad de leyendas, muchas veces contradictorias entre sí, llenas de dioses y héroes mitológicos.
De hecho, para los modernos investigadores resulta difícil distinguir leyenda y realidad, porque a veces, inesperados descubrimientos arqueológicos sacan a la luz las huellas de personajes y sucesos que parecían meras invenciones legendarias.

Rómulo y Remo

Roma fue fundada, según la tradición, por dos hermanos gemelos, Rómulo y Remo, que, acompañados de bandidos y vagabundos expulsados de sus propias ciudades, decidieron fundar un nuevo asentamiento junto al Tíber. Sin embargo, los dos hermanos no se ponían de acuerdo acerca del lugar en que levantarían su ciudad. Remo prefería el promontorio del Aventino, mientras que Rómulo se inclinaba por la colina del Palatino. Así las cosas, decidieron dejar su disputa al arbitrio de los dioses y -apostados cada uno en su colina-, se quedaron esperando una señal de lo alto.
La mañana del 21 de abril del año 753 a.C., Remo contemplaba el limpio cielo primaveral desde la cima del Aventino cuando divisó seis enormes buitres sobre su colina. Lleno de euforia, echó a correr hacia Rómulo, para anunciarle su victoria. Sin embargo, en ese mismo instante, una bandada de doce pájaros sobrevolaba el Palatino. Seguro de su victoria, y sin esperar la llegada de su hermano, Rómulo cogió un arado y comenzó a cavar el pomerium, el foso circular que fijaría el límite sagrado de la nueva ciudad, prometiendo dar muerte a quien osara atravesarlo.
Pero Remo, enojado por su derrota, lo cruzó desafiante de un salto. Obligado por el juramento que acababa de pronunciar, Rómulo dio muerte a su hermano, que fue el primero en pagar con su vida la violación de la frontera sagrada de Roma.
Esta leyenda encerraba para los romanos una halagüeña promesa: su ciudad sería perfecta y jamás tendría fin, como el foso que rodeaba el Palatino. Pero contenía también una oscura amenaza: la sombra del fratricidio sobre la que estaba fundada planearía como una maldición sobre Roma, en cuya historia abundaron los asesinatos y las Guerras Civiles.

LA RELIGION DE LOS GRIEGOS Y DE LOS ROMANOS











La religión de los griegos y de los romanos


Las creencias religiosas originarias de griegos y romanos se pierden en las tinieblas de los tiempos primitivos. Casi nada sabemos de ellas, y los propios helenos y latinos nada nos han dicho al respecto en sus escritos más antiguos. Pero, como sea que el estudio moderno de las religiones de otros muchos pue­blos ha demostrado que en los comienzos más remotos, en todas partes se creyó en un solo dios, podemos admitir que también fuera así en los griegos y los romanos. Seguramente ellos tuvie­ron al principio una fe monoteísta, y, en su mente, este dios único debió de ser el creador del mundo y del género humano, y lo adoraron y honraron como a un padre. Sólo poco a poco la fantasía de esos pueblos fue creando una pluralidad de dioses y diosas, al sospechar la presencia de seres personales detrás de las enigmáticas fuerzas de la Naturaleza y de la vida. En las más antiguas obras escritas por los griegos, las dos grandes epopeyas del poeta Homero, la Iliada y la Odisea, nos sale ya al paso un gran número de divinidades, a cada una de las cuales se le asigna una esfera de acción bien determinada. Pero esta teología homérica es ya el resultado de una larga evolución.
Según esta concepción, los dioses griegos viven como seres suprahumanos, pero de modo completamente parecido al de los hombres, y se hallan jerarquizados como en un Estado. Si es cierto que reinan sobre la Naturaleza y el hombre, con todo necesitan, como éste, de comida, bebida y sueño, y están aquejados de las pasiones y flaquezas morales propias de la humana naturaleza. Se nutren de ambrosía, el manjar celestial, y beben néctar, la celestial bebida, con lo cual gozan de la inmortalidad, que, no obstante, pueden perder en determinados casos. Considérase a los dioses como omnímodos y omnipotentes, pero esta sabiduría y este poder son distintos para las diversas divinidades y tienen sus limitaciones. Ignoran muchas cosas que ocurren en su inmediata proximidad y, aun queriéndolo, no pueden intervenir en todos los casos. Como los seres humanos, sufren pesares y preocupaciones, no obstante llamarse «libres de cuitas». En figura se parecen también a los hombres, solo que son más bellos y de más noble porte, y con frecuencia tienen talla gigantesca. Su sangre es un líquido más noble que el humano. A las personas se les presentan, ya en su figura verdadera, ya transformados en criaturas humanas, y se les aparecen en sueños, manifestándoles su voluntad por medio de signos milagrosos.
El Estado de los dioses griegos es una copia de la organización social caballeresca de la humanidad en la época homérica. A la cabeza se halla el dios supremo, Zeus, quien convoca a los demás dioses a solemne consejo, de igual modo que lo hace un rey humano con los nobles, y aun cuando su voluntad es decisiva, no siempre es aceptada sin discusión por todos los consejeros. Las asambleas celestiales discurren con frecuencia de modo muy parecido a las terrenales. Con todo, también la voluntad de Zeus está limitada, debiendo someterse a la fuerza del Destino, bajo cuya ley inexorable se halla el curso del universo todo.
Los griegos fijaron la residencia de los dioses en la más alta cumbre de su país, el Olimpo. Allí está su palacio, edificado por Hefesto, el ingenioso dios del fuego. Ura multitud de divinidades inferiores realiza los servicios necesarios. Las Horas guardan las puertas y cuidan de los caballos inmortales de los dioses; Iris, la diosa del arco que lleva su nombre, sirve de mensajera; Hebe, la divinidad de la juventud perpetua, sirve el néctar a los dioses; las nueve Musas, divinidades de las artes y las ciencias, amenizan la compañía en la mesa con sus cantos, y las Gracias, diosas del donaire y la elegancia, las acompañan con sus danzas.
El griego de la época homérica se permitía muchas libertades con sus dioses. Sus rasgos excesivamente humanos no podían inspirarle un gran respeto. Cuando un dios, fuera el que fuera, no accedía a sus deseos, llegaba incluso a odiarlo. Para el griego, el culto exterior se limitaba a oraciones y votos, abluciones y expiaciones, sacrificios y ofrendas. El hombre de la Antigüedad casi no conocía más oración que la impetratoria, que dirigía a los dioses antes de iniciar alguna empresa impor­tante. Oraba en voz alta, de pie y con la cabeza descubierta, purificándose previamente con el lavamanos y rociándose con agua; luego se ponía una corona y cogía ramas envueltas en lana. A continuación dirigía al dios su demanda en términos breves. Las oraciones en acción de gracias eran raras. Otra forma de orar era el voto, por el cual el hombre se comprometía a realizar algún acto compensativo en el caso de que su petición fuese atendida; prometíase a la divinidad un sacrificio o una ofrenda particularmente valiosos. También podía pedirse a los dioses el castigo para los enemigos o gentes mal­vadas, dirigiendo entonces la plegaria en forma de maldición o imprecación.
El acto del culto propiamente dicho era el sacrificio, que podía ser cruento o incruento. Como víctimas se sacrificaban en el altar generalmente bueyes, ovejas, cabras y cerdos y, para realzar la solemnidad, a veces los animales se inmolaban en gran número, caso en el cual se daba al sacrificio el nombre de hecatombe. Los sacrificios incruentos consistían, por lo general, en libaciones, tortas de harina, fruta e incienso. Las ofrendas eran ricos objetos de adorno, que pasaban a ser propiedad del dios y se depositaban en su templo. Muchos templos guardaban valiosas ofrendas votivas en cámaras propias. En tiempo de Homero, el culto divino estaba a cargo de los sacerdotes, si bien, como en épocas anteriores, podían oficiar también los reyes o jefes de familia.
La antigua creencia según la cual los dioses manifiestan su voluntad a los hombres por medio de presagios, exigía la presencia de sacerdotes capaces de interpretar esos agüeros y, a base de ellos, predecir el futuro. De la interpretación de los sueños cuidaban unos adivinos especiales. También se concedía particular atención al vuelo de las aves y a los fenómenos celestes, en los cuales se veían revelaciones divinas. Otro modo de investigar el porvenir era el examen de las víctimas: la disposición de las principales visceras de los animales sacrificados y sus diversas manifestaciones en el curso del sacrificio. Estas investigaciones de la voluntad divina se practicaban especialmente en tiempo de guerra; por eso en el ejército griego jamás faltaba el augur o adivino.
Frente a la exuberancia imaginativa de la religión griega, la de los romanos se caracteriza por su sobriedad y pobreza de fantasía. Los romanos fueron un pueblo de campesinos, y el campesino es amigo de la simplicidad. Pero también es propio del romano un notorio sentido del derecho, lo cual presta un sello particular a su religión. Es muy estricto y puntilloso en sus relaciones con los dioses, y por nada del mundo bromeará con ellos. En consecuencia, concede la máxima importancia a la rigurosa disciplina y al exacto cumplimiento de sus deberes religiosos. Por eso sus oraciones tienen formas bien concretas, que él observa escrupulosamente, y en el ritual de los sacrificios sigue las normas establecidas hasta en los detalles más nimios. Sólo cuando el romano entró en contacto con la cultura helénica y se dejó influir por ella, abrió también el corazón a sus ideas religiosas, y del mismo modo que asimiló el hele­nismo, así también sus divinidades fueron equiparándose a las griegas, perdiendo casi por completo su sello latino y conservando casi únicamente el antiguo nombre romano. Las divinidades antiguas, tan numerosas que puede decirse había una para cada actividad de la vida, fueron pasando casi todas a segundo plano, con excepción de Jano, el espíritu de la puerta de la casa y del año. Tenía dos cabezas; con una cara veía el pasado, y con la otra el porvenir. Era también el señor de la guerra y de la paz. En tiempo de guerra, las puertas de su templo per­manecían abiertas, y al llegar la paz se cerraban, cosa rara en la historia —tan llena de hechos bélicos— de Roma. Entre los romanos desempeñaron un importante papel los dioses Lares y los Penates, espíritus protectores de la familia y el hogar





 

lunes, 3 de junio de 2013

COLISEO O ANFITEATRO FLAVIO






 

Coliseo o anfiteatro Flavio
 
ANÁLISIS



Es el anfiteatro mayor del mundo romano, tiene cuatro pisos y el superior estaba resguardado interiormente por una galería de columnas. Casi en su totalidad está construido con piedra escuadrada; las bóvedas son de mortero. En la planta baja tiene un pórtico monumental del que salen las escaleras que suben a los pisos superiores; una combinación muy hábil de estas escaleras permite la evacuación de los espectadores en pocos minutos.

El exterior se presenta como una sucesión de arcadas colocadas directamente sobre pilastras y sobrepuestas en tres pisos; a cada uno le corresponde un orden arquitectónico distinto: el dórico en el primero, el jónico en el segundo, y finalmente el corintio, únicos elementos dispuestos con finalidad decorativa en una estructura que por sí misma produce un fuerte impacto con la repetición de las arcadas. Y es precisamente el triple uso de los órdenes lo que intensifica este efecto, con la idea de mayor o menor capacidad de apoyo que se relaciona con cada uno de ellos.

La cavea, es decir, el espacio destinado a los espectadores, está también dividida en tres sectores de gradas, que cubren un elaborado sistema de corredores. Bajo la arena, cuyo pavimento era de madera, una complicadísima obra de ladrillo creaba las distintas áreas de servicios, depósitos y establos de las fieras.

En el Coliseo tiene una importancia primaria la definición de los valores estéticos a través de las estructuras sustentantes. Es decir, el arco se convierte en un elemento decorativo, que se inserta con gran coherencia en la articulación básicamente curva de la arquitectura romana, en la que tienen un valor decisivo la bóveda y la cúpula.

Los teatros griegos no poseían exteriores, en cambio el Coliseo tiene un exterior gigantesco. Su decoración estaba especialmente cuidada: además de los órdenes de las columnas, había una estatua debajo de cada arco. La aplicación de estos órdenes cumplía dos funciones: eran una alusión a la arquitectura griega y reducía a escala el edificio, haciéndolo accesible a las personas sin disminuir su gran tamaño (comparado con la inmensa masa del edificio, el individuo se siente muy empequeñecido; pero en relación con el rectángulo definido por las columnas y el arquitrabe que enmarca un arco, pierde el sentimiento de insignificancia). Un ciudadano, pues, podía sentirse parte significativa del inmenso edificio romano y del inmenso imperio que éste representaba.

Enrique Valdearcos Guerrero Historia del Arte

COMENTARIO


La experiencia de ingeniería que adquirieron los romanos en el uso de arcos y bóvedas, y su experiencia práctica en la utilización del hormigón, les permitió crear edificios de formas y dimensiones que los griegos nunca hubiesen podido imaginar. Estas técnicas les permitieron también transformar el teatro griego. Los romanos utilizaron hileras de arcos de hormigón para construir el equivalente a la ladera de una colina sobre el que se apoyarían los asientos del auditorio. De esta manera pudieron edificar teatros en cualquier lugar, incluso en las zonas más llanas del desierto, y los teatros edificados era

Dieron a sus teatros un aspecto unitario y coherente, erigiendo como escenario (scenae frons) un edificio de altura igual a la parte superior del auditorio con el que se conectaba. De esta manera, el recinto semicircular del teatro quedaba totalmente cerrado y las tres partes originalmente distintas del teatro griego.

Los espectáculos que se representaban estaban orientados al público. Los actores daban la espalda al "scenae frons" y dirigían sus discursos a las multitudes que les rodeaban solo parcialmente. No obstante, otras diversiones no tenían esta direccionalidad necesaria e intrínseca; nos referimos a las luchas de gladiadores, a la de hombres contra animales, a la lucha entre animales... Y los recrearon con una forma arquitectónica para satisfacer esta necesidad: unieron dos teatros suprimiendo las paredes de los scenae frontes. El resultado fue un anfiteatro.

El ejemplo más espectacular que conocemos de anfiteatro es el de Flavio en Roma, es decir, el Coliseo, nombre que recibió porque estaba al lado de la estatua colosal de Nerón, destruida después. Fue construido por Vespasiano, inaugurado el año 80, con una planta elíptica de 188 x 156 metros y una capacidad para unos 50.000 espectadores.

jueves, 30 de mayo de 2013

LA FONTANA DE TREVI


Fontana de Trevi

La Fontana de Trevi es la fuente más bonita de Roma. Con unas dimensiones de 20 metros de anchura por 26 metros de altura, la Fontana de Trevi es también la fuente más grande de la ciudad.
Fontana de Trevi
Fontana de Trevi, noche
Los orígenes de la fuente se remontan al año 19 a.C., época en que la Fontana constituía el final del acueducto Aqua Virgo. La primera fuente fue construida durante el Renacimiento, bajo las órdenes del papa Nicolás V.
El aspecto final de la Fontana de Trevi data de 1762 cuando, tras varios años de obras de la mano de Nicola Salvi, fue finalizada por Giuseppe Pannini.
Como curiosidad, el nombre de Trevi deriva de Tre Vie (tres vías), ya que la fuente era el punto de encuentro de tres calles.

El mito de la Fontana de Trevi

¿Por qué siempre hay gente en la Fontana lanzando monedas al agua y haciéndose fotos?
El mito, nacido con la película "Tres monedas en la fuente" en 1954, dice lo siguiente:
  • Si arrojas una moneda: volverás a Roma.
  • Si arrojas dos monedas: encontrarás el amor con una atractiva italiana (o italiano).
  • Si arrojas tres monedas: te casarás con la persona que conociste.
Para que esto funcione es recomendable lanzar la moneda con la mano derecha sobre el hombro izquierdo.
Como dato curioso, cada año se extraen aproximadamente un millón de euros de la fuente. Desde el año 2007 este dinero se utiliza con fines benéficos.
 

lunes, 27 de mayo de 2013

LOS ARGONAUTAS








Los Argonautas


Introducción

La expedición de los griegos al Cólquide, bajo el liderazgo de Jasón, es una de las más importantes operaciones de los tiempos mitológicos dado que en ella participaron los gruerreros más selectos de Grecia.
Poetas líricos como Píndaro, se inspiraron en el mito de los Argonautas. Los tres grandes poetas trágicos escribieron también inspirándose en la expedición de los Argonautas. Esquilo, escribió las tragedias "Atamas", "Ipsipili", "Argo" y "Caviro". Sófocles escribió las tragedias "Atamas", "Cólquides", Squite" y "Rimotomoi". De todas estas obras no se conservó ninguna. De las obras de Eurípides sólo se salvó la renombrada "Medea". Frixo y Hele

Hijos de Nefeli y Atamante que reinama en Orcómeno en Beocia. Atamante, dejándose llevar por las insinuaciones de Ino (deseosa de echar a Nefeli y de casarse con él) cedió a sus deseos, convirtiendo a Ino en su esposa y en una mala madrastra para los niños. Su odio hacia ellos, la llevó a diseñar un plan: convenció a las mujeres del lugar para que hornearan las semillas que se almacenaban para la siembra. Tales semillas, como era de esperar, luego de plantadas, no dieron fruto y cayó gran pobreza en la región.
Atamante envió a sus emisarios a Delfos para consultar el oráculo y que los dioses decidieran lo que debían hacer. Ino interceptando y sobornando a los enviados, debían comunicar el siguiente augurio: que para que la tierra volviera a dar frutos, era necesario el sacrificio de Frixo, al dios Zeus. Entonces el pueblo se sublevó y pidió al rey que cumpliera con el oráculo. Atamante cedió a la presión popular y Frixo se dirigía al altar de sacrificios cuando su madre, Nefeli, les envió un cordero de dorado vellón.
Frixo y Hele montaron en el lomo del animal que los llevó muy lejos de allí. Pasando por la península trácica Hele se agachó para mirar algo, se mareó y cayó en las aguas del Ponto, que desde entonces se llamó Helesponto (el mar de Ponto). Frixo llegó solo a Cólquide, donde reinaba el rey Eeetes, hijo de Helios y de la oceánide Perse, y hermano de la maga Circe. En este sitio sacrificó al carnero en acción de gracias a Zeus y pidió la protección de Eetes. El rey de Cólquide le casó con su hija y Frixo le regaló el vellocino de oro (la piel del cordero). El rey lo colgó de un roble en el bosque ofrendado al dios Ares y puso un dragón y una enorme serpiente que nunca dormía para vigilarlo día y noche. Pelías y Jasón

En Yolco reinaba Pelías, hijo de Poseidón y de Tiro, que astutamente había destronado a su hermanastro Esón. Esón, temeroso de que su malvado hermanastro asesinase a su hijo Jasón, que era el verdadero heredero del trono, le buscó refugio en la cueva del centauro Quirón, en el monte Pelión y le confió su crianza y formación. El sabio Quirón lo instruyó en las letras y en las artes de su época y llegado a una edad adecuada, le envió a Yolco a reclamar sus legítimos derechos al trono.
El apuesto joven, al cruzar el río Anauro perdió una de sus sandalias al ser arrrastrada por la corriente. Cuando Jasón se presentó en Yolco con una sandalia, el rey Pelías quedó muy desconcertado, pues un antiguo augurio del oráculo le había advertido que alguien con una sola sandalia, que bajaría del monte, le destronaría y mataría.
Cuando el sobrino de Esón pretendió la corona que le pertenecía por derecho legítimo, el astuto Pelías afirmó entonces haber visto en sueños a Frixo, que clamaba volver a su lugar de origen y pedía lo mismo para el vellocino de oro, que estaban el Cólquide, en el reino de Eetes. Rogó al joven Jasón que cumpliera con este vaticinio y dispuso la construcción de una nave para emprender el viaje. Jasón debía organizar la expedición con el fin de aliviar el alma de Frixo y cumplir su deseo. Pelías prometió y juró por los dioses que a la vuelta de Jasón a Yalco, con el vellocino de oro, le devolvería su derecho al trono. Los preparativos de los Argonautas

Jasón aceptó la propuesta de Pelias y empezó a prepararse para el viaje. Ordenó a Argo, arquitecto y constructor de navíos, la fabricación de una nave de cincuenta remos. La embarcación resultó espléndida como ninguna otra de la época. Gracias a un trozo de madera procedente del roble sagrado del oráculo de Dodona, regalo de la diosa Atenea, el navío podía hablar y tenía el don de la profecía. Era un barco muy veloz y por eso se llamó Argo (Argos=rápido). Mientras se dotaba la nave, el centauro Quirón aconsejó a Jasón que enviara heraldos por toda Grecia para invitar a los jóvenes más valientes y valerosos de aquellos tiempos a participar en este largo viaje. Y así sudió, la tripulación de Argo, los llamados Argonautas eran todos héroes e incluso hijos de dioses. Entre ellos estaban Tifis, el timonero de Argo, Orfeo, el músico, los adivinos Idmón y Mopso, Heracles, Hilas, Idas, Cástor y Plideuces, Periclímeno, hijo de Neleo, y Peleo, hermano de Telamón y muchos otros, que constituían la flor de la hombría y el heroísmo juntos. El viaje del Argo

Tras haber realizado un sacrificio en honor de Apolo, los Argonautas embarcaron en la costa de Págasas, y se pusieron en marcha con favorables presagios.
Su primera escala tuvo lugar en la isla de Limnnos, habitadas sólo por mujeres, pues todos los hombres habían muerto. Los Argonautos se unieron a las mujeres en espera a que ésas concibieran hijos varones y luego partieron. Después de pasar por Samotracia, entraron en el Helesponto y llegaron al reino de Cício, a la tierra de los Doliones, donde el rey y sus súbditos los acogieron con hospitalidad. Se hicieron a la mar, pero los vientos les regeresaron al mismo lugar.
Por un fatal malentendido, los Doliones no reconocieron a los Argonautas, estos tampoco a los Doliones, y así se enfrentaron en una lucha sangrienta, resultando muertos el rey Cícico y su corte. Cuando los Argonautas se dieron cuenta del error era ya demasiado tarde. Los hombres de los dos frentes, arrepentidos, honraron a los caídos.
En las costas de Mísia, donde llegaron los Argonautas, las ninfas se apoderaron de Hilas, el querido amigo de Heracles. Heracles y Polifemo fueron en su ayuda y el viaje siguió sin ellos.
Al pasar por la tierra del adivino ciego Fineo, lo liberaron de las temibles Harpías, y él en agradecimiento les advirtió del peligro de las rocas Cianeas. Eran esas unas rocas que al pasar entre ellas, chocaban entre sí convirtiendo en pedazos a las naves que las cruzaban. Fineo les aconsejó que para saber si podían pasar o no, soltaran una paloma; si ésta conseguía pasar el escollo, ellos también lo harían, de lo contrario, que no se atrevieran. Al llegar a los escollos, los Argonautas lanzaron uina paloma, que logró pasar perdiendo únicamente las plumas de la cola; así cruzó también Argo, sufriendo sólo ligeros daños en la popa.
Después de muchas peripecias, Argo y su tripulación llegaron a las tierras del rey Eetes. En las tierras de Cólquide

Apenas llegado a Cólquide, Jasón visitó al rey Eetes y le habló de la orden recibida por Pelías. Eetes aceptó entregarle el vellocino de oro, a cambio de que, primero, puesiera un yugo, sin ayuda alguna, a dos toros de pezuñas de bronce que despedían fuego por los ollares, que habían sido regalo de Hefesto y que después arase el campo y sembrase algunos dientes de dragón que le entregaría.
Medea, la hechicera, hija de Eetes, se enamoró locamente de Jasón, y se ofreció a ayudarle, si Jasón la tomaba por esposa. Le entregó un unguento mágico para cubrise el cuerpo y su escudo antes de que se enfrentara a los toros. Este bálsamo lo haría invulnerable por un día, al fuego y al hierro. Le advirtió además que los dientes del dragón apenas sembrados se convertirían en soldados armados listos para acabar con él. Le aconsejó que lanzara una piedra sin ser visto y de este modo por un malentendido sin saber nadie quién había lanzado la piedra al otro, se matarían entre ellos.
Con el auxilio de Medea, Jasón logró vencer los obstáculos. Pero Eetes no cumplió con su palabra, antes bien trató de poner fuego a Argo y de liquidar a los Argonautas. Entonces Jasón, contando siempre con el apoyo de Medea, durmió al dragón guardián, y después de apoderarse, sin ser visto, del vellocino de oro, se dieron a la fuga a toda prisa. Apenas el rey Eetes descubrió la fuga de Jasón y Medea y el hurto del vellocino de oro, se lanzó a la persecución del Argo. Medea, para retrasarlo, dio muerte a Apsirto, su hermano, que viajaba con ella, y empezó a tirar al mar, uno a uno sus miembros. El infeliz Eetes, perdió un tiempo precioso tratando de recoger las partes del cuerpo de su amado hijo, y de este modo los fugitivos lograron alejarse definitivamente. El trayecto del Argo

Mientras Eetes había anclado en alguna playa del Ponto Euxino para dar sepultura a su hijo, el Argo siguió su camino. Pasó por el Danubio, que entonces unía, se dice, el Ponto con el Mar Adreiático, subió por el Eridano (el Po) y por el Ródano, junto a las tierras donde moraban los Ligures y los Celtas, se adentró de nuevo en el Mediterráneo y cruzó cerca de la isla de las Sirenas. Desde muy lejos se oía el canto embrujador de las Sirenas. En ese momento, Orfeo, músico de Tracia, con su melodiosa lira y su carismática voz, se puso a cantar de tan bello modo, que ninguno de los Argonautas se animó a corresponder a la llamada de las Sirenas. Las nostálgicas melodías de Orefeo les hablaban del hogar, de los seres queridos que les esperaban en la patria y sembró en sus corazones el deseo del retorno.
Los Argonautas después de una larga travesía, pasando por el reino de Circe, por los estrechos de Caribdis y Escila, por la isla de Feacos y por las costas de Libia, llegaron a Creta, donde tuvieron que enfrentarse al gigante Talo, el robot que había creado Hefesto. La astucia y los hechizos de Medea neutralizaron las fuerzas de Talo, puesto por el rey Minos para defender la isla e impedir las incursiones de forasteros. La vuelta a Yolco

Siguiendo su ruta por el Mar de Creta y tras enormes dificultades, cruzaron el Efeo y llegaron al fin a Yolco, trayendo consigo el codiciado vellocino de oro. Había llegado el momento en que Jasón debía reclamar al rey Pelías su legítimo derecho al trono. Pelías, que mientras faltó Jasón había asesinado a todos los parientes de éste, se negó a cederle el trono. Así Jasón decidió refugiarse una vez más en los mágicos poderes y en la habilidad de su mujer. Medea logró introducirse en el palacio y convencer a las hijas de Pelías para que participaran en el asesinato de su padre creyendo que de este modo le devolvería la joventud perdida. A partir de este punto, son muchas las variantes que existen. Una de ellas narra que Jasón y Medea reinaron en Yolco y años más tarde concibieron un vástago, confiándole su educación al Centauro Quirón. Otra variante dice que se marcharon a vivir en Corinto, dejando el trono de Yolco a Acasto, el único hijo varón de Pelías.






Interpretación del mito de los Argonautas

Según los hechos de la remota época a la que se refieren, se llega a la conclusión de que hábiles marinos griegos hicieron una serie de proezas al mismo tiempo que describían el mundo con sus viajes, completando así sus conocimientos geográficos. El importante descubrimiento del Ponto Euxino, que hasta entonces se creía que era un mar (pontos=mar) y la difusión del helenismo en las regiones que éste bañaba, es lo que se deduce de los relatos del viaje y el itinerario del Argos.

 

EL MITO DE EROS (CUPIDO O AMOR ROMANOS)







El Mito de Eros (Cupido o Amor romanos)


Eros es el dios del amor. En un principio se consideraba nacido a la par de Gea y del Caos. También se piensa que nació del Huevo Original engendrado por la Noche, cuyas dos mitades al romperse formaron el cielo y la tierra respectivamente.
Otras versiones que insistían en verlo como un dios menor, y que le quitaban el simbolismo de cohesión interna del cosmos, apuntaban que Eros era un genio intermediario entre los hombres y los dioses, y que había nacido de Poros (el Recurso) y Penía (la Pobreza). Se caracteriza por ser una fuerza inquieta e insatisfecha.
La tradición más aceptada y difundida establecía que era hijo de Afrodita (diosa del amor) y de Hermes (mensajero de los dioses). Gracias a los poetas clásicas Eros adqurió su fisonomía más conocida que es la de un niño alado, que se divierte llevando el desasosiego a los corazones.
Sin embargo, se ha descubierto que hay diversas genealogías para este dios. A veces se le tiene por hijo de Hermes y Artemisa Ctonia, o bien de distintas Afroditas. Así habría un Amor, hijo de Hermes y Afrodita Urania, Anteros -amor contrario o recíproco- hijo de Ares (dios de la Guerra) y Afrodita (hija de Zeus y Dione). Otro sería hijo de Hermes y Artemisa (hija de Zeus y Perséfone) y es este el que se identifica más con el tradicional niño alado.
Puede ser según ciertas representaciones que los inflame con la llama del amor, o que los hiera con las flechas. Pero por más ingenua que sea su apariencia, se adivina en el fondo al dios poderoso y grande. Su madre le tiene muchas consideraciones y cierto temor.
Una de las historias más conocidas y además muy romántica donde interviene Eros, es en la que se enamora de la mortal Psique, y de cómo pierde a su amada y luego la recupera, casándose con ella.
En ocasiones, se le llama Amor o Amores, y su versión latina es conocida como Cupido.
 

martes, 21 de mayo de 2013

EL MITO DE IO






El Mito de Io

Io era una doncella de Argos que era sacerdotiza de la diosa Hera (esposa de Zeus) y además, amada de Zeus. Aparentemente su linaje asciende al hijo del dios Océano llamado Ínaco, aunque su paternidad no está muy clara. El amor de Zeus se podía deber a muchas razones, pero la que más peso ha tenido es que Linge, quien era hija de Eco, le envió un sueño en el cual se le ordenaba a Io que se entregara a Zeus en el lago de Lerna. Ella muy prudente le contó a su padre el sueño antes de tomar una decisión. El padre preocupado consultó tanto el oráculo de Delfos como el de Dodona. Ambos le indicaron que no había forma de escapar al destino y que debía cumplirse el sueño de la joven si no querían ser fulminados todos por el rayo. Debido a esto, Io fue al lago como se indicaba en el sueño, donde Zeus la amó y la tuvo entre sus brazos. Pero como siempre ocurría con los amoríos del gran dios, de alguna forma llegaban a oídos de su celosa esposa Hera. Ante el peligro que la muchacha corría, Zeus decidió protegerla y convirtió a Io en una ternera de una total y completa blancura, y juró a Hera que no había amado a tal animal nunca. Hera para probarlo le pidió que entonces se lo regalara. Zeus no tuvo opción, y de esa manera Io quedó consagrada a la terrible diosa, quien la puso al cuidado de Argos, un mounstruo de cien ojos que era pariente de Io. Entonces, se inició el largo viaje de Io y por donde ella pasaba la tierra hacía brotar plantas nuevas. Zeus la visitaba esporádicamente en forma de toro para poder amarla, hasta que comprendiendo que el sufrimiento de Io era demasiado decidió intervenir. Le pidió a Hermes que la liberara de su custodio Argos. Hermes fue y con su varita mágica durmió cincuenta ojos de los que Argos tenía, mientras los otrros ya dormían naturalmente, luego lo matío con su cimiarra. Sin embargo, Io no quedó libre, porque Hera convencida de la traición de su marido, al darse cuenta de que Argos ya no la cuidadba, le envió un tábano para fastidiar a la joven ternera. Io atormentada por el insecto que se pegó a sus costados se volvió muy agresiva y empezó a correr deseperadamente. Mientras corría le dio forma a las costas del golfo que se llamó Golfo Jónico, cruzó el estrecho que separaba a Asia de Europa, y dio origen al nombre de Bósforo que significa Paso de la Vaca. Con el tiempo, llegó a Egipto donde fue bienvenida y donde tuvo al hijo de Zeus, llamado Épafo. Ahí, recuperó su forma humana y tuvo que salir de nuevo errante en busca de su hijo, a quien los Curetes habían raptado por orden de Hera. Cuando lo recuperó, regresó a Egipto donde fue reina. Cuando murió, Io fue transformada en constelación por la gracia de Zeus. Muchos han tratado de darle una explicación histórica a este mito e indican que Io era hija del rey Ínaco y que la raptaban unos piratas fenicios, aunque cabe la posibilidad de que ella fuera la amante del capitán que huyera a Egipto por su propia libertad.
Otra teoría planteaba la posibilidad de que unos piratas la hubieran robado y llevado a Egipto, donde el rey la compró y envió de regalo en compensación, un hermoso toro, animal nunca visto por los griegos.

 

EGEO









Egeo (Aegeo)


Egeo era el hijo mayor de Padión. rey de Atenas y padre del gran héroe Teseo. Egeo recibió como herencia todo el dominio sobre Atenas, pese a que había prometido compartir su gobierno de la ciudad-estado con sus dos hermanos.
Después de dos matrimonios, Egeo todavía no había tenido hijos. Cuando consultó al oráculo de Delfos sobre ello, la respuesta que recibió fue un tanto ambigua. Sólo cuando regresase a Atenas -le dijeron- podría abrir sus odres. Confuso, le repitió estas misteriosas palabras a su amigo, el rey Piteo de Troizen. Piteo, que sabía que c) oráculo había profetizado el nacimiento de un gran héroe, vio de inmediato la conexión que podría utilizar en su propio beneficio. Emborrachó a Egeo y le dejó dormir con su hija Etra, de manera que el futuro héroe fuese de su propia sangre. Pero cuando Egeo se dio cuenta de lo que había ocurrido, depositó su espada y un par de sandalias sobre una roca de gran tamaño. A continuación le dijo a Etra que sólo si su hijo aparecía por Atenas con la espada y las sandalias lo reconocería como suyo.
De vuelta a Atenas, Egeo se casó con la hechicera Medea, que había buscado refugio en él después de su matrimonio desastroso con Jasón, que había acabado de forma trágica (ver Argonautas. Los y Medea). Medea se presentó ante Egeo con su hijo Medo.
Cuando mucho después llegó a Atenas Teseo, hijo de Etra tras su relación con Egeo, y ya gozando de una enorme reputación como héroe. Medea se dio cuenta de inmediato de quién se trataba. Sus intereses velaban por su propio hijo, Medo. por lo que decidió no informar a Egeo de la identidad de Teseo. Le hizo creer que se trataba de una persona poco fiable y le puso veneno en su copa de vino. Pero en el niomenio en el que se disponía a beber. Egeo reconoció la Insignia de la espada de Teseo y le quilo la copa de las manos.
Medea huyó de Atenas y Egeo organizó un gran banquete en honor de su hijo. Teseo, en agradecimiento, acompañó a su padre en la lucha contra los Palantidos, los 50 hijos de Palas, hermano de Egeo. Estaban disputándole a Egeo su dominio sobre Atenas, pero fueron derrotados.
Pero hubo más dificultades, ya que Andrógeo. hijo de Minos, el poderoso rey de Creta, fue asesinado por los atenienses, víctima de un peligroso toro que había sido soltado por Heraracles y que campaba por la zona de Maratón (ver Heracles y Teseo). Minos atacó a los atenienses, pero no los pudo derrotar con su limitada capacidad militar. No obstante, el hambre, los terremotos y las epidemias consiguieron poner a los atenienses de rodillas. Egeo aceptó las condiciones de paz de Minos, tal y como le aconsejó el oráculo de Delfos. Entre ellas se estipulaba que una vez cada nueve años siete jóvenes atenienses de cada sexo deberían ser ofrecidos al Minotauro, ser mitad hombre y mitad toro (ver Minos), en el laberinto diseñado por Dédalo, el brillante maestro de la construcción.
Con la ayuda de Ariadna. hija de Minos, Teseo consiguió acabar con el Minotauro y liberar a la ciudad de aquel doloroso castigo (ver Ariadna y Teseo). De regreso a Atenas, Teseo olvidó el acuerdo al que habfa llegado con su padre antes de partir. Si todo salía bien, debería desplegar una vela blanca en su barca. Pero Teseo. entristecido en parte al haber tenido que dejar a su amada Ariadna en la isla de Naxos, y también contento al regresar a casa, dejó la vela negra desplegada en el mástil. Egeo divisó el barco de su hijo en la distancia navegando con la vela negra y, en un ataque de desesperación, se lanzó desde una roca hacia el mar. Desde entonces, el mar en el que el infortunado rey ateniense perdió la vida fue conocido como mar Egeo.

 

EL MITO DE EUROPA







El mito de Europa


Europa era hija de Agenor y Telefasa, aunque a veces se dice que era hija de Fénix y por lo tanto nieta de Agenor.
Europa jugaba con sus compañeras en la playa de Sidón o a veces Tiro donde reinaba su padre, cuando Zeus la divisó y quedó maravillado por su belleza, por lo que se prendó de ella.
Como Zeus sabía que Europa podía rechazarlo si se le presentaba naturalmente, se transformó en un hermoso toro blanco que tenía cuernos parecido al creciente lunar, y fue a rendirse a los pies de la bellísima doncella.
Primero, la joven se asustó, pero luego fue tomando confianza. Primero opta por acariciar en el lomo al maravilloso animal y decide por último montar en su espalda. Zeus que esperaba esta acción de Europa, inmediatamente se levantó y partió hacia el mar.
Europa gritaba y se aferraba con fuerza a los curvados cuernos, pero Zeus no se detuvo, se adentró en la olas y se alejó de tierra, hasta llegar a Creta. Los hermanos y la madre de Europa salieron en su búsqueda desesperados y por orden de su padre, pero no dieron con ella.
En Gortina, Zeus logra su cometido y se une con Europa cerca de una fuente y uns plátanos que bendecidos por haber presenciado el divino acto de amor nunca más volvieron a perder sus hojas.
De esta unión nacieron tres hijos: Minos, Sarpedón y Radamantis. Además, se cree que fue la madre de Carno, amado de Apolo, y Dodón.
Pero Zeus no podía quedarse con su bella Europa, por lo que para recompensarla le da tres regalos. El primero es Talo el autómata, que era de bronce y cuidaba las costas de Creta contra los desembarcos extranjeros. El otro fue un perro que nunca fallaba en la cacería y siempre lograba atrapar a sus presas. Por último, le entregó una sorprendente jabalina que siempre y sin excepción acertaba en el blanco elegido.
Adicionalmente, y para recompensarla por completo, Zeus logró que Europa contrajera matrimonio con Asterión, quien al no tener hijos, adoptó a los de Zeus.
Cuando Europa murió le fueron concedidos los honores divinos y el toro que había sido la forma en que Zeus había amado a Europa fue convertido en constelación e incluido en los signos del zodíaco.
Por otro lado, se conocen otras heroínas con este nombre. Una es la hija de Ticio que tuvo a Eufemo depués de unirse con Poseidón (dios del mar). Otra es una de las Oceánides, hijas de Tetis y Océano. También, la madre de Níobe, esposa de Foroneo se llamaba Europa. Y por último, la hija del Nilo y una de las esposas de Dánao.

 

lunes, 20 de mayo de 2013

LA LEYENDA DE ÍCARO












La Leyenda de Ícaro


Ícaro se conoce a veces como el inventor del trabajo en madera. Es hijo de Dédalo, genio de la antigüedad que le mostró a Ariadna cómo Teseo podía encontrar el camino en el laberinto de Minos, donde se encontraba el Minotauro (monstruo con cuerpo de toro y cabeza de hombre).
Con esta ayuda, Teseo fue capaz de matar al Minotauro, por lo que el rey Minos y padre del monstruo, muy molesto encerró a Dédalo con su hijo en el laberinto.
Con la intensión de huir, Dédalo fabricó unas alas para él y su hijo. Las adhirió con cera a los hombros de Ícaro y luego en los suyos e iniciaron el vuelo que los llevaría a la libertad. El padre había advertido a su joven e imprudente hijo que no volara demasiado alto ni demasiado bajo.
No obstante las advertencias de su padre, Ícaro fascinado por lo maravilloso del vuelo se elevó por lo aires desobediendo a Dédalo quien no pudo impedirlo. Además, Ícaro se sintió dueño del mundo y quiso ir más alto todavía. Se acercó demasiado al sol, y el calor que había derritió la cera que sostenía sus alas, por lo que las perdió. El desdichado y temerario joven acabó precipitándose en el mar, donde murió. Por eso, desde entonces ese mar se conoció como El Mar de Icaria.
En otras versiones donde se elimina el elemento fantástico, se nos cuenta como Dédalo había matado a su sobrino Talo, por lo que había tenido que huir de Atenas. Ícaro, igualmente desterrado había ido en busca de su padre, pero naufragó en las aguas de Samos, por lo que el mar recibió un nombre derivado del suyo, igual que en la leyenda original.
También se dice que Ícaro y su padre habían huido de Creta en dos barcos de vela inventados por Dédalo, pero el joven no supo dominar las velas y naufragó o más bien que cuando llegó a la isla de Icaria, se lanzó torpemente hacia tierra y se ahogó.
La leyenda era fuerte e incluso por mucho tiempo se mostraba una supuesta tumba de Ícaro en un cabo del mar Egeo, al igual que se decía que en las islas de Ámbar había dos columnas que Dédalo había levantado una en honor a su hijo y otra en nombre de él mismo. Asimismo, se decía que Dédalo había representado en una escultura el triste destino de su hijo en las puertas el templo de Cumas, dedicado a Apolo.

 

EL MITO DE GEA







El Mito de Gea


Gea es la madre Tierra de donde surgen todas las razas divinas. Ella nace después de Caos y antes de Eros (el Amor). Ella sola engendró a Urano (el Cielo) que la cubre al igual que Ponto (el mar).
Después se une con Urano y da a luz a los seis titanes: Océano, Ceo, Crío, Hiperión, Japeto y Cronos. También tuvo a las seis titánides: Tía, Rea, Temis, Mnemósine, Febe y Tetis (madre del héroe Aquiles). Después nacieron los cíclopes (monstruos gigantes con un solo ojo), divinidades relacionadas con el rayo y el trueno. Por último nacieron los Hecatonquiros, seres de cien brazos, gigantescos y violentos.
Urano odiaba a todos sus hijos, por lo que los obligaba a vivir en las profundidades de su madre. Un día ella decidió liberarlos y les pidió que se vengaran de su padre, pero todos le temían demasiado. Sólo el menor, Cronos aceptó, pues lo odiaba mucho. Gea le entregó una hoz de acero a su hijo. En la noche cuando Urano cubrió a Gea toda para unirse con ella, Cronos le cortó los testículos a su padre y los arrojó detrás de él. La sangre que brotaba de la herida fecundó a Gea y de ahí nacieron los Gigantes, las Herinias y las Ninfas de los Fresnos, además de todas las divinidades realcionadas con los árboles.
Posterior a esta mutilación, Gea se unió con Ponto de donde nacieron las divinidades marinas: Nereo, Taumante, Forcis, Ceto y Euribia. Mientras, Cronos reinaba en el mundo y se había vuelto un tirano terrible y había encerrado a sus hermanos en el Tártaro, por lo que Gea planeó una nueva venganza. Los hijos de Rea y Cronos habían sido devorados por su padre, pero cuando ella estaba en cinta de Zeus, pidió ayuda. Gea y Urano le revelaron el secreto de los Destinos y le enseñaron como burlar a Cronos. Cuando el niño nace, Gea lo esconde en una caverna, al mismo tiempo que a Cronos le era entregada una piedra envuelta en mantillas, a la que devoró sin notar la diferencia.
Cuando Zeus estuvo mayor, luchó abiertamente con Cronos y Gea le hizo saber que necesitaría la ayuda de los Titanes. Estos al ser liberados por Zeus del Tártaro, le dieron el rayo, el trueno y el relámpago, armas con las que destronó a su padre.
Pero Gea seguía descontenta por la suerte de los Hecatonquiros, que habían sido derrotados, por lo que se une con Tártaro (dios de los abismos) y engendró a Tifón, con el que tuvieron que luchar los dioses por largo tiempo. Además nació de esta unión otro monstruo, Equidna.
La mayoría de las teogonías le atribuyen a Gea la maternidad de diversos monstruos como Caribdis, las Harpías, Pitón, el dragón guardián del vellocino de oro, e incluso la Fama.
Con el tiempo, Gea se convirtió en la madre universal, y conforme el mundo helénico personificaba a sus dioses, la tierra se encarnaba en divinidades como Démeter o Cibeles, y la tierra como elemento abandonaba la mitología.
Gea se consideraba además, como inspiradora de muchos oráculos, poseía los secretos de los Destinos, y sus predicciones eran más antiguas y seguras que las del mismo Apolo.

 

EL MITO DE ARIADNA







El Mito de Ariadna


Ariadna es la hija del rey Minos y Pasifae de Creta. Su padre tenía en un laberinto al minotauro, a quien había que alimentar con gente ateniense cada nueve años.
La tercera vez que los atenienses debían pagar su tributo, Teseo, -hijo de Egeo, el rey de Atenas- se ofrece a ir y matar al minotauro. El problema era que el minotauro vivía en un laberinto del que no se podía escapar.
La hija de Minos, Ariadna vio a Teseo y se enamoró de él, por lo que decidió ayudarlo con la condición de que se casara con ella y se la llevara lejos de su temible padre.
Teseo aceptó, y así fue como Ariadna le regaló un ovillo para que una vez en el laberinto, fuera desenrrollándolo y pudiera servirle de guía al regreso e indicarle el camino de regreso.
Cuando Minos supo que Teseo había matado al minotauro montó en cólera por lo que Teseo tuvo que apresurarse en la huída en la que lo acompañó Ariadna. Pero ella nunca llegó a ver la tierra de Teseo, Atenas, pues en una escala que él hizo en la isla de Naxos, la abandonó dormida en la orilla.
Las versiones de esta traición varían mucho y se han hecho un sinnúmero de hipótesis. Se ha dicho que Teseo dejó a Ariadna en la playa porque estaba enamorado de otra mujer, también que fue por orden de los dioses, o sino que mientras ella se encontraba en la playa recuperándose de un mareo, él regresó al barco, y este sarpó impulsado por un misterioso viento.
Pero, Ariadna no se amilanó mucho y olvidó sus penas de amor con el dios Dionisio, quien se había enamorado profundamente de ella. Se casó con ella y la llevó al Olimpo. Como regalo de bodas le dio una diadema de oro que hizo Hefesto y que luego se convirtió en constelación.
Sus hijos con Dionisio fueron Toante, Estásfilo, Enopión y Pepareto.
Su muerte es objeto de varias versiones pues hay quienes dicen que Artemisa la mató, cumpliendo órdenes de Dionisio. Pero también hay quienes opinan que ella murió en la isla de Naxos, donde Teseo la había abandonado cuando ella dio a luz.

BÓREAS











Bóreas


Bóreas era el dios del viento del norte, hijo de Eos. diosa del alba, y del titán Astracus (Astrco). Vivió en Tracia. al norte del mar Egeo. y su naturaleza era muy distinta a la de Zephyrus (Céfiro), el suave viento del oeste, ya que eran famosas sus terroríficas tormentas. Se le representa con una figura con dos rostros y enormes alas.
Bóreas raptó en cierta ocasión a Orithyia (Oricia), hija de Ercchlheus (Erecteo), rey de Atenas. Mientras bailaba a orillas del río Ilissus (Iliso), la cubrió con una nube y se la llevó de Tracia. Con él tuvo dos hijas y dos hijos, los dos héroes alados Calais y Celes que se unieron a Jasón en el Argo para llegar a Colchis. Durante el viaje, Calais y Cetes liberaron al rey Fineo de la persecución de las Harpías (ver Argonautas, Los).
Existía un vínculo especial entre Bóreas y Atenas, con unos festivales anuales que se hacían en su honor. Estaba claro (pie el viento del norte se aliaba a menudo con los atenienses, como quedó demostrado en la batalla marina de Artemisaium (Artemisao) en el 480 a.C. cuando Bóreas causó estragos entre la flota persa que estaba derrotando a los griegos pese a su superioridad numérica.

 

EL MITO DE ARACNE








El Mito de Aracne


Aracne es hija de Idmón un tintorero y nació en Lidia. La joven era muy famosa por tener gran habilidad para el tejido y el bordado.
Cuenta la leyenda que hasta las ninfas del campo acudían para admirar sus hermosos trabajos en tales artes. Tanto llegó a crecer su prestigio y popularidad que se creía que era discípula de Átenea (diosa de la sabiduría y de las hiladoras).
Aracne era muy habilidosa y hermosa, pero tenía un gran defecto: era demasiado orgullosa. Ella quería que su arte fuera grande por su propio mérito y no quería deberle sus habilididades y triunfos a nadie. Por eso, en un momento de inconciencia, retó a la diosa, quien por supuesto aceptó el reto. Primero, se le apareció a la joven en forma de anciana y le advirtió que se comportará mejor con la diosa y le aconsejó modestia.
Aracne, orgullosa e insolente desoyó los consejos de la anciana y le respondió con insultos. Atenea montó en cólera, se descubrió ante la atrevida jovencita y la competencia inició. En el tapiz de la diosa, mágicamente bordado se veían los doce dioses principales del Olimpo en toda su grandeza y majestad. Además, para advertir a la muchacha, mostró cuatro episodios ejemplificando las terribles derrotas que sufrían los humanos que desafiaban a los dioses.
Por su parte, Aracne representó los amoríos deshonrosos de los dioses, como el de Zeus y Europa, Zeus y Dánae, entre muchos más. La obra era perfecta, pero Palas encolerizada por el insulto hecho a los dioses, tomó su lanza, rompió el maravilloso tapiz y le dio un golpe a la joven. Ésta sin comprender, se siente totalmente humillada y deshonrada, por lo que enloquece y termina por ahorcarse.
Sin embargo, Palas Atenea no permitió que muriera sino que la convirtió en una araña, para que continuara tejiendo por la eternidad.
Otra versión nos cuenta que Aracne tenía un hermano llamado Falange. Mientras ella aprendía con Palas Atenea las artes del tejido, Falange aprendía el arte de la guerra. Todo iba bien, hasta que la diosa descubrió que entre los hermanos existía una relación impía e incestuosa, por lo que los castigó convirtiéndolos en animales.

 

ORFEO (ORPHEUS)














Orfeo (Orpheus)


El cantante y músico Orfeo era hijo de Apolo y Calíope, musa de la poesía narra­tiva, si bien algunos aseguran que era hijo de Eagro, rey de Tracia.
Orfeo podía cantar y tocar de tal manera que conmovía a humanos, animales, ár­boles, ríos y piedras. Fue uno de los argo­nautas que viajaron a Colchis en busca del Vellocino de Oro (ver Argonautas, Los). Su talento fue muy útil en multitud de aventuras, como cuando tocaba para apa­ciguar los ánimos durante una pelea. Tam­bién neutralizó el canto de las peligrosas sirenas (ver Odiseo y Sirenas, Las), que con sus voces irresistibles conducían a los marineros hacia la muerte, pues se ahoga­ban al intentar seguir su canto más allá de las aguas.
Después del viaje de los Argonautas, Orfeo regresó a Tracia, donde se enamoró de la ninfa Eurídice. El sentimiento era mutuo y Orfeo decidió invitar a la boda a Himeneo, dios del matrimonio. El día de la boda, una serpiente venenosa mordió a Eurídice en el talón, según algunos mientras huía de Aristeo, un apicultor. A consecuencia de ello murió y el inconsolable Orfeo no podía imaginar su vida sin ella, así que bajó al mundo de los muertos para pedir a Hades y Perséfone que se la devolviesen. Sus melodías implorando al dios mientras se acompañaba de la lira conmovieron al dios de la muerte e incluso a los seres malignos del Tártaro. En palabras de Ovidio: «Mientras cantaba con la música de la lira, las almas rompieron a llorar. Tántalo no se esforzó en alcanzar las aguas que siempre se retiraban, la rueda de Ixión se detuvo, los buitres dejaron de picar el hígado de Titis, las hijas de Danao dejaron de llenar sus vasijas y Sísifo descansó sobre una roca» (Metamorfosis, X).
Incluso el implacable Hades quedó desconcertado y le permitió llevarse a su amada a condición de que no volviese la vista hasta haber salido de allí. Orfeo salió feliz, seguido de Eurídice, que iba más despacio debido al dolor que le producía la mordedura de una serpiente. Justo antes de salir, Orfeo se dejó llevar por la impaciencia y miró hacia atrás, lo que provocó que su amada se desvaneciese en la niebla del reino de los muertos, despidiéndose de él sin que Orfeo pudiese oírla.
Orfeo descendió de nuevo al mundo de los muertos, pero el barquero Caronte no le quiso cruzar a través de la laguna Estigia a pesar de sus cánticos. Al darse cuenta que había perdido a Eurídice para siempre, Orfeo pasó siete días penando sin co­mer a orillas de la laguna. Después regresó a Tracia, donde ya no quiso saber nada de mujeres y decidió hacer de los hombres su elección.
Esto no gustó demasiado a las Ménades, con las que en tiempos más felices había retozado durante los ritos en honor del dios del vino. Enloquecidas y despechadas se abalanzaron sobre Orfeo, gritando de tal manera que ni siquiera su canto las apaciguaba. Así, le despedazaron dejando intacta su cabeza y su lira, que cayeron a un río, el Hebro, que las llevó hasta el mar mientras seguían sonando -según algunos la cabeza seguía pronunciando el nombre de Eurídice- hasta llegar a la isla de Les-bos. La lira quedó en los cielos como constelación, y el alma de Orfeo encontró a Euridice en el mundo de los muertos. Desde entonces, pudo morar siempre en los Campos Elíseos, el reino paradisíaco de los muertos.
La veneración de Orfeo en Tracia estuvo muy unida a la de Dioniso. Como ocurre con el culto al dios del vino y de la vegetación, los Misterios Órneos en honor de Orfeo están dominados por la muerte y la resurrección, ya que, según una vieja versión de su mito, el cantante consiguió liberar a Euridice del reino de los muertos gracias a Dioniso, su salvador. El Orfismo desembocó en una religión sectaria duran­te el siglo VI a.C. en Grecia, en la que sus seguidores consideraban a Orfeo el fundador de un credo que despreciaba al cuerpo como una jaula en la que el alma estaba encerrada. Solamente después del ciclo de muerte y renacimiento quedaba liberada de sus confines. Parece probable que pensadores y filósofos más tardíos como Platón estuviesen influidos por ese modo de pensar.
El mito de Orfeo ha mantenido su atractivo después de la Antigüedad y ha inspirado a numerosos artistas a lo largo de la historia, como los músicos Claudio Monteverdi (1567-1643), que compuso L'Orfeo en 1607, Cristoph Willibald Gluck (1714-1787), autor de Orfeo y Euridice en 1762, y Jacques Offenbach (1819-1880), cuya ópera cómica de 1858 se conoce en fran­cés como Orpheé aux enfers, que podría traducirse como Orfeo en el mundo de los muertos. Orfeo también ha sido un tema favorito para Pablo Picasso (1881-1973), que lo trató en varias ocasiones. En la década de 1980 el pintor holandés Constant, uno de los fundadores del movimiento Cobra, creó una serie de lienzos sorprendentes en los que se veía a Orfeo tocando y cantando para los animales.