Reinando Electrión en Micenas llegaron los hijos de
Pterelato con algunos tafios y reclamaron el reino de Méstor, su abuelo materno;
al no acceder Electrión le robaron el ganado, y cuando sus hijos trataron de
impedirlo, los desafiaron y se mataron unos a otros... Electrión, deseoso de
vengar la muerte de sus hijos, entregó el reino a Anfitrión, juntamente con su
hija Alcmena, haciéndole jurar que la mantendría virgen hasta su regreso, y se
dispuso a guerrear contra los téleboas. Pero mientras recogía las vacas, una lo
atacó, y Anfitrión le arrojó una clava que tenía en las manos, la cual,
rebotando en los cuernos, fue a parar a la cabeza de Electrión y lo mató.
Esténelo se valió de ello como pretexto para expulsar a Anfitrión de todo Argos
y adueñarse del trono de Micenas y Tirinto; mandó llamar a los hijos de Pélope,
Atreo y Tiestes, y les entregó Midea.
Zeus intenta seducir a Alcmena
Anfitrión con Alcmena... llegó a Tebas, donde, purificado
por Creonte... Alcmena dijo que se casaría con Anfitrión después que fuera
vengada la muerte de sus hermanos, y Anfitrión, habiéndoselo prometido, se
aprestó a luchar contra los teléboas, e invitó a Creonte a
ayudarle....
Antes de que Anfitrión regresara a Tebas, Zeus se presentó
una noche y, haciéndola durar como tres, yació con Alcmena en figura de
Anfitrión y le relató lo sucedido con los teléboas. Cuando llegó Anfitrión y vio
que su mujer lo acogía sin entusiasmo, le preguntó el motivo, y al decirle
Alcmena que a su regreso la noche anterior ya se había acostado con ella,
Tiresias le aclaró que la unión amorosa había sido con Zeus. Alcmena concibió
dos hijos, de Zeus a Heracles, mayor en una noche que Ificles, habido de
Anfitrión.
Zeus seduce a Alcmena
Diodoro de Sicilia, Biblioteca Histórica IV, 9, 1-3 (trad.
J. J. Torres Esbaranch, Madrid, Gredos, 2004)
Afirman que de Dánae, hija de Acrisio, y Zeus nació Perseo;
y unida a éste, Andrómeda, hija de Cefeo, engendró a Electrión; a continuación
Eurídice, hija de Pélope, se casó con él y dio a luz a Alcmena, a la que se unió
a su vez Zeus gracias a un engaño y engendró a Heracles. Así, pues, se dice que
su línea genealógica remonta, por parte de sus dos progenitores, al más grande
de los dioses, de la manera que hemos indicado. Las virtudes que le adornan se
han considerado no sólo a partir de sus hazañas, sino que ya antes de su
nacimiento le han sido reconocidas. Porque, cuando Zeus se unió a Alcmena,
triplicó la duración de la noche y, por la magnitud del tiempo que se empleó en
la procreación, presagió la fuerza extraordinaria del que iba a nacer. Y no tuvo
en absoluto esta relación para satisfacer un deseo erótico, como ocurrió en el
caso de otras mujeres, sino más bien por el placer de la procreación. Por ello,
puesto que quería legitimar aquella unión, no optó por el uso de la violencia,
ni tampoco confió en persuadir a la mujer, a causa de su decencia; así que se
decidió por el engaño para seducir a Alcmena y tomó completamente la apariencia
de Anfitrión.
Crátera procedente de Paestum, ca. 330 a.C.: Alcmena, condenada a morir en
una pira por su esposo Anfitrión, es salvada por la lluvia de Zeus vertida por
las Híades, que pone de manifiesto su inocencia.
Homero, Ilíada XIX, 78-144
(Traducción de L. Segalá y Estalella)
(Habla
Agamenón)
—¡Oh
amigos, héroes dánaos, ministros de Ares. Bueno será que escuchéis sin
interrumpirme, pues lo contrario molesta aun al que está ejercitado en el
hablar. ¿Cómo se podría oír o decir algo en medio del tumulto producido por
muchos hombres? Hasta un orador, elocuente se turbaría. Yo me dirigiré al
Pelida; pero vosotros, los demás argivos, prestadme atención y cada uno
comprenda bien mis palabras. Muchas veces los aqueos me han increpado por lo
ocurrido, y yo no soy el culpable, sino Zeus, el Hado y la Furia, que vaga en
las tinieblas; los cuales hicieron padecer a mi alma, durante la junta, cruel
ofuscación el día en que le arrebaté a Aquileo la recompensa. Mas ¿qué podía
hacer? La divinidad es quien lo dispone todo. Hija veneranda de Zeus es la
perniciosa Ate, a todos tan funesta: sus pies son delicados y no los acerca al
suelo, sino que anda sobre las cabezas de los hombres, a quienes causa daño, y
se apodera de uno, por lo menos, de los que contienden. En otro tiempo fue
aciaga para el mismo Zeus, que es tenido por el más poderoso de los hombres y de
los dioses; pues Hera, no obstante ser hembra, le engañó cuando Alcmena había de
parir al fornido Heracles en Tebas, ceñida de hermosas murallas. El dios,
gloriándose, dijo así ante todas las deidades:
Nacimiento de Heracles, J.-J.F. Le Barbierthe
—Oídme
todos, dioses y diosas, para que os manifieste lo que en el pecho mi corazón me
dicta. Hoy Ilitia, la que preside los partos, sacará a luz un varón que,
perteneciendo a la familia de los hombres engendrados de mi sangre, reinará
sobre todos sus vecinos.
Respondióle con astucia la venerable Hera:
—Mientes, y no cumplirás lo que dices. Y si no ea, Zeus Olímpico, jura solemnemente que reinará sobre todos sus vecinos el niño que, perteneciendo a la familia de los hombres engendrados de tu sangre, caiga hoy a los pies de una mujer.
—Mientes, y no cumplirás lo que dices. Y si no ea, Zeus Olímpico, jura solemnemente que reinará sobre todos sus vecinos el niño que, perteneciendo a la familia de los hombres engendrados de tu sangre, caiga hoy a los pies de una mujer.
—Tal
dijo: Zeus, no sospechando el dolo, prestó el gran juramento que tan funesto le
había de ser. Hera dejó en raudo vuelo la cima del Olimpo, y pronto llegó a
Argos de Acaya, donde vivía la esposa ilustre de Esténelo Perseida. Y como ésta
se hallara encinta de siete meses cumplidos, la diosa sacó a luz el niño, aunque
era prematuro, y retardó el parto de Alcmena, deteniendo a las Ilitias. Y en
seguida participóselo a Jove Cronión, diciendo:
—¡Padre Zeus, fulminador! Una
noticia tengo que darte. Ya nació el noble varón que reinará sobre los argivos:
Euristeo, hijo de Esténelo Perseida, descendiente tuyo. No es indigno de reinar
sobre aquéllos.
Tales fueron sus palabras y un agudo dolor penetró el alma
del dios, que, irritado en su corazón, cogió a Ate por los nítidos cabellos y
prestó solemne juramento de que Ate, tan funesta a todos, jamás volvería al
Olimpo y al cielo estrellado. Y volteándola con la mano, la arrojó del cielo. En
seguida llegó Ate a los campos cultivados por los hombres. Y Zeus gemía por
causa de ella, siempre que contemplaba a su hijo realizando los penosos trabajos
que Euristeo le impusiera.
Por esto, cuando el gran Héctor, de tremolante casco,
mataba a los argivos junto a las popas de las naves, yo no podía olvidarme de
Ate, cuyo funesto influjo había experimentado. Pero ya que falté y Zeus me hizo
perder el juicio, quiero aplacarte y hacerte muchos regalos, y tú marcha al
combate y anima a los demás guerreros. Voy a darte cuanto ayer te ofreció en tu
tienda el divino Odiseo. Y si quieres, aguarda, aunque estés impaciente por
combatir, y mis servidores traerán de la nave los presentes para que veas si son
capaces de apaciguar tu ánimo los que te brindo.
Rubens, "La vía láctea"
Diodoro de Sicilia, Biblioteca Histórica IV, 6-7 (trad. J.
J. Torres Esbaranch, Madrid, Gredos, 2004)
Entonces Alcmena dio a luz y, temerosa de los celos de
Hera, expuso al recién nacido en un lugar que actualmente recibe por él el
nombre de "Llanura de Heracles". En esto Atenea, acercándose al lugar en
compañía de Hera y maravillada por la naturaleza del niño, persuadió a Hera para
que le diera el pecho; pero, al tirar el niño del pecho con una fuerza superior
a la que por su edad correspondía, Hera no pudo resistir el intenso dolor y se
quitó de encima al recién nacido; luego Atenea lo llevó junto a su madre y le
ordenó que lo criara....
Atenea, Heracles vence a las serpientes, Ificles intenta
huir
...Después de esto, Hera envió dos serpientes para matar al recién
nacido, pero el niño, en lugar de espantarse, las agarró por el cuello, una en
cada mano, y estranguló así a las serpientes. Por ello precisamente los argivos,
al enterarse de lo sucedido, aunque antes se llamaba Alceo, le dieron el nombre
de Heracles, porque gracias a Hera había obtenido la gloria (kléos). A los otros
niños, pues, los padres les imponen un nombre, pero a éste solo le dio nombre el
valor.
Píndaro,
Nemeas 1, 31 ss. (trad. E. Suárez de la Torre)
No deseo poseer mucha riqueza oculta en mi casa, sino
disponer de la que tenga para ser feliz y que digan de mí que ayudo a los
amigos. En común caminan las esperanzas de los hombres que mucho sufren.
Yo deseo perseverar de buen grado en las grandes cimas de
las virtudes de Heracles, evocando la antigua tradición de que, en cuanto de las
entrañas de su madre hasta la asombrosa luz el hijo de Zeus, escapando al dolor
del parto, junto con su hermano gemelo, llegó sin ocultarse a Hera, la de áureo
trono, se echó entre azafranados pañales.
Mas la reina de los dioses con impulsiva animosidad al
momento envió unas serpientes. Las puertas estaban abiertas: ellas penetraron en
el amplio recinto de la habitación ansiosas de envolver a los niños con sus
voraces mandíbulas.
Heracles niño se enfrenta a las serpientes, Reynolds
Mas él irguió derecha la cabeza y por vez primera trabó
combate, sujetando con sus dos manos, sin escapatoria, por los cuellos a las dos
serpientes. El tiempo que así ahorcadas estuvieron hízoles exhalar el aliento de
sus indescriptibles cuerpos. Entonces un insoportable pavor petrificó a todas
las mujeres que atendían al lecho de Alcmena. Incluso ella misma, incorporada de
la cama por su pie, sin peplo, intentaba defenderse a duras penas de la
violencia de los monstruos.
Pronto los capitanes
Cadmeos, todos a una, con broncíneas armas concurrieron y Anfitrión llegó
blandiendo en su mano la espada, desnuda de vaina, afectado por aguda
preocupación, pues a todos por igual nos angustia lo propio, mientras que pronto
se descuida el corazón de la desgracia ajena.
Detúvose lleno de asombro de agridulce mezcla, pues había
visto el valor inusitado y la fuerza de su hijo. Contradijeron los inmortales
las palabras de los mensajeros. Hizo venir a su vecino, el excelso profeta de
Zeus altísimo, Tiresias, adivino infalible; éste le reveló, a él y a todo su
pueblo, con qué clase de vicisitudes iba a encontrarse su hijo, a cuántas fieras
salvajes en tierra firme mataría y a cuántas en el mar. Afirmó que habría de dar
la más espantosa muerte a aquel hombre que caminara apoyado en torcida
insolencia. Que cuando los dioses en la llanura de Flegra con los gigantes
trabasen batalla, éstos, alcanzados por sus flechas, por tierras habrían de
cubrir de polvo sus luminosas cabezas predijo. Mas él, luego de obtener,
viviendo en continua paz por el resto de los días en feliz morada, tranquilidad
sin par y tras recibir por esposa a la floreciente Hebe y celebrar el nupcial
banquete con Zeus Crónida cubriría de alabanzas su venerable ley.
Anfitrión. Pintura pompeyana
Hesíodo,
Escudo 77 ss. (trad. A. Pérez Jiménez – A. Martínez Díez)
“¡Héroe
Yolao, el más querido con mucho de los mortales! Sin duda que algún gran
pecado contra los Inmortales bienaventurados que habitan el Olimpo cometió
Anfitrión cuando llegó a la bien coronada Tebas abandonando Tirinto, ciudad bien
construida, tras matar a Electrión por unas vacas de ancha frente.
Acudió a Creonte y a Heníoca
la de largo peplo, que le recibieron y le procuraron todo tipo de comodidas,
cual es norma para con los suplicantes; y le honraron entonces mucho, de
corazón. Vivía ufano con la Electriona de bellos tobillos, su esposa; y en
seguida, al cabo de los años, nacimos nosotros, ni en físico parecidos, ni en
espíritu, tu padre y yo.
A aquél, Zeus le hizo perder
la razón; pues, abandonando su casa y sus padres, se marchó para honrar al impío
Euristeo, ¡desventurado! Muchas veces debió lamentarse luego, al soportar su
ruina; mas ésta es irrevocable. A mí, por el contrario, un dios me puso
terribles trabajos.
Heracles en la encrucijada
"Cuando Heracles estaba pasando de la niñez a la
adolescencia, momento en el que los jóvenes al hacerse independiente revelan si
se orientarán en la vida por el camino de la virtud o por el del vicio, cuentan
que salió a un lugar tranquilo y se sentó sin saber por cual de los dos caminos
se dirigiría. Y aunque se le aparecieron dos mujeres altas que se acercaban a
él, una de ellas de hermoso aspecto y naturaleza noble, engalanado de pureza su
cuerpo, la mirada púdica, su figura sobria, vestida de blanco. La otra estaba
bien nutrida, metida en carnes y blanda, embellecida de color, de modo que
parecí más blanca y roja de lo que era, tenía los ojos abiertos de par en par y
llevaba un vestido que dejaba entrever sus encantos juveniles. Se contemplaba
sin parar, mirando si algún otro la observaba, y a cada momento incluso se
volvía a mirar su propia sombra.
Cuando estuvieron más cerca de Heracles, mientras la descrita en primer lugar seguía andando al mismo paso, la segunda se adelantó ansiosa de acercarse a Heracles y dijo: " te veo indeciso, Heracles, sobre el camino de la vida que has de tomar. Por ello, si me tomas por amiga, yo te llevaré por el camino más dulce y fácil, no te quedarás sin probar ninguno de los placeres y vivirás sin conocer las dificultades. en primer lugar, no tendrás que preocuparte de guerras ni trabajos, sino que te pasarás la vida pensando qué comida o bebida agradable podrías encontrar, qué podrías ver u oír para deleitarte, qué te gustaría oler o tocar, con qué jovencitos te gustaría más estar acompañado, cómo dormirías más blando, y cómo conseguirías todo ello con el menor trabajo. Y si alguna vez te entra el recelo de los gastos para conseguir todo eso, no temas que yo te lleve a esforzarte y atormentar tu cuerpo y tu espíritu para procurártelo, sino que tú aprovecharas el trabajo de los otros, sin privarte de nada de lo que se pueda sacar algún provecho, porque a los que me siguen yo les doy la facultad de sacar ventajas por todas partes".
Dijo Heracles al oír estas palabras: " Mujer, ¿cuál es tu nombre? Y ella respondió: " Mis amigos me llaman Felicidad, pero los que me odian, para denigrarme, me llaman Maldad".
En esto se acercó la otra mujer y dijo: "Yo he venido también a ti, Heracles, porque sé quiénes son tus padres y me he dado cuenta de tu carácter durante tu educación. Por ello tengo la esperanza de que, si orientas tu camino hacia mi, seguro que podrás llegar a ser un buen ejecutor de nobles y hermosas hazañas y que yo misma seré mucho mas estimada e ilustre por los bienes que te otorgo. No te voy a engañar con preludios de placer, sino que te explicaré cómo son las cosas en realidad, tal como los dioses las establecieron. Porque de cuantas cosas buenas y nobles existen, los dioses no conceden nada a los hombres sin esfuerzo ni solicitud, sino que, si quieres que los dioses te sean propicios, tienes que honrarles, si quieres que tus amigos te estimen, tienes que hacerles favores, y si quieres que alguna ciudad te honre, tienes que servir a la ciudad; si pretendes que toda Grecia te admire por tu valor, has de internar hacerle a Grecia algún bien; si quieres que la tierra te dé frutos abundantes, tienes que cuidarla; si crees que debes enriquecerte con el ganado, debes preocuparte del ganado, si aspiras a prosperar con la guerra y quieres ser capaz de ayudar a tus amigos y someter a tus enemigos, debes aprender las artes marciales de quienes las conocen y ejercitarte en la manera de utilizarlas. Si quieres adquirir fuerza física, tendrás que acostumbrar a tu cuerpo a someterse a la inteligencia y entrenarlo a fuerza de trabajos y sudores".
Cuando estuvieron más cerca de Heracles, mientras la descrita en primer lugar seguía andando al mismo paso, la segunda se adelantó ansiosa de acercarse a Heracles y dijo: " te veo indeciso, Heracles, sobre el camino de la vida que has de tomar. Por ello, si me tomas por amiga, yo te llevaré por el camino más dulce y fácil, no te quedarás sin probar ninguno de los placeres y vivirás sin conocer las dificultades. en primer lugar, no tendrás que preocuparte de guerras ni trabajos, sino que te pasarás la vida pensando qué comida o bebida agradable podrías encontrar, qué podrías ver u oír para deleitarte, qué te gustaría oler o tocar, con qué jovencitos te gustaría más estar acompañado, cómo dormirías más blando, y cómo conseguirías todo ello con el menor trabajo. Y si alguna vez te entra el recelo de los gastos para conseguir todo eso, no temas que yo te lleve a esforzarte y atormentar tu cuerpo y tu espíritu para procurártelo, sino que tú aprovecharas el trabajo de los otros, sin privarte de nada de lo que se pueda sacar algún provecho, porque a los que me siguen yo les doy la facultad de sacar ventajas por todas partes".
Dijo Heracles al oír estas palabras: " Mujer, ¿cuál es tu nombre? Y ella respondió: " Mis amigos me llaman Felicidad, pero los que me odian, para denigrarme, me llaman Maldad".
En esto se acercó la otra mujer y dijo: "Yo he venido también a ti, Heracles, porque sé quiénes son tus padres y me he dado cuenta de tu carácter durante tu educación. Por ello tengo la esperanza de que, si orientas tu camino hacia mi, seguro que podrás llegar a ser un buen ejecutor de nobles y hermosas hazañas y que yo misma seré mucho mas estimada e ilustre por los bienes que te otorgo. No te voy a engañar con preludios de placer, sino que te explicaré cómo son las cosas en realidad, tal como los dioses las establecieron. Porque de cuantas cosas buenas y nobles existen, los dioses no conceden nada a los hombres sin esfuerzo ni solicitud, sino que, si quieres que los dioses te sean propicios, tienes que honrarles, si quieres que tus amigos te estimen, tienes que hacerles favores, y si quieres que alguna ciudad te honre, tienes que servir a la ciudad; si pretendes que toda Grecia te admire por tu valor, has de internar hacerle a Grecia algún bien; si quieres que la tierra te dé frutos abundantes, tienes que cuidarla; si crees que debes enriquecerte con el ganado, debes preocuparte del ganado, si aspiras a prosperar con la guerra y quieres ser capaz de ayudar a tus amigos y someter a tus enemigos, debes aprender las artes marciales de quienes las conocen y ejercitarte en la manera de utilizarlas. Si quieres adquirir fuerza física, tendrás que acostumbrar a tu cuerpo a someterse a la inteligencia y entrenarlo a fuerza de trabajos y sudores".
Sarcófago con los doce trabajos procedente de Genzano. British
Museum
Pausanias V, 10, 9 (trad. Mª C. Herrero Ingelmo)
En Olimpia están también
representados la mayoría de los trabajos de Heracles. Encima de las puertas del
templo está la caza del jabalí de Arcadia, el trabajo contra Diomedes el tracio
y el trabajo contra Geríones en Eritea, y disponiéndose a recibir la carga de
Atlas, y limpiando la región de los eleos de estiércol. Encima de las puertass
del opistódomo está quitando el cinturón a la Amazona, y el tema de la cierva y
del toro en Cnoso, de los pájaros de Estinfelo, y de la hidra y del león del
país de Argos.
Heracles sentado sobre la piel de león y apoyado en su maza.
Crátera del Sur de Italia ca. 400 a.C.
Progenie de los monstruos abatidos por Heracles
Hesíodo,
Teogonía 306 ss. (trad. A. Pérez Jiménez – A. Martínez Díez)
Con ella (Equidna) cuentan
que el terrible, violento y malvado Tifón tuvo contacto amoroso, con la joven de
vivos ojos. Y preñada, dio a luz feroces hijos: primero parió al perro Orto para Gerión. En segundo lugar
tuvo un prodigioso hijo, indecible, el sanguinario Cerbero, perro de
broncíneo ladrido de Hades, de cincuenta cabezas, despiadado y feror. En tercer
lugar engendró a la perversa Hidra de Lerna, a la que alimentó Hera, diosa de blancos
brazos, irritada terriblemente con el fornido Heracles. La aniquiló el hijo de
Zeus con su implacable bronce, el Anfitriónida Heracles, con la ayuda del
belicoso Yolao, según los planes de Atenea amiga de botín.
La Hidra parió a la
terrible, enorme, ágil y violenta Quimera, que exhala indómito fuego. Tres eran sus cabezas:
una de león de encendidos ojos, otra de cabra y la tercera de serpiente, de
violento dragón. [León por delante, dragón por detrás y cabra en medio,
resoplaba una terrible y ardiente llama de fuego]. Pégaso la mató y el valiente
Belerofonte.
Ésta, amancebada con Orto,
parió a la funesta Esfinge, ruina para los cadmeos, y al
león de Nemea, al que Hera, célebre esposa de Zeus,
crió y puso en los montes de Nemea, calamidad para los hombres. Allí devastaba
las tribus de hombres que habitaban el lugar y era dueño de Treto, Nemea y
Apesante. Pero lo mató el vigor del fornido Heracles.
La locura de
Heracles
Apolodoro, Biblioteca II, 4,
12 - 5, 1
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
...Hera, celosa, lo
enloqueció y Heracles arrojó al fuego a sus hijos habidos en Mégara y a dos de Ificles;
por ello se condenó a sí mismo al exilio y, purificado por Tespio, marchó a
Delfos y preguntó al dios dónde debería vivir. La Pitia entonces lo llamó por
primera vez Heracles, pues antes era conocido por Alcies, y le dijo que habitara
en Tirinto sirviendo a Euristeo doce años y que realizara los diez trabajos que
le impondrían; y añadió que, una vez terminados, sería inmortal. Al oír aquello,
Heracles marchó a Tirinto y cumplió lo mandado por Euristeo. Éste primero le
ordenó traer la piel del león de Nemea...
Seis primeros Trabajos desarrollados en el Peloponeso:
El león de Nemea, la hidra de Lerna, la cierva
cerinitia, el jabalí de Erimanto, el establo de Augías en Élide, las aves del
lago Estínfalo
1. El León de Nemea
Teócrito, Idilios XXV, 194 ss. (trad. M.
García Teijeiro – T. Molinos)
(Habla
Heracles)
“...En cuanto a ese monstruoso león, puedo
contarte cómo sucedió todo, pues que quieres saberlo, menos de dónde vino, que
eso, aun siendo muchos los argivos, ninguno podría decirlo con certeza.
Suponemos sólo que algún inmortal, irritado con los descendientes de Foroneo por
los sacrificios, les envió tal azote.
Cual río desbordado,
asaltaba el león con gran violencia a todos los del valle; a los de Bembina
especialmente, que moraban cerca de él y padecían lo insufrible. Ése fue el
primer trabajo que me ordenó realizar Euristeo, él me mandó matar a la terrible
bestia.
Yo me puse en camino
con mi flexible arco y la hueca aljaba repleta de flechas. Llevaba en la otra
mano una sólida maza de copudo acebuche, con corteza y con médula, que había yo
hallado al pie del sagrado Helicón y arrancado de cuajo con toda su maraña de
raíces.
Cuando llegué al lugar
frecuentado por el león, tomé el arco, sujeté a su corvo extremo la cuerda y les
puse enseguida una saeta cargada de gemidos. Por todas partes paseaba la vista
acechando al monstruo destructor, tratando de verlo antes de que él a mí me
divisara. Era mediodía, y aún no había podido encontrar sus huellas ni percibir
su rugido. Tampoco se veía a ningún hombre con sus bueyes, a ninguno ocupado en
los surcos, que esperaban la siembra, a quien yo preguntar: el pálido temor
retenía a cada cual en las majadas. Mas no cesé de andar y de explorar el
frondoso monte hasta que llegué a verlo y pude presto poner mi fuerza a
prueba.
Llegó antes de que
cayera la tarde, camino de su cueva, ahíto de carnes y de sangre, su áspera
melena y torvo rostro y pecho sucios de la matanza, lamiéndose las fauces con la
lengua. Yo me oculté al punto en la umbrosa maleza junto a una vereda del
bosque, aguardando a que viniera; y, según llegaba, lo alcancé con un dardo
cerca del flanco izquierdo sin nada conseguir, que la flecha no penetró en su
carne, aunque era aguda, sino que de rebote fue a caer sobre la verde hierba. El
león, asombrado, alzó del suelo su parda cabeza con rapidez y lo recorrió todo
atentamente con la vista, abiertas sus fauces y mostrando los voraces dientes.
Yo le envié con el arco otra
flecha, irritado porque la anterior hubiera salido inútil de mis manos, y lo
alcancé en medio del pecho, donde están los pulmones; mas ni aun así el dardo
repleto de dolores atravesó su piel, sino que le cayó delante de los pies
inútilmente. Iba a tensar el arco por tercera vez, con el corazón lleno de
profundo disgusto, cuando aquella bestia terrible, mirando en torno suyo, me
divisó, y, recogiendo su larga cola alrededor de los corvejones, se dispuso
enseguida a luchar. Todo su cuello se llenó de furor, y con la rabia se le erizó
la rojiza melena; el espinazo se le encorvó como si fuera un arco, mientras todo
su cuerpo se encogía sobre ijares y grupa.
Como cuando un
fabricante de carros, diestro en muchas labores, dobla ramos nuevos de hendible
cabrahígo, después de haberlos calentado al fuego, para hacer las ruedas de un
carro de eje, y mientras la está combando, escapa de sus mano la larga rama y
salta lejos con su solo impulso, así se precipitó sobre mí bruscamente el
terrible león desde lejos, ansioso de cebarse en mi carne. Con una mano
interpuse yo mis dardos y el doble manto que quité de los hombros; con la otra
levanté la seca clava sobre mi cabeza y le golpeé en el cráneo. Sobre la velluda
testa de aquel animal invencible se me partió el rugoso acebuche, pero él cayó
al suelo de su salte antes de alcanzarme, y se quedó parado sobre sus patas
inseguras sacudiendo la cabeza. Las tinieblas rodearon sus dos ojos, pues con el
golpe se le habían sacudido los sesos dentro del cráneo.
Yo, comprendiendo que los
agudos dolores habíanlo aturdido, antes de que volviera a recobrarse, arrojé al
suelo arco y aljaba de muchas costuras, y me apresuré a golpear la cerviz de
aquel cuello inquebrantable. Luego procuré estrangularlo con el apretar de mis
manos poderosas desde atrás, para que no me destrozara la carne con sus garras;
con los talones pisaba sus patas traseras y las sujetaba firmemente contra el
suelo, y con mis muslos aprisionaba sus ijares, hasta que lo alcé con mis
brazos, lo extendí exánime en el suelo, y el espacioso Hades recibió su ánima.
Me puse entonces a pensar en
cómo arrancar de los miembros de la fiera muerta la velluda piel, tarea nada
fácil, porque, cuando lo intentaba, no le hacían mella ni el hierro, ni las
piedras, ni la madera. Algún inmortal me inspiró en aquel trance la idea de
cortar la piel con las mismas garras del león. Con ellas lo desollé en seguida,
y la puse sobre mi cuerpo como protección en las tajantes batallas de la guerra.
Tal, amigo, fue el fin de la fiera nemea, que tantos males había causado antes a
hombres y a rebaños.
2. La hidra de Lerna
Heracles y la Hidra
Apolodoro, Biblioteca II, 5, 2
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
Como segundo trabajo le ordenó matar a la Hidra de Lerna. Ésta, criada
en el pantano de Lerna, irrumpía en el llano y destruía el campo y los ganados.
La Hidra tenía un cuerpo enorme, con nueve cabezas, ocho mortales y la del
centro inmortal. Heracles, montado en un carro que guiaba Yolao, llegó a Lerna y refrenó los caballos; al descubrir la
Hidra en una colina, junto a la fuente Amimone donde tenía su madriguera, la
obligó a salir arrojándole flechas encendidas, y una vez fuera la apresó y
dominó, aunque ella se mantuvo enroscada en una de sus piernas.
Atenea, Heracles, mordido por el cangrejo enviado por Hera, la
Hidra y Yolao
De nada servía golpear las cabezas con la maza, pues cuando
aplastaba una surgían dos. Un enorme cangrejo favorecía a la Hidra mordiendo el
pie de Heracles. Él lo mató y luego pidió ayuda a Yolao, quien, después de
incendiar parte de un bosque cercano, con los tizones quemó los cuellos de las
cabezas e impidió que resurgieran. Evitada así su proliferación cortó la cabeza
inmortal, la enterró y le puso encima una pesada roca, cerca del camino que a
través de Lerna conduce a Eleúnte. Abrió el cuerpo de la Hidra y sumergió las
flechas en su bilis. Pero Euristeo dijo que este trabajo no sería contado entre
los diez porque no había vencido a la Hidra Heracles solo sino con ayuda de
Yolao.
Véase: trabajos de los alumnos
3. La cierva cerinitia
Atenea, Heracles, cierva cerinitia y Ártemis
Apolodoro, Biblioteca II, 5, 3
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
Como tercer trabajo le ordenó
traer viva a Micenas la cierva cerinitia. Tenía cuernos de oro y estaba en Énoe
consagrada a Ártemis; por eso Heracles no quería matarla ni herirla, y la
persiguió un año entero. Cuando la cierva fatigada por el acoso huyó al monte
llamado Artemisio, y desde allí al río Ladón, al ir a cruzarlo, Heracles,
flechándola, se apoderó de ella y la transportó sobre sus hombros a través de
Arcadia. Pero Ártemis, acompañada por Apolo, se encontró con él, quiso
arrebatársela y le reprochó haber atentado contra un animal consagrado a ella.
Heracles, alegando su obligación e inculpando a Euristeo, aplacó la cólera de la
diosa y llevó el animal vivo a Micenas.
Euristeo refugiado en la tinaja, Heracles con el jabalí
Apolodoro, Biblioteca II, 5, 4
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
Como cuarto trabajo le mandó traer
vivo el jabalí erimantio; este animal
devastaba Psófide, bajando el monte que llamaban Erimanto. Heracles, al atravear
Fóloe, se hospedó en casa del centauro Folo... marchó a cazar el jabalí; cuando con sus gritos
lo hubo ahuyentado de un matorral, lo hizo adentrarse, ya exhausto, en un lugar
de nieve espesa, y enlazadolo condujo a Micenas.
Yolao, Heracles con el jabalí, Euristeo refugiado en la tinaja y
Atenea
Diodoro de Sicilia,
Biblioteca Histórica IV, 12, 1-2 (trad. J. J. Torres Esbaranch, Madrid,
Gredos, 2004)
El tercer encargo que recibió fue
llevar vivo el jabalí de Erimanto, que habitaba en el Lampea, en Arcadia. Este
encargo parecía ser de una gran dificultad, puesto que quien luchara con tal
fiera precisaba tener una superioridad tan grande que le permitiera, en el
momento del combate, calcular con precisión el momento oportuno. Porque, si
dejaba libre la fuerza del animal, tendría que afrontar el peligro de sus
colmillos, mientras que si le atacaba más de lo necesario, le mataría, con lo
que el trabajo quedaría sin cumplimiento. Sin embargo, durante el combate,
Heracles consiguió aplicar exactamente la justa proporción y llevó el jabalí
vivo a Euristeo. El rey, cuando le vio con la fiera a las espaldas, tuvo miedo y
se escondió en un tonel de bronce.
5. Los establos de Augías
Apolodoro, Biblioteca II, 5, 5
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
Como quinto trabajo Euristeo le
ordenó sacar en un día el estiércol del ganado de Augías. Éste era rey de Élide,
hijo de Helios, según unos, según otros de Posidón, y según otros aún de
Forbante, y poseía muchos rebaños de ganado. Heracles se presentó a él y sin
revelarle la orden de Euristeo le dijo que sacaría el estiércol en un solo día a
cambio de la décima parte del ganado. Augías, aunque incrédulo, aceptó el trato;
Heracles, puesto por testigo Fileo, el hijo de Augías, abrió una brecha en los
cimientos del establo y desviando el curso del Alfeo y del Peneo, que discurrían
cercanos, los encauzó hacia allí e hizo otra abertura como desagüe. Al enterarse
Augías de que esto se había realizado por orden de Euristeo, no quiso pagar lo
estipulado, y ademásnegó haberlo prometido, y se manifestó dispuesto a
comparecer en juicio por ello. Cuando los jueces ocuparon sus asientos, Fileo,
citado por Heracles, testificó contra su padre, afirmando que éste había
accedido a recompensarlo. Augías, colérico, antes de que se emitiera el fallo
desterró de Élide a Fileo y a Heracles. Fileo se dirigió a Duliquio y allí
habitó; Heracles se presentó en Oleno ante Dexámeno, cuando éste se veía forzado
a entregar en matrimonio su hija Mnesímaca al centauro Euritión; al requerir su
ayuda Dexámeno, mató a Euritión, que ya iba en busca de su prometida. Mas
Euristeo tampoco aceptó el trabajo entre los diez, alegando que se había hecho
por salario.
6. Las aves del lago Estínfalo
Heracles flechando a las aves estinfálidas
Apolodoro, Biblioteca II, 5, 6
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
Como sexto trabajo le encargó
ahuyentar las aves estinfálidas. En la ciudad de Estínfalo, en Arcadia, había un
lago llamado Estinfálide, oculto por abundante vegetación, donde se habían
refugiado innumerables aves, temerosas de ser presa de los lobos. Heracles no
sabía cómo hacerlas salir de la espesura, pero Atenea le proporcionó unos
crótalos de bronce, dádiva de Hefesto, y él entonces, haciéndolos sonar en una
montaña próxima a lago, espantó a las aves, que incapaces de soportar el ruido
alzaron el vuelo atemorizadas y de esta manera Heracles las flechó.
Seis Trabajos desarrollados fuera del Peloponeso >
Heracles panhelénico
7. El toro de Creta
Heracles y el toro cretense
Apolodoro, Biblioteca II, 5, 7
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
Como séptimo trabajo le impuso
traer el toro de Creta. Según Acusilao éste había transportado a Europa para
Zeus. Según otros, Posidón lo había hecho surgir del mar cuando Minos prometió
ofrendarle lo que saliera del mar: se dice que, admirado de la belleza del toro,
lo envió a la manara y en su lugar sacrificó otro a Posidión, por lo cual el
dios encolerizado hizo salvaje al toro. Heracles marchó a Creta en su busca, y
al pedir ayuda a Minos éste le contestó que luchara por apresarlo; una vez
capturado el toro, Heracles lo llevó a Euristeo, quien al verlo lo dejó en
libertad. El toro anduvo errante por Esparta y toda la Arcadia, y atravesando el
Istmo llegó a Maratón, en el Ática, donde dañaba a los habitantes.
8. Las yeguas de Diomedes
Heracles con una yegua de Diomedes. Metopa procedente del
Hefesteion
Apolodoro, Biblioteca II, 5, 8
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
Como octavo trabajo le ordenó
llevar a Micenas las yeguas de Diomedes el tracio. Éste, hijo de Ares y Cirene,
era rey de los bístones, pueblo tracio muy belicoso, y poseía yeguas
antropófogas. Heracles zarpó con algunos voluntarios y, dominando a los
guardianes de los pesebres, condujo a las yeguas en dirección al mar. Cuando los
bístones acudieron armados a rescatar las yeguas, él las encomendó a la custodia
de Abdero, hijo de Hermes, oriundo de Opunte, en Lócride, y favorito de
Heracles; pero las yeguas lo mataron arrastrándolo. Heracles en combate con los
bístones dio muerte a Diomedes y obligó a huir a los restantes; fundó la ciudad
de Abdera junto al sepulcro del desaparecido Abdero, y reuniendo las yeguas se
las entregó a Euristeo. Éste las soltó y las yeguas se dirigieron al monte
Olimpo donde acabaron devoradas por las fieras.
"Los caballos de Diomedes", G. Moreau (1826-1898)
Diodoro de Sicilia, Biblioteca Histórica IV, 15, 3 (trad.
J. J. Torres Esbaranch, Madrid, Gredos, 2004)
A continuación emprendió el
trabajo de traer las yeguas de Diomedes, el Tracio. Tenían comederos de bronce a
causa de su ferocidad y estaban atadas con cadenas de hierro a causa de su
fuerza; como alimento, no tomaban lo que producía la tierra, sino los miembros
de los extranjeros que ellas mismas despedazaban, con lo que tenían como
alimento la desgracia de los pobres. Heracles, para domarlas, les echó a su
dueño Diomedes y, una vez que hubo saciado el apetito de aquellas bestias con la
carne del que les enseñaba las fechorías, consiguió domeñarlas. Cuando le
llevaron las yeguas, Euristeo las consagró a Hera, y ocurrió que su descendencia
continuó consagrada hasta el reinado de Alejandro, el Macedón.
Heracles se enfrenta a las amazonas
Apolodoro, Biblioteca II, 5, 9
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
Como noveno trabajo ordenó a
Heracles conseguir el cinturón de Hipólita. Ésta era reina
de las amazonas, que habitaban cerca del río Termodote, pueblo sobresaliente
en la guerra, pues practicaban las costumbres viriles; y cada vez que, a causa
de relaciones sexuales, tenían hijos, criaban sólo a las hembras y les
comprimían el pecho derecho para que no les estorbara al lanzar la jabalina,
mientras que les dejaban el izquierdo para amamantar. Hipólita ostentaba el
cinturón de Ares, símbolo de su soberanía. Heracles fue enviado a buscar este
cinturón porque Admete, hija de Euristeo, deseaba poseerlo. Acompañado por
voluntarios se hizo a la mar con una sola nave y arribó a la isla de Paros...
Hipólita. Museo del
Ermitage
Llegado al puerto de Temiscira, se presentó ante él
Hipólita, le preguntó por qué había ido y le prometió entregarle el cinturón;
pero Hera, bajo la apariencia de una de las amazonas, iba y venía entre la
multitud diciendo que los extranjeros recién llegados habían raptado a su reina;
así ellas cabalgaron con las armas hacia la nave. Cuando Heracles las vio
armadas, creyendo que se trataba de un engaño, mató a Hipólita y la despojó del
cinturón; después de pelear con las restantes se hizo a la mar y arribó a Troya.
10. Las vacas de Gerión
Atenea, Heracles, Euritión en el suelo, Gerión, Menetes
Apolodoro, Biblioteca II, 5, 10
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
Como décimo trabajo le encargó
traer de Eritía las vacas de Gerión. Eritía, ahora llamada Gadir, era una isla
situada cerca del Océano; la habitaba Gerión, hijo de Crisaor y de la oceánide
Calírroe; tenía el cuerpo de tres hombres, fundidos en el vientre, y se escindía
en tres desde las caderas y los muslos.
Poseía unas vacas rojas, cuyo
vaquero era Euritión, y su guardián Orto, el perro de dos cabezas nacido de Tifón y Equidna.
Yendo, pues, en busca de las vacas de Gerión a través de Europa, después de
matar muchos animales salvajes, entró en Libia y, una vez en Tartessos, erigió
como testimonio de su viaje dos columnas enfrentadas en los límites de Europa y
Libia.
Helios asaeteado por
Heracles
Abrasado por Helios en el
trayecto tendió el arco contra el dios, y éste, admirado de su audacia, le
proporcionó una vasija de oro en la
que cruzó el océano.
Heracles en la copa de Helios
Heracles, Ortro y
Gerión
Ya en Eritía, pasó la noche en el
monte Abas; el perro, al darse cuenta, lo atacó, pero él lo golpeó con la maza y
mató al vaquerizo Euritión, que había acudido en ayuda del perro. Menetes, que
apacentaba allí las vacas de Hades, comunicó lo sucedido a Gerión, quien alcanzó
a Heracles cerca del río Antemunte cuando se llevaba las vacas y, trabajo
combate, murió de un flechazo. Heracles embarcó el ganado en la copa, y habiendo
navegado hasta Tartesos, se la devolvió a Helios.... Llevó las vacas a Micenas y
las entregó a Euristeo, quien las sacrificó a Hera.
Heracles conduce la vacada de Gerión
Diodoro de Sicilia, Biblioteca Histórica IV, 19-21
(trad. J. J. Torres Esbaranch, Madrid, Gredos, 2004)
Heracles confió el reino de los
iberos a los indígenas más nobles, luego tomó sus tropas y llegó a la Céltica y,
recorriéndola en su totalidad, puso fin a los delitos y asesinatos de
extranjeros que allí eran usuales... Luego Heracles siguió camino desde la
Céltica hasta Italia y, al atravesar la región montañosa de los Alpes, abrió una
nueva ruta que suavizó la dureza y la dificultad de acceso del camino, de modo
que pudiera ser accesible a los ejércitos y a las bestias de carga.... Y después
de haber atravesado los Alpes y la llanura de la región llamada actualmente
Galia, siguió camino a través de Liguria... Después de haber atravesado el país
de los ligures y el de los tirrenos, Heracles llegó al río Tíber y estableció su
campamento en el lugar donde actualmente se encuentra Roma.
Caco por Poussin
Ovidio, Fastos I,
543-578 (trad. M. A. Marcos Casquero, Univ. León, 1990). Véase Virgilio, Eneida VIII, 190-433
Mas he aquí que el héroe portador
de la maza, que ha recorrido un largo camino a través del mundo, conduce a estos
lugares los bueyes eriteos. Mientras la morada tegea le ofrece hospitalidad, los
bueyes sin vigilancia alguna vagan errantes por los dilatados pastizales. Llega
la mañana: el mayoral tirintio, despertado de su sueño, se da cuenta de que le
han desaparecido dos bueyes. En su búsqueda no ve huella alguna del furtivo
robo: el feroz Caco había arrastrado a los animales a reculas hasta su cueva;
Caco, terror y deshonra del bosque Aventino, no pequeña calamidad para vecinos y
extranjeros. Siniestro era el aspecto de aquel hombre; sus fuerzas, en
consonancia con su cuerpo, que era enorme; (el padre de este monstruo era
Mulciber [Hefesto/Vulcano]; como morada habitaba una ingente caverna de largas
galerías, escondida y difícilmente localizable incluso para las fieras salvajes.
Sobre la puerta pendían clavadas cabezas y brazos; y el árido suelo blanqueaba
de osamentas humanas. Después de haber perdido una parte de sus bueyes, el hijo
de Júpiter se marchaba, cuando los animales robados lanzaron un mugido de ronca
resonancia. “Atiendo a vuestra llamada”, -dijo-, y guiado por el sonido, a
través de los bosques, el Vencedor llegó hasta la impía caverna.
Heracles vence a Caco.
Florencia, Plaza de la Segnoria
Caco había obstruido la entrada
con una barricada de roca; a duras penas diez yuntas hubieran podido remover
aquella mole. Hércules apoya en ella sus espaldas –aquellas en las que había
descansado el cielo mismo- y con su sacudida desplaza hacia un lado el enorme
bloque. Al volcarlo, su estrépito aterró a los cielos, y la tierra se hundió
bajo el impacto del peso de aquella masa. Viniendo a las manos, es Caco quien
ataca primero y, feroz, combate con piedras y troncos de árbol. Como con ello
nada consigue sintiéndose inferior, recurre a las artimañas de su padre y
comienza a vomitar llamas por su retumbante boca. Cada vez que las exhala se
creería que Tifeo respira y que el fuego del Etna lanza un feroz rayo. Se le
anticipa Alcides y la maza de tres nudos que enarbola se abate tres y cuatro
veces sobre el rostro de su enemigo. Caco sucumbe y vomita humo mezclado con
sangre; moribundo, va a golpear la tierra con su ancho pecho. El Vencedor inmola
en tu honor, Júpiter, uno de aquellos toros, e invita a Evandro y a los
campesino de aquellos lugares, y se erige a sí mismo un Ara, que es denominada
Máxima, en aquella zona de Roma que toma su nombre del buey. La madre de Evandro
no oculta que está cercano el momento en que la tierra deje de disfrutar de los
servicios de su amado Hércules. Por su parte, la feliz profetisa, después de
haber vivido muy apreciada por los dioses, preside como diosa este día en el mes
de Jano [el día undécimo].
11.Las manzanas del Jardín de las
Hespérides
Hespérides en su jardín con el dragón que defiende las
manzanas
Apolodoro, Biblioteca II, 5, 11
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
Cumplidos los
trabajos en ocho años y un mes, al no aceptar Euristeo ni el del ganado de
Augías ni el de la Hidra, como undécimo trabajo le ordenó hacerse con las
manzanas de oro de las Hespérides. Estas manzanas no estaban en Libia como han
dicho algunos, sino en el Atlas, entre los Hiperbóreos. Gea se las había
regalado a Zeus cuando se desposó con Hera. Las guardaba un dragón inmortal,
hijo de Tifón y Equidna, que tenía cien cabezas y emitía muchas y diversas
voces. Con él vigilaban también las Hespérides, Egle, Eritía, Hesperia y
Aretusa....
Heracles y Nereo
Heracles a
través de Iliria se dirigió apresuradamente al río Erídano y llegó ante las
ninfas, hijas de Zeus y Temis. Éstas lo encaminaron a Nereo, a quien Heracles
apresó mientras dormía y, aunque el dios adoptó toda clase de formas, lo ató y
no lo soltó hasta que supo por él dónde se encontraban las Hespérides y sus
manzanas.
Una vez
informado atravesó Libia. Reinaba allí
Anteo, hijo de Posidón, que daba muerte a los extranjeros obligándolos a luchas.
Forzado a pelear con él, Heracles lo mató con su abrazo mientras lo mantenía en
vilo, pues si tocaba la tierra se vigorizaba, y por ello algunos dijeron que era
hijo de Gea.
Heracles y Anteo
Heracles y Busiris
Después de Libia cruzó
Egipto, donde reinaba Busiris, hijo de Posidón y Lisianasa, hija de Épafo.
Busiris solía inmolar extranjeros en el ara de Zeus en cumplimiento de cierto
oráculo: desde hacía nueve años la escasez afligía a Egipto, y Frasio, un
adivino llegado de Chipre, había dicho que cesaría la esterilidad si cada año se
sacrificaba un extranjero a Zeus. Busiris empezó por degollar al adivino y
continuó con los extranjeros que llegaban. También Heracles fue apresado y
llevado al altar, pero rompiendo las ligaduras dio muerte a Busiris y a su hijo
Anfidamante.
A través de Asia llegó a
Termidras, puerto de los lindios, y después de desuncir uno de los bueyes del
carro de un boyero lo sacrificó y se dio un festín. El boyero, incapaz de
defenderse, desde una montaña lo maldijo; por eso también hoy, cuando se ofrecen
sacrificios a Heracles, se hacen acompañados de imprecaciones.
A su paso por Arabia mató a
Ematión, hijo de Titono. Al llegar, por tierras de Libia, al mar exterior,
recibió la copa de Helios; habiendo cruzado al continente opuesto flechó en el
Cáucaso al águila, nacida de Equidna y Tifón, que devoraba el hígado de
Prometeo.
Heracles y Prometeo con el águila
que le devora el hígado
Liberó a éste escogiendo
como vínculo el olivo, y presentó ante Zeus a Quirón que, aunque inmortal,
estaba dispuesto a morir en su lugar.
Prometeo había advertido a
Heracles que no fuera él mismo a buscar las manzanas, sino que enviase a
Atlante, y que sostuviera entretanto la
bóveda celeste; así, cuando llegó al país de los Hiperbóreos ante Atlante, lo
reemplazó, según el consejo recibido.
Atenea, Heracles que sostiene
la bóveda del mundo, Atlas que le presenta las manzanas. Metopa de
Olimpia
Atlante, después de coger de las
Hespérides tres manzanas, regresó junto a Heracles. Y para no cargar de nuevo
con el cielo dijo que él mismo llevaría las manzanas a Euristeo, y ordenó a
Heracles que sostuviera la bóveda celeste en su lugar. Heracles accedió, pero
con astucia consiguió devolvérsela a Atlante. Aconsejado por Prometeo lo invitó
a soportarla mientras él se colocaba una almohadilla en la cabeza. Al oír esto,
Atlante dejó las manzanas en el suelo y sostuvo la bóveda; entonces Heracles
recogió las manzanas y se marchó. Algunos dicen que no las consiguió por
mediación de Atlante sino que las cogió él mismo después de matar a la serpiente
que las custodiaba.
Jardín de las Hespérides
Obtenidas las manzanas, las
entregó a Euristeo. Éste, tomándolas, las regaló a Heracles, de quien las
recibió Atenea, que las devolvió, pues era impío que estuviesen en cualquier
otro lugar.
12. Bajada al Hades en busca de Cerbero
Heracles y Cerbero
Homero,
Ilíada VIII, 350 ss. (Traducción de L. Segalá y Estalella)
Hera, la diosa de los níveos brazos, al ver a los aqueos
compadeciólos, y dirigió a Atenea estas aladas palabras.
—¡Oh dioses! ¡Hija de Zeus, que lleva la égida! ¿No nos
cuidaremos de socorrer, aunque tarde, a los dánaos moribundos? Perecerán,
cumpliéndose su aciago destino, por el arrojo de un solo hombre, de Héctor
Priámida, que se enfurece de intolerable modo y ha causado ya gran
estrago.
Respondióle Atenea, la diosa de los brillantes
ojos:
—Tiempo ha que ése hubiera perdido fuerza y vida, muerto en su misma patria por los aqueos; pero mi padre revuelve en su mente funestos propósitos, ¡cruel, siempre injusto, desbaratador de mis planes!, y no recuerdo cuántas veces salvé a su hijo abrumado por los trabajos que Euristeo le impusiera. Heracles clamaba al cielo, llorando, y Zeus me enviaba a socorrerle. Si mi sabia mente hubiese presentido lo de ahora, no hubiera escapado el hijo de Zeus de las hondas corrientes de la Estix, cuando aquél le mandó que fuera al Hades, de sólidas puertas, y sacara del Erebo el horrendo can de Hades. Al presente, Zeus me aborrece y cumple los deseos de Tetis, que besó sus rodillas y le tocó la barba, suplicándole que honrase a Aquileo, asolador de ciudades. Día vendrá en que me llame nuevamente su amada hija, la de los brillantes ojos. Pero unce los solípedos corceles, mientras yo, entrando en el palacio de Zeus, me armo para la guerra; quiero ver si el hijo de Príamo, Héctor, de tremolante casco, se alegrará cuando aparezcamos en el campo de la batalla. Alguno de los teucros, cayendo junto a las naves aqueas, saciará con su grasa y con su carne a los perros y a las aves.
—Tiempo ha que ése hubiera perdido fuerza y vida, muerto en su misma patria por los aqueos; pero mi padre revuelve en su mente funestos propósitos, ¡cruel, siempre injusto, desbaratador de mis planes!, y no recuerdo cuántas veces salvé a su hijo abrumado por los trabajos que Euristeo le impusiera. Heracles clamaba al cielo, llorando, y Zeus me enviaba a socorrerle. Si mi sabia mente hubiese presentido lo de ahora, no hubiera escapado el hijo de Zeus de las hondas corrientes de la Estix, cuando aquél le mandó que fuera al Hades, de sólidas puertas, y sacara del Erebo el horrendo can de Hades. Al presente, Zeus me aborrece y cumple los deseos de Tetis, que besó sus rodillas y le tocó la barba, suplicándole que honrase a Aquileo, asolador de ciudades. Día vendrá en que me llame nuevamente su amada hija, la de los brillantes ojos. Pero unce los solípedos corceles, mientras yo, entrando en el palacio de Zeus, me armo para la guerra; quiero ver si el hijo de Príamo, Héctor, de tremolante casco, se alegrará cuando aparezcamos en el campo de la batalla. Alguno de los teucros, cayendo junto a las naves aqueas, saciará con su grasa y con su carne a los perros y a las aves.
Heracles y Cerbero
Apolodoro, Biblioteca II, 5, 12
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
Como duodécimo trabajo se le
ordenó traer del Hades a Cerbero. Éste tenía tres cabezas de perro, cola de
dragón y en el dorso cabezas de toda clase de serpientes. Antes de ir en su
busca Heracles se presentó ante Eumolpo, en Eleusis, con el deseo de ser
iniciado. Entonces a los extranjeros no se les permitía la iniciación, pero al
ser adoptado por Pilio la consiguió. No pudiendo contemplar los misterios por no
haber expiado la matanza de los centauros, fue purificado por Eumolpo y después
iniciado. Al llegar a Ténaro en Laconia, donde estaba la entrada al Hades, bajó
por ella. Las almas, al verlo, huyeron, excepto la de Meleagro y la de la Górgona
Medusa. A ésta la atacó Heracles como si estuviera viva, pero Hermes le hizo
saber que se trataba sólo de una sombra vana.
Fragmento de Heracles, Teseo y
Pirítoo
Cerca ya de las puertas del Hades
encontró a Teseo, y a Pirítoo –quien había pretendido en matrimonio a Perséfone
y por ello fue encadenado. Cuando éstos vieron a Heracles, extendieron las manos
como si la fuerza de éste pudiera rescatarlos. Heracles asiendo a Teseo de la
mano, lo levantó, pero al querer alzar a Pirítoo la tierra tembló y tuvo que
soltarlo. También hizo rodar la piedra de Ascálafo. Para proporcionar sangre a
las almas mató a una de las vacas de Hades , por lo que el pastor que las
apacentaba, Menetes, hijo de Ceutónimo, lo desafió a luchar. Heracles,
cogiéndolo por la cintura, le rompió las costillas, pero a instancias de
Perséfone lo dejó.
Perséfone, Hermes, Cerbero y
Heracles
Cuando Heracles pidió a Cerbero a
Plutón, éste le concedió llevárselo si lo dominaba sin hacer uso de las armas
que portaba. Heracles, cubierto con la coraza y la piel de león, lo encontró a
las puertas del Aqueronte, rodeó con sus brazos la cabeza de la bestia, y aunque
lo mordió la serpiente de la cola, no lo soltó, oprimiéndolo y ahogándolo, hasta
que se hubo rendido. Tras la captura subió de regreso por Trezén. Deméter
transformó a Ascálafo en búho, y Heracles, una vez mostrado el Cerbero a
Euristeo, lo volvió al Hades.
Una visión conjunta de los trabajos y aventuras de
Heracles
Heracles y el león de Nemea
Eurípides, Heracles
348 ss. (trad. J. L. Calvo Martínez)
Coro.
–“¡Ay Lino!” –tras feliz tonada–, Febo canta conduciendo su cítara
de sonido hermoso con pulsador de oro. Y yo, al que de lo profundo de la tierra
sube a la luz, al hijo no sé si llamarlo de Zeus o retoño de Anfitrión, cantar
como corona de sus trabajos quiero con buen lenguaje. Que virtudes de nobles
esfuerzos para los muertos son gloria.
Primero al bosque de Zeus libró del león y echándose a la
espalda la parda pelliza, cubrió su rubia cabeza con las terribles fauces de la
fiera.
Heracles y los
centauros
Antístrofa
1ª
Luego
la raza de los montaraces y salvajes Centauros derribó con mortíferas flechas
atravesándolos con alados dardos.
Fue
testigo el Peneo de hermosas aguas y las infinitas tierras de la estéril llanura
y los paisajes del Pelión y los lugares vecinos del Hómola donde –sus manos
llenas de antorchas– asolaban con sus cabalgadas la tierra de los
Tesalios.
Heracles y la cierva
cerinitia
Y cuando mató a la cierva de cuernos de oro, de
moteado lomo, destructora y salvaje, honró con sus despojos de la diosa de Énoe,
cazadora de fieras.
Estrofa 1ª
Y
montó las cuadrigas y domó con el freno las potras de Diomedes, las cuales en
sangrientos pesebres, sin freno devoraban con sus mandíbulas alimentos
sangrientos banqueteándose
–¡maldito festín! – con el placer de bocados
humanos.
Atravesó las orillas del Hebro de corriente de
plata sufriendo por causa del rey de Micenas.
Heracles y Cicno
Y en la ribera del Pelión junto a
las fuentes de Anauro a Cicno, matador de viajeros, con sus dardos mató, al
insociable habitante de Anfaneas.
Antístrofa
2ª
Y se llegó a las doncellas cantoras, hasta su
morada del Poniente para arrancar con su brazo de las ramas de oro el fruto de
la manzana y mató a la serpiente de rojizo lomo que las vigilaba inaccesibles
enroscando su espiral. Entró en lo más hondo del piélago marino haciéndolo
tranquilo para los mortales con el remo.
Y puso sus manos en el punto medio de apoyo del
cielo, cuando marchó a casa de Atlas y sostuvo la estrellada morada de los
dioses con su hombría.
Heracles combate a las
Amazonas
Estrofa 2ª
Y marchó en busca del escuadrón montado de las
Amazonas en Meótide, de abundantes ríos, atravesando el camino del mar
Hospitalario.
¿Qué tropa de amigos de toda Grecia no escogió
para cobrar el dorado ceñidor del peplo de la hija de Ares –la caza mortífera
del cíngulo–? La Hélade tomó este brillante despojo de la moza extranjera y
ahora se conserva en Micenas.
Y abrasó a la perra de mil cabezas, a la Hidra
asesina de Lerna y untó de veneno sus flechas con las que dio muerte al pastor
de triple cuerpo de Eritea.
Barca de Caronte y Hermes
Antístrofa
3ª
Otras expediciones ha terminado con éxito y traído
los trofeos. Y ahora –último de sus trabajos– ha navegado hasta el Hades de mil
lágrimas donde está llegando desdichado al término de su vida. Y no ha
vuelto.
Esta su mansión está huera de amigos y la barca de
Caronte aguarda el camino sin retorno de sus hijos –camino sin dioses ni
justicia–.
Tu casa pone los ojos en tus manos aunque no estés
presente.
Si yo tuviera el vigor de un mozo y blandiera mi
lanza en la batalla –y lo mismo los tebanos de mi edad–, me pondría delante de
los niños para defenderlos. Mas ahora estoy lejos de mi feliz juventud. (Sale
del palacio Mégara con los niños amortajados).
a. Heracles frente a Geras, "Vejez"
Homero, Ilíada V, 395 ss. (Traducción de L. Segalá y
Estalella)
Y las toleró [ofensas de los
hombres] también el ingente Hades, cuando el mismo hijo de Zeus, que lleva la
égida, disparándole en la puerta del infierno veloz saeta, a él, que estaba
entre los muertos, le entregó al dolor: con el corazón afligido, traspasado de
dolor —pues la flecha se le había clavado en la robusta espalda y abatía su
ánimo,— fue el dios al palacio de Zeus, al vasto Olimpo, y Peón curóle, que
mortal no naciera, esparciendo sobre la herida drogas calmantes. ¡Osado!
¡Temerario! No se abstenía de cometer acciones nefandas y contristaba con el
arco a los dioses que habitan el Olimpo.
Tánato, Alcestis y Heracles
Eurípides, Alcestis 836 ss.(trad. A. Medina González – A.
López Férez)
Heracles. -¡Oh corazón y
mano mía que tanto habéis soportado, muestra ahora qué clase de hijo la tirintia
Alcmena, hija de Electrión, le dio a Zeus! Tengo que salvar a la mujer que acaba
de morir e instalar de nuevo a Alcestis en esta casa y
dar a Admeto una prueba de mi agradecimiento. Me voy a ir a acechar a la reina
de los muertos, de negra túnica, a la Muerte. Creo que la encontraré cerca de la
tumba, bebiendo la sangre de sus víctimas. Y si, lanzándome desde mi escondrijo,
consigo atraparla y la rodeo con mis brazos, nadie conseguirá arrebatarme sus
costados doloridos, hasta que me entregue a esta mujer.
Pero si yo fallo esta presa
y no se aproxima a la sangrienta ofrenda, descenderé a las moradas sin sol de
los de abajo, de Core y del Soberano y la reclamaré, y tengo confianza en que
conduciré arriba a Alcestis, para poder dejarla en los brazos de mi huésped, que
me recibió en su casa y no me expulsó, a pesar de estar golpeado por una pesada
desgracia; sino que me la ocultó, como noble que es, en consideración a mí.
¿Quién de los tesalios más hospitalario que él? De seguro que no tendrá que
decir que un hombre noble como él se ha portado generosamente con un hombre
vil.
c. Heracles contra los gigantes
Alcioneo reposa dormido tras haber robado las vacas de
Helios
Heracles mata a Alcioneo en agradecimiento a Helios que le prestó su copa para ir en pos de las vacas de Gerión
Apolodoro, Biblioteca II, 7, 1
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
Tras devastar
Cos se dirigió a Flegra, llamado por Atenea, y
luchó al lado de los dioses contra los gigantes.
d. Heracles da muerte a
su esposa e hijos
Eurípides, Heracles 932 ss. (trad.
J. L. Calvo Martínez, Madrid, Gredos, 2000)
“(Heracles ha regresado a Tebas
después de terminar los trabajos que le encomendara Euristeo) Heracles ya no era
el mismo: alterado en el movimiento de sus ojos y dejando ver en ellos las
raíces enrojecidas, arrojaba espuma sobre su barba bien poblada... Ya estaba en
Micenas, según sus palabras, y gritaba terribles amenazas contra Euristeo.
Entonces su padre le tocó el robusto brazo y le dijo: “Hijo, ¿qué te pasa? ¿Qué
viaje es éste? ¿Es que te ha desquiciado la muerte de éstos a los que acabas de
matar?
Pero él, creyendo que es el padre
de Euristeo quien le toca el brazo suplicante y tembloroso, lo aparta de sí y
prepara el carcaj y el arco contra sus propios hijos creyendo que va a matar a
los de Euristeo. Éstos temblando de miedo, se lanzaron cada uno por un lado: uno
se refugió tembloroso en el manto de su desdichada madre, otro en la sombra de
una columna, otro en el altar, como un pájaro. Su madre le gritaba: “Oh tú, que
los engendraste, ¿qué haces? ¿Vas a matar a tus hijos?” Y gritaba el anciano yel
grupo de servidores...
Y nosotros, librando nuestro pie
de su persecución, lo sujetamos con correas a una columna con la ayuda del
anciano, para que al despertar del suño no añadiera ninguna acción más a las ya
realizadas. Ahora duerme el desdichado un sueño nada feliz, pues ha matado a sus
hijos y a su esposa. En verdad, yo no conozco a ningún mortal que sea más
infortunado”.
Heracles banquetea con la familia de Yole
Apolodoro, Biblioteca II, 6, 1
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
“Después de los trabajos Heracles llegó a Tebas y entregó Mégara a Yolao. Él mismo deseaba casarse: habiéndose enterado de que Éurito, señor de Ecalia, había prometido dar su hija Yole a quien lo venciera a él y a sus hijos en el tiro con arco, llegó a Ecalia y a pesar de vencerlos no consiguió el matrimonio. Ífito, el mayor de los hijos, dijo que se entregase Yole a Heracles, pero Éurito y los otros hijos lo rehusaron por temor a que matara a su prole una vez más”.
Sófocles, Traquinias 249 ss. (trad. J.Mª Lucas de
Dios)
(Licas se dirige a Deyanira)
La mayor parte del tiempo estuvo retenido entre los lidios, según dice
él, no en calidad de hombre libre, sino adquirido en compra. Pero a esta palabra
no es preciso que se una, mujer, la ofensa, cuando Zeus aparece como causante.
Él fue vendido a Ónfale la bárbara y un año completó a su servicio, según dice
él, y fue tal la mordedura de sufrir esta afrenta, que se ató a un juramento
comprometiéndose a esclavizar algún día al causante inmediato de este
padecimiento junto con su mujer e hijo.
Heracles con la familia de Yole. Detalle
Y no dejó en vano lo dicho, sino que una vez que estuvo purificado,
toma un ejército aliado y marcha contra la ciudad de Eurito, pues éste, decía,
fue de entre los mortales el único cómplice de este sufrimiento.
Éste, cuando él llegó a su palacio en calidad de amigo, siendo ya de
antiguo huésped suyo, gran número de improperios le dirigió con duras palabras,
gran número, con ofuscada mente, diciéndole que, era inferior a sus hijos en la
prueba del arco, y a voz en grito le dice que es objeto de agravio como esclavo
que es de un hombre libre. Y en un banquete, cuando llegó a estar ebrio, lo
arrojó fuera. Por esta razón se llenó de rencor, y cuando luego Ifito se
encaminó a la ladera de Tirinto siguiendo las huellas de una yeguada que por
allí pacía errante, en esa ocasión, en un momento en que éste tenía la mirada en
una dirección pero la mente en otra, lo arrojó desde lo alto de la terraza de
una torre. Por esta acción se encolerizó el soberano, el padre de todos, Zeus
Olímpico, y en venta lo envió fuera, y no soportó que sólo a este hombre matara
con engañdo. Si se hubiera vengado abiertamente, Zeus sin duda habría tenido
comprensión al vencer con justicia: la insolencia no la estiman ni siquiera los
dioses.
Aquéllos, arrogantes en su lengua malévola, moradores son todos ellos del
Hades...
Atenea, Heracles que intenta
arrebatar a Apolo el trípode de Delfos y una mujer oliendo una flor
Apolodoro, Biblioteca
II, 6, 2-3 (trad. M. Rodríguez de Sepúlveda)
Poco después Autólico robó algunas vacas en Eubea y Éurito
supuso que Heracles era el autor. Ífito no lo creyó y fue en su busca; encontró
a Heracles cuando volvía de Feras de rescatar a la muerta Alcestis para Admeto, y le pidió que lo acompañara a buscar
las vacas. Heracles lo prometió y lo hospedó; pero al enloquecer otra vez
precipitó a Ífito desde las murallas de Tirinto. Con el deseo de ser purificado
del crimen se presentó a Neleo, rey de los pilios. Al negarse éste por su
amistad con Éurito, Heracles se dirigió a Amiclas, donde fue purificado por
Deífobo, hijo de Hipólito. Atacado por una grave enfermedad a causa del asesinato de Ífito, llegó a
Delfos y preguntó cómo curarse. La Pitia no quiso responderle y Heracles intentó
saquear el templo, llevarse el trípode e instituir su propio oráculo. Apolo
luchó con él, pero Zeus lanzó un rayo en medio de ellos. Ya separados, el
oráculo hizo saber a Heracles que cesaría su enfermedad si, vendido, servía
durante tres años y entregaba el precio a Éurito en compensación por el
crimen.
Recibido el oráculo, Hermes
vendió a Heracles y lo compró Ónfale, hija de Yárdano, reina de Lidia, a quien
había dejado el trono su esposo Tmolo al morir. Éurito no aceptó la reparación
presentada. Heracles mientras sirvió a Ónfale como esclavo, capturó y encadenó a
los Cércopes en Éfeso; a Silero, que en Áulide obligaba a los extranjeros
transeúntes a cavar sus viñedos, lo mató junto con su hija Jenódoce, después de
haber quemado las cepas hasta la raíz. Cuando llegó a la isla de Dólique, al ver
el cuerpo de Ícaro que yacía en la costa, lo enterró y llamó Icaria a la isla en
lugar de Dólique; por ello Dédalo talló en Pisa una estatua de Heracles. Por la
noche Heracles, que lo ignoraba, creyéndola viva, la golpeó con una piedra.
Se dice que durante el
tiempo que estuvo al servicio de Ónfale tuvieron lugar el viaje a la Cólquide y la caza del
jabalí de Calidón, y también que Teseo,
regresando de Trezén, libró el istmo de malhechores.
f. Heracles en Troya
Reconstrucción de Troya
Ilíada V, 633 ss. (Traducción de L.
Segalá y Estalella)
—¡Sarpedón, príncipe de los licios! ¿Qué necesidad tienes,
no estando ejercitado en la guerra, de venir a temblar? Mienten cuantos afirman
que eres hijo de Zeus, que lleva la égida, pues desmereces mucho de los varones
engendrados en tiempos anteriores por este dios, como dicen que fue mi intrépido
padre, el fornido Heracles, de corazón de león, el cual, habiendo venido por los
caballos de Laomedonte, con seis solas naves y pocos hombres, consiguió saquear
la ciudad y despoblar sus calles. Pero tú eres de ánimo apocado, dejas que las
tropas perezcan, y no creo que tu venida de la Licia sirva para la defensa de
los troyanos por muy vigoroso que seas; pues vencido por mi, entrarás por las
puertas del Hades.
Respondióle Sarpedón, caudillo de los licios:
— ¡Tlepólemo! Aquél destruyó, con efecto, la sacra Ilión a causa de la perfidia del ilustre Laomedonte, que pagó con injuriosas palabras sus beneficios y no quiso entregarle los caballos por los que viniera de tan lejos. Pero yo te digo que la perdición y la negra muerte de mi mano te vendrán; y muriendo, herido por mi lanza, me darás gloria, y a Hades el de los famosos corceles, el alma.
— ¡Tlepólemo! Aquél destruyó, con efecto, la sacra Ilión a causa de la perfidia del ilustre Laomedonte, que pagó con injuriosas palabras sus beneficios y no quiso entregarle los caballos por los que viniera de tan lejos. Pero yo te digo que la perdición y la negra muerte de mi mano te vendrán; y muriendo, herido por mi lanza, me darás gloria, y a Hades el de los famosos corceles, el alma.
Heracles defiende a Hesíone del Monstruo Marino enviado por
Posidón
Apolodoro, Biblioteca II, 5, 9
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
Y arribó a Troya. Por entonces la ciudad
padecía infortunios por la cólera de Apolo y Posidón. Pues éstos, deseando
probar la soberbia de Laomedonte, adoptaron
forma humana y le propusieron fortificar Pérgamo a cambio de un salario, pero
una vez que la hubieron fortificado, aquél se negó a pagarles. Por eso Apolo
envió una peste y Posidón un monstruo marino que, elevado por una marea,
arrebataba a los hombres de la planicie. Cuando los oráculos vaticinaron que
cesarían las desgracias si Laomedonte ofrecía a su hija Hesíone como alimento del monstuo, él la ató a unas rocas del
litoral. Heracles, al verla allí expuesta, prometió salvarla a cambio de las
yeguas que Zeus había dado en compensación por el rapto de Ganimedes. Laomedonte
accedió a entregarlas y Heracles, matando al monstruo, liberó a Hesíone; pero
como Laomedonte rehusara cumplir lo acordado, Heracles lo amenazó con guerrear
contra Troya y se hizo a la mar.
Apolodoro, Biblioteca II, 6, 4
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
Después de la servidumbre (de
Ónfale), y curado de su enfermedad, Heracles se dirigió a Ilión con dieciocho
naves de cincuenta remos, habiendo reunido un ejército de nobles dispuestos a
hacer la guerra. Al arribar a Ilión encomendó a Oícles la custodia de las naves,
y con los otros nobles marchó contra la ciudad. Entonces Laomedonte llegó con
una muchedumbre hasta las naves y mató a Oícles en combate, pero los compañeros
de Heracles lo repelieron y fue sitiado. Establecido el cerco, Telamón, abriendo
brecha en la muralla, entró primero, y a continuación Heracles. Éste, que vio
que Telamón lo había precedido, desnudó la espada para atacarlo, pues no quería
que nadie fuera considerado superior a él. Telamón, al darse cuenta de ello,
reunió unas piedras cercanas y cuando Heracles le preguntó qué hacía contestó
que estaba erigiendo un altar en honor a Heracles Calínico. Éste lo aprobó, y
una vez tomada la ciudad, después de matar a Laomedonte y a sus hijos excepto a
Podarces, entregó a Telamón como premio la hija de Laomedonte, Hesíone, y a ella
le permitió llevarse uno cualquiera de los cautivos. Como eligiese a su hermano
Podarces, Heracles dijo que antes debía hacerse esclavo y luego ser rescatado
por ella. Así se puso en venta y Hesíone, quitándose el velo de la cabeza, lo
entregó como rescate. Desde entonces Podarces fue llamado Príamo.
g. Heracles y Deyanira
Eneo, Aqueloo, Heracles y Deyanira
Diodoro de Sicilia, Biblioteca Histórica IV, 34 (trad. J.
J. Torres Esbaranch, Madrid, Gredos, 2004)
...apesadumbrado... Heracles
abandonó voluntariamente Arcadia y todo el Peloponeso. Muchos dejaron Arcadia
con él, que se dirigió a Calidón de Etolia, donde se estableció. Al no tener
hijos legítimos ni esposa legal se casó con
Deyanira, la hija de Eneo, cuando ya había muerto Meleagro.
Deyanira, Heracles y
Aqueloo
Apolodoro, Biblioteca II, 6, 5
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
Heracles, habiendo llegado a
Calidón, pretendió a Deyanira, hija de Eneo, y por conseguirla luchó contra
Aqueloo metamorfoseado en toro, y le quebró uno de los cuernos. Se casó con
Deyanira y Aqueloo recobró el cuerno entregando a cambio el de Amaltea. Amaltea
era hija de Hemonio, y poseía un cuerno de toro que, según Ferecides, tenía el
poder de proporcionar en abundancia la comida o bebida que se
desease.
Cornucopia o Cuerno de Amaltea o de la
abundancia
Diodoro de Sicilia, Biblioteca Histórica IV, 35, 3-4
(trad. J. J. Torres Esbaranch, Madrid, Gredos, 2004)
En su deseo de complacer a los
calidonios, Heracles desvió el curso del río Aqueloo y, al disponer otro lecho
para el río, hizo que fuera fértil una vasta franja de tierra, regada a partir
de entonces por el curso de agua mencionado. Por eso algunos poetas han
convertido el hecho en un relato mítico. Presentan, en efecto, a Heracles
entablando combate con Aqueloo, tras tomar el río la forma de un toro. En el
curso de la lucha, Heracles le partió uno de sus cuernos y lo entregó como
regalo a los etolios. Lo llaman “Cuerno de Amaltea” y en él imaginan una gran
abundancia de todos los frutos otoñales; uvas, manzanas y otras frutas
similares. Pero, en esta figuración enigmática de los poetas, el cuerno de
Aqueloo representa la corriente de agua que discurre por el canal, y las
manzanas, las granadas y los racimos significan la región fructífera regada por
el río y la profusión de plantas productoras de fruto. Por otra parte, dicen que
el cuerno es de “Amaltea”, es decir, de algo así como una “falta de blandura
(amalakistía)”, con lo que se quiere significar la fortaleza del
constructor de la obra.
Heracles defiende a Deyanira
del ataque del centauro Neso
Diodoro de Sicilia, Biblioteca
Histórica IV, 36 (trad. J. J. Torres Esbaranch, Madrid, Gredos, 2004)
Heracles efectuó una expedición
con los calidonios contra los tresprotos... Tres años después del matrimonio con
Deyanira, en una ocasión en que Heracles estaba comiendo en casa de Eneo,
Eurínomo, el hijo de Arquíteles, todavía un muchacho, se encargaba del servicio
y, al cometer un error mientras servía, Heracles le dio un puñetazo, y fue tan
fuerte el golpe que mató involuntariamente al muchacho. Profundamente afligido
por este accidente, de nuevo se exilió de Calidón por voluntad propia, con su
esposa Deyanira e Hilo, el hijo de ambos, que todavía era un muchacho. En su
viaje, cuando llegó al río Eveno, encontró al centauro
Neso, que cobraba el transporte de una orilla a otra. Éste
hizo pasar primero a Deyanira y, prendido de su belleza, trató de violarla. Al
llamar a su marido para que la socorriera, Heracles alcanzó con una flecha al
centauro, y Neso, que entretanto intentaba unirse a la mujer, cuando estaba a
punto de morir a causa de la profundidad de la herida, dijo a Deyanira que le
daría un filtro para que Heracles no quisiera acercarse a ninguna otra mujer.
Así, pues, le encargó que recogiera el semen que se había desprendido de él, que
lo mezclara con aceite y con la sangre que goteaba de la punta del dardo, y que
untara con ello la túnica de Heracles. Y después de dar este consejo a Deyanira,
expiró al instante. De acuerdo con las instrucciones de Neso, Deyanira recogió
el semen en una vasija, en la que sumergió la punta del dardo, y lo guardó a
escondidas de Heracles. Éste, después de cruzar el río, llegó a casa de Ceix, el
rey de Traquis, y se instaló allí, con los arcadios que siempre le habían
acompañado en sus campañas.
Heracles flecha al centauro Neso que
intenta violentar a Deyanira
Apolodoro,
Biblioteca II, 6, 6
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
Heracles, junto con los
Calidonios, emprendió una expedición contra los tresprotos, y tomada la ciudad
de Éfira, de la que era rey Filante, se unió con su hija Astíoque, y tuvo un
hijo, Tlepólemo. Mientras permanecía con éstos, ordenó a Tespio que se quedara
con siete de sus hijos y enviara otros tres a Tebas y los cuarenta restantes a
la isla de Cerdeña para colonizarla. Después de estos sucesos, estando en un
banquete con Eneo, mató de un manotazo a Éunomo, hijo de Arquíteles, cuando
vertía agua en sus manos; éste era pariente de Eneo. Pero el padre del muchacho,
comprendiendo que había sido un acto involuntario, se lo perdonó. Con todo
Heracles quiso sufrir el castigo de exilio estipulado en laley, y determinó
acogerse a Ceix, en Traquis. Llegó con Deyanira al río Eveno, junto al cual se
situaba el centauro Neso para cruzar a los viajeros mediante paga, alegando que
había recibido tal privilegio de los dioses por su rectitud. Heracles pasó el
río por sí solo y, cuando Neso reclamó el estipendio, le encargó que
transportara a Deyanira. Neso, mientras la cruzaba, intentó forzarla; al gritar
ella, Heracles la oyó e hirió a Neso con una flecha en el corazón una vez que
hubo salido del río. Neso, ya moribundo, llamó a Deyanira y le dijo que, si
quería un filtro amoroso para retener a Heracles, debía mezclar el semen
derramado en tierra con la sangre que fluía de la herida causada por la flecha.
Ella lo hizo así y lo guardó para sí.
h. Heracles y los Centauros
Dos Centauros llegan al banquete de Folo
y Heracles que ha destapado la tinaja común
Apolodoro,
Biblioteca II, 5, 4
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
Heracles, al atravesar Fóloe, se
hospedó en casa del centauro Folo, hijo de Sileno y de una ninfa melia. Éste
ofreció a su huésped carne asada, mientras que él la comía cruda. Cuando
Heracles pidió vino, le dijo que temía abrir la tinaja común de los centauros;
pero Heracles, animándolo, la abrió y no mucho después, atraído por el olor,
acudieron a la cueva de Folo los centauros armados con rocas y abetos. A los
primeros que osaron entrar, Anquio y Agrio, Heracles los rechazó con tizones, y
a los restantes los persiguió a flechazos hasta Malea.
Allí se refugiaron junto a Quirón, que
expulsado del monte Pelión por los lapitas se había establecido cerca de Malea.
Al agruparse en torno suyo los centauros, Heracles arrojó una flecha que después
de atravesar el brazo de Élato se clavó en la rodilla de Quirón; Heracles,
afligido, corrió hacia él, extrajo la flecha y le aplicó un remedio entregado
por el mismo Quirón. Éste, como la herida era incurable, se retiró a la cueva
deseoso de morir allí, pero por su condición de inmortal no lo consiguió hasta
que Prometeo se ofreció a Zeus para ser inmortal en su lugar. Los otros
centauros huyeron a sitios diferentes, unos al monte Malea, Euritión a Fóloe, Neso al río Eveno. Posidón acogió a los demás en Eleusis y los ocultó en un monte. Folo arrancó la flecha de un
cadáver y se maravillaba de que algo tan pequeño pudiera dar muerte a seres tan
grandes; entonces la flecha resbaló de su mano y al hincársele en un pie lo mató
en el acto. Heracles, de regreso a Fóloe, encontró a Folo muerto y después de
enterrarlo marchó a cazar el jabalí (de
Erimanto).
Heracles, amigo de comilonas y francachelas
Apolodoro, Biblioteca II, 6, 7
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
Mientras atravesaba hambriento la
región de los dríopes, Heracles se encontró con Tiodamante que acarreaba una
yunta de bueyes, y desatando y degollando uno de ellos, lo devoró. Cuando llegó
a Traquis fue hospedado por Ceix, y venció a los dríopes.
Yole y Hércules. Fotograma de la película Labors of
Hercules
Apolodoro, Biblioteca II, 6, 7
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
...De nuevo en Traquis reunió un
ejército contra Ecalia, para vengarse de Éurito. Aliado con los arcadios, los
melios de Traquis y los locrios epicnemidios, mató a Éurito y a sus hijos y tomó
la ciudad. Tras sepultar a los muertos de su bando, Hípaso, hijo de Ceix, Argio
y Melas, hijos de Licimnio, saqueó la ciudad y se llevó a Yole cautiva. Al
arribar a Ceneo, promontorio de Eubea, erigió un altar a Zeus Ceneo. Con el fin
de celebrar sacrificios envió el mensajero Licas a Traquis en busca de un
hermoso vestido. Por él Deyanira supo de Yole y temerosa de
que Heracles la prefiriese, creyendo que la sangre vertida por
Neso era realmente un filtro amoroso, untó con él la túnica.
Hércules abrasado por la
túnica de Neso
Vestido con ella,
Heracles se disponía a ofrecer el sacrificio, cuando, por calentarse la túnica,
el veneno de la Hidra empezó a descomponer la piel; Heracles, cogiendo a Licas
de los pies, lo despeñó, y al intentar arrancarse la túnica, fuertemente
adherida a su cuerpo, se desollaba.
Afligido por tal desgracia
fue llevado a Traquis en una nave. Deyanira, enterada de lo sucedido, se ahorcó.
Heracles, después de ordenar a Hilo, su hijo mayor habido con Deyanira, que
desposara a Yole al llegar a la edad adulta, se dirigió al monte Eta, en
Traquis; allí formó una pira y subiendo a ella ordenó prenderle
fuego.
Como nadie quería hacerlo,
Peante, que pasaba en busca de su ganado, la encendió; por eso Heracles le
regaló el arco y las flechas.
Se dice que mientras la pira
ardía, una nube se situó debajo de Heracles, y con truenos lo elevó al cielo.
Desde entonces fue inmortal, y reconciliado con Hera se desposó con su hija
Hebe, de la cual nacieron Alexíares y Aniceto.
Heracles y Deyanira, quien le entrega la túnica de Neso
Sófocles, Traquinias
757 ss. (trad. J.Mª Lucas de Dios)
(Hilo se dirige a
Deyanira)
Y cuando él iba a dar paso a
sacrificios de muchas víctimas, llegó de casa su propio mensajero Licas llevando
tu regalo, el mortal vestido. Él se lo pone y, como tú con anterioridad habías
mandado, sacrifica doce bueyes sin mancha que tenía como primicia de botín, y a
la par arrima al altar todas las restantes víctimas hasta la centena mezcladas
de diferentes tipos.
Y en primer lugar el infeliz
con el corazón gozoso y el ornamento del vestido en acción de gracias elevaba
una súplica; pero cuando la llama sanguinolenta y de resinosa madera de los
venerables ritos comenzaba a arder, un sudor le subía por la piel y el manto por
todo el cuerpo se le abrazaba bien adherido a sus costados como obra de
escultor, hasta los huesos le llegó un escozor espasmódico, luego le devoraba
algo como veneno de una sanguinaria y hostil víbora.
En ese momento llamó a
grandes voces al desdichado Licas, en nada culpable de tu maldad, preguntándole
con qué clase de maquinaciones había traído este vestido, pero el infeliz, que
nada sabía, dijo que había traído el regalo de parte exclusivamente tuya, y tal
y como le había sido preparado. Y él cuando lo oyó y una convulsión de dolor
penetrante se agarró a sus entrañas, le coge por el pie donde la articulación se
dobla y lo arroja contra una roca que sale del mar y por él es batida en
derredor, fuera de los cabellos hace brotar su blanca sesera diseminados
alrededor el cráneo y la sangre.
Heracles en la pira, Guillaume I
Coustou (French, 1677-1746). Museo del Louvre
Toda la multitud en pleno
levantó un grito de dolor: el uno presa de mal, el otro callado, y nadie se
atrevía a ponerse frente a él. Se tiraba por la tierra y daba saltos al aire
mientras lanzaba gritos y alaridos, y a su alrededor resonaban las rocas, los
promontorios elevados de los locrios y los cabos de Eubea. Y una vez que se
cansó de arrojarse desdichado cien veces contra el suelo y de otras tantas
explotar en gritos de dolor maldiciendo el lecho de infausta compañera, el tuyo
desgraciada, y el matrimonio acordado con Eneo -¡cuán destructor de su vida lo
había convenido!-, en ese momento, levantando su mirada extraviada de la nube
que le cubría, me divisó derramando lágrimas en medio de una numerosa
muchedumbre, y dirigiéndome su mirada me llama: “Hijo, acércate, no huyas de mi
desventura, ni aunque te sea preciso morir uniéndote a mi muerte. Por el
contrario, levántame y sácame de aquí, y sobre todo colócame allí donde ninguno
de los mortales pueda verme en el futuro; y si tienes compasión, al menos
trasládame fuera de esta tierra lo más pronto posible, que no muera yo aquí”.
Sólo estas recomendaciones
nos hizo, luego tras ponerlo en medio de un barco a esta tierra arribamos a
duras penas, pues continuamente bramaba presa de convulsiones, y al punto lo
podréis contemplar o vivo o muerto recientemente. Tales cosas, madre, fuiste
planeando y ejecutando contra mi padre, de lo cual ojalá te den la recompensa
Justicia vengadora y la Erinis. Y si es lícito, pido por ello. Y es lícito,
porque tú me despreciaste con anterioridad lo lícito matando al mejor hombre de
los que hay sobre la tierra, cual otro no verás nunca.
v. 1049 ss.
Heracles. ...Nunca hasta ahora una tal ni la esposa de Zeus ni
el odioso Euristeo me impusieron, cual esta que la pérfida hija de Eneo ciñó a
mis hombros, tejida red de las Erinis por la cual perezco. Adherida a mis
costados por entero devoradas tiene mis carnes más profundas, y las venas de mis
entrañas consume a ellas unida. Por entero mi fresca sangre tiene ya bebida, y
perdido estoy en todo mi cuerpo vencido por esta malla indecible. Y esto ni
lanza de la llanura, ni el ejército de los gigantes, nacidos de la tierra, ni la
violencia de las fieras, ni Grecia, ni el bárbaro, ni cuanto lugar liberé en mi
camino, nunca hasta ahora lo llevó a cabo.
Sin embargo, una mujer, que
hembra es y no de naturaleza de varón, ella sola me derribó sin espada. Hijo, sé
para mí un hijo auténtico, y no estimes en más el nombre de tu madre. Pon en mi
mano, tras sacarla tú mismo de la casa con tus dos manos, a la que te engendró,
para que pueda yo ver con toda evidencia si de mi ultrajada figura te dueles más
o de la de ella, cuando la contemples maltratada en medio de justicia. Ve, hijo,
tan valor, y compadécete de mí, digno para muchos de compasión, que como una
doncella doy gritos de dolor en mi llanto; y esto nadie podría nunca decir que
vio a este hombre haberlo hecho antes, sino que lejos de todo lamento me sometí
siempre a las desgracias, pero ahora lejos del que era me encuentro como una
mujer, desgraciado...
v. 1138 ss.
Hilo.
Creyendo aplicarte un filtro amoroso se equivocó por
completo, cuando se dio cuenta de la nueva esposa que había dentro de
casa.
Heracles. ¿Y quién fue tal
encantador de entre los traquinios?
Hilo. El centauro Neso hace
mucho tiempo la convenció de que con tal filtro inflamaría tu deseo.
Heracles. ¡Ay, ay
desventurado, ya me voy infeliz! ¡Perdido, perdido estoy, ya no existe para mí
la luz!... Tuve yo hace ya tiempo una predicción de boca de mi padre sobre que
no caería muerto a manos de ninguno de los que aún respiran, sino que sería
cualquier habitante ya desvanecido del Hades. Pues bien, éste fue, la fiera del
centauro, según rezaba la predicción divina, el que de esta manera a mí aún vivo
me mató él ya muerto. Y te diré que semejantes a éstos sobrevinieron unos nuevos
oráculos, concordes con los de antaño, los cuales, al entrar yo en el bosque
sagrado de los montaraces Selos que duermen en el suelo, me hice escribir de
boca de la paterna encina de muchas lenguas, la cual me comunicó que en el
tiempo que ahora vive y está presente sería llevada a cumplimiento la liberación
de las fatigas que me estaban impuestas. Y yo creía que en el futuro viviría
feliz. Pero eso no era otra cosa que el que yo muriera, pues a los muertos no se
les añade fatiga alguna...
Heracles en la pira del monte Eta, mientras Atenea sobrevuela en
su carro, dispuesta a llevárselo al Olimpo
v. 1191 ss.
Heracles. Pues bien,
¿conoces la elevada colina del Eta consagrada a Zeus?
Hilo. La conozco, porque
como sacrificador muchas veces en efecto estuve allí arriba.
Heracles. Pues allí es
preciso que lleves este cuerpo mío por tu propia mano y con aquellos que
necesites de entre los amigos, y que, tras cortar abundante madera de encina de
profunda raíz y arrancar también abundante olivo macho silvestre, arrojes mi
cuerpo dentro y prendas fuego utilizando la llama de una antorcha de pino. Y no
se derrame lágrima alguna de lamento, sino que sin sollozos ni lágrimas actúa,
si realmente eres hijo de este hombre. Si no, de continuo seré para ti yo,
incluso cuando esté allí abajo, una maldición por siempre pesada.
Atenea conduce a Heracles al
Olimpo
Diodoro de Sicilia, Biblioteca Histórica IV, 38, 2-5 (trad.
J. J. Torres Esbaranch, Madrid, Gredos, 2004)
Heracles se puso la túnica untada
y, al hacer su efecto poco a poco el poder séptico del veneno, padeció el
sufrimiento más terrible. La punta del dardo, en efecto, había sido recubierta
con veneno de serpiente, y por esto la túnica, con el calor ulceró la carne de
su cuerpo. Heracles se vio acometido por un dolor inmenso y mató a Licas, que
había sido su asistente, y luego licenció su ejército y regresó a
Traquis.
Cada vez más agobiado por el mal, envió a Licimnio y a Yolao a Delfos para preguntar a Apolo qué debía hacer para vencer el mal. Deyanira, conmovida por la magnitud del infortunio de Heracles, y consciente de su error, puso fin a su vida colgándose con un lazo.
Entrada de Heracles en el Olimpo: Hermes,
Hera, Zeus, Nike, Atenea, Afrodita con Eros
El dios respondió que se debía trasladar a Heracles al Eta, con su armadura de guerra, y levantar a su lado una gran pira; del resto, dijo, se cuidaría Zeus. Una vez que los que estaban con Yolao hubieron ejecutado las órdenes y se hubieron situado a cierta distancia para observar lo que iba a ocurrir, Heracles, ya sin esperanza respecto a su curación, se acercó a la pira y se puso a pedir a cada uno de los que se aproximaban que encendiera la hoguera. Al no atreverse nadie a obedecerle, sólo Filoctetes se dejó convencer; y así, tras recibir como regalo el arco y las flechas de Heracles en correspondencia a su ayuda, prendió el fuego. Inmediatamente los rayos también cayeron del cielo por todas partes, y la pira se consumió completamente. A continuación los compañeros de Yolao fueron a recoger los huesos, pero, al no encontrar ni uno solo, pensaron que Heracles, de acuerdo con los oráculos, había dejado el mundo de los hombres para estar en compañía de los dioses.
Diodoro de
Sicilia, Biblioteca Histórica IV, 39 (trad. J. J. Torres Esbaranch,
Madrid, Gredos, 2004)
Por esta
razón le dedicaron sacrificios funerarios como a un héroe, le construyeron un
túmulo y luego regresaron a Traquis. Siguiendo este ejemplo, Menecio, el hijo de
Áctor, que era amigo de Heracles, le sacrificó un jabalí, un toro y un carnero
como a un héroe e instituyó que cada año en Opunte se ofrecieran sacrificios a
Heracles y se le honrara como a un héroe. Algo semejante hicieron también los
tebanos, pero los atenienses fueron los primeros de todos en honrar a Heracles
con los sacrificios que se tributan a un dios, y, ofreciendo a los demás hombres
el ejemplo de su piedad hacia este dios, indujeron primero a todos los griegos,
y a continuación a todos los hombres de la tierra habitada, a honrar a Heracles
como a un dios.
Debemos añadir a lo dicho que, después de su apoteosis, Zeus persuadió a
Hera para que adoptase a Heracles como hijo y le diese un afecto maternal
durante todo el resto de los tiempos. Esta adopción se realizó, dicen, del modo
siguiente: Hera se subió al lecho y, tras atraer junto a su cuerpo a Heracles,
dejó que se deslizara al suelo a través de sus vestidos, imitando un verdadero
nacimiento. Esto precisamente es lo que hacen los bárbaros hasta nuestros días
cuando quieren adoptar un hijo.
Después
de la adopción, Hera, cuentan los mitos, unió a Heracles en matrimonio con Hebe,
en relación con la cual también el poeta en la Nekyía ha
escrito:
La
sombra (de Heracles), pues él entre los inmortales
se
complace en los festines y tiene a Hebe de hermosos tobillos.
Dicen
asimismo que Heracles fue inscrito por Zeus en la lista de los doce dioses, pero
que él no aceptó este honor, puesto que era imposible esta inscripción sin la
exclusión previa de uno de los doce dioses, por lo que le parecía fuera de lugar
aceptar un honor que comportaba el deshonor de otro dios.
Heracles festeja un banquete con
Atenea
¿La Atenas en la que se refugian
los Heraclidas?
Apolodoro, Biblioteca II,
6, 7
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
(trad. M. Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos, 1985)
Una vez que Heracles se hubo
sentado entre los dioses, sus hijos se refuriegon junto a Ceix huyendo de
Euristeo. Pero cuando éste exigió que se les entregara amenazando con la guerra,
por miedo abandonaron Traquis y huyeron por la Hélade. Perseguidos hasta Atenas
pidieron protección sentándose junto al altar de la Piedad. Los atenienses, por
negarse a entregarlos, sostuvieron una guerra con Euristeo, a quien mataron
varios hijos: Alejandro, Ifimedonte, Euribio, Méntor y Perimedes. El propio
Euristeo huyó en un carro y cerca de las rocas Escironias, Hilo, que iba en pos
de él, lo mató; cortó su cabeza y se la entregó a Alcmena, que le arrancó los
ojos con una lanzadera.
Delfos
Después de la muerte de
Euristeo, los Heraclidas invadieron el Peloponeso y se apoderaron de todas las
ciudades. Un año después de su regreso se extendió una epidemia por todo el
Peloponeso y el oráculo reveló que se debía al prematuro regreso de los
Heraclidas; de ahí que, abandonando el Peloponeso, retrocedieran hasta Maratón,
donde habitaron. Antes de salir del Peloponeso, Tlepólemo había matado
involuntariamente a Licimnio (pues mientras golpeaba a un criado con el bastón,
Licimnio se interpuso), y huyendo con no pocos llegó a Rodas y allí se
estableció. Hilo, en cumplimiento del encargo de su padre, desposó a Yole y
procuraba el regreso de los Heraclidas. Por ello fue hasta Delfos a preguntar
cómo podrían volver, y el dios le contestó que esperasen hasta la tercera
cosecha, pero Hilo, creyendo que la tercera cosecha significaba el tercer año,
después de aguardar ese tiempo regresó con el ejército... de Heracles al
Peloponeso, donde reinaba Tisámeno, hijo de Orestes.
Mapa con la invasión doria.
"Regreso de los Heraclidas"
De nuevo en combate
vencieron los peloponesios y Aristómaco murió. Cuando los hijos de Cleodeo
llegaron a la edad adulta consultaron al oráculo sobre su retorno. Al darles el
dios la misma respuesta que antes, Témeno le reprochó que por obedecerle
hubiesen sido desafortunados; pero el dios replicó que ellos mismos habían sido
culpables de sus desgracias, pues no habían entendido el oráculo, que se refería
no al tercer fruto de la tierra sino a la tercera generación....
Una vez conquistado el
Peloponeso, erigieron tres altares a Zeus Patrio en los que ofrecieron
sacrificios y sortearon las ciudades. El primer lote fue Argos, el segundo
Lacedemonia y el tercero, Mesenia.
Diodoro de Sicilia,
Biblioteca Histórica IV, 58, 1 ss. (trad. J. J. Torres Esbaranch, Madrid,
Gredos, 2004)
A
continuación al haber vencido a Euristeo en una batalla sonada con un gran
número de aliados gracias a su éxito, todos los Heraclidas emprendieron una
expedición contra el Peloponeso bajo el mando de Hilo. Después de la muerte de
Euristeo, Atreo se hizo cargo del reino de Micenas y tomando consigo como
aliados a los tegeatas y a algunos otros, salió al encuentro de los Heraclidas.
Cuando los ejércitos estaban reunidos en el Istmo, Hilo, el hijo de Heracles,
retó a un combate singular a cualquier enemigo que quisiera enfrentársele,
proponiendo las condiciones siguientes: si Hilo vencía a su adversario, los
Heraclidas recibirían el reino de Euristeo, mientras que si Hilo era derrotado,
los Heraclidas no volverían al Peloponeso durante un período de cincuenta años.
Équemo, el rey de los tegeatas, aceptó el reto y, en un combate singular, Hilo
sucumbió y los Heraclidas, de acuerdo con lo pactado, renunciaron al regreso...
Y, cuando transcurrió el período de cincuenta años, bajaron al
Peloponeso...
Alcmena
llegó a Tebas y luego, al desaparecer, recibió honores divinos por parte de los
tebanos. Los otros Heraclidas, dicen, se dirigieron a casa de Egimio, el hijo de
Doro, le reclamaron las tierras que Heracles le había confiado, y se
establecieron con los dorios.
Vaso micénico
con guerreros
Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso I, 9, 2 ss.
(trad. J. J. Torres Esbarranch, Madrid, Gredos, 2000)
Dicen,
por cierto, quienes han recogido de los antepasados las tradiciones más precisas
sobre los peloponesios, que primero Pélope, gracias a la gran fortuna con la que
desde Asia llegó a un pueblo sin recursos, se hizo con el poder y, a pesar de
ser extranjero, alcanzó el honor de dar su nombre al país, y que después el
poder de sus descendientes todavía aumentó cuando Euristeo murió en el Ática a
manos de los Heraclidas tras haber confiado, al partir hacia la guerra, Micenas
y su imperio a Atreo debido a su parentesco, ya que Atreo (desterrado entonces
por su padre a causa de la muerte de Crisipo) era hermano de la madre de
Euristeo. Y como que Euristeo ya no regresó, Atreo heredó el reino de Micenas y
todos los dominios de Euristeo, tal como quisieron los micénicos por miedo a los
Heráclidas y porque, además, parecía un hombre fuerte y se había ganado al
pueblo. Así los Pelópidas se hicieron más poderosos que los Perseidas. Agamenón,
en mi opinión, gracias a que había recibido esta herencia y, además, por tener
una mayor fuerza naval que los otros, pudo emprender y llevar a cabo la
expedición, no tanto por el reconocimiento de que era objeto como por el temor
que inspiraba.