martes, 19 de febrero de 2013

HOMO ERECTUS







Homo erectus, su historia

La historia del Homo erectus se remonta a 1888 y el protagonista de la historia es el médico anatomista holandés Eugène Dubois. Pero antes de ir a la historia de esta especie humana, veamos qué se entiende hoy en día por Homo erectus.
Homo erectus Homo erectus se llama a la especie humana que vivió en Asia entre 1,8 millones de años y 300 mil años atrás. Hasta hace algunos años, también se llamaba Homo erectus a una especie homínida similar que vivió en África entre 2 y 1 millón de años atrás, que es llamada Homo ergaster. Algunos paleoantropólogos siguen llamando Homo erectus a los africanos y europeos, pero la tendencia predominante hoy en día es que Homo erectus son sólo los asiáticos.
¿Qué caracterizaba al Homo erectus?
Fue un homínido robusto de talla elevada, con individuos de 1,80 m de altura. Su cerebro variaba entre 800 y 1200 cc.
reconstrucción de Homo erectus Su rostro estaba marcado por un toro supraorbital, o sea una saliente de hueso sobre los ojos, que también hacían que la frente fuese un poco huidiza. No tenían mentón, y tenían dientes bastante pequeños en comparación con los homínidos más antiguos.
Había una diferencia de tamaño entre los hombres y mujeres, lo que se llama dimorfismo sexual.
Y se caracterizaron por haber dominado el fuego, y por construir herramientas líticas del estilo Achelense.
La historia del Homo erectus
La historia del descubrimiento de los fósiles de erectus se inició en diciembre de 1887, cuando el holandés Eugène Dubois arribó a Sumatra como médico del hospital del ejército. Pero lo que más le gustaba a Dubois, era explorar en busca de fósiles.
En 1888 publica un artículo en el que seguía a Charles Darwin al creer que la evolución humana debía haberse iniciado en los trópicos, ya que los humanos habían perdido el pelo típico de los monos. Seguramente lo habrían perdido cuando se movieron hacia regiones más frías. Lo que podía atestiguarse ya en aquellos tiempos con los restos de neandertales ya descubiertos.
Otro fundamento para buscar fósiles humanos en los trópicos era que los monos vivían casi todos en esas regiones, y eran nuestros parientes más cercanos. Según Dubois los gibones eran los más cercanos de todos, y vivían en el archipiélago del sudeste asiático. Sumatra la favorita.
Así que Dubois asumía que allí era donde se debía buscar al ancestro común que compartíamos los humanos y los monos. También se sabía para la época que las cuevas eran un buen lugar para encontrar fósiles, y en Sumatra abundaban las cuevas.
Para marzo de 1888 recibió el permiso de explorar las cuevas en busca de fósiles, para lo que el gobierno le dio dos ingenieros y cincuenta convictos para que escavasen. Buscó durante varios años sin suerte.
Así Dubois decidió probar en la vecina isla de Java. Dubois no escavaba él mismo, sino que tenía un grupo de ingenieros, G. Kriele y A. De Winter los principales. Ellos manejaban las distintas cuevas en las que se estaba trabajando, y le enviaban reportes y fósiles a Dubois, cuando aparecían.
El mejor de los yacimientos probó ser uno cerca de los bancos del río Solo, un lugar que los locales llamaban Bengawan, en la localidad llamada Trinil. Para septiembre de 1891 estaba arrojando muchos fósiles de mamíferos, y también un primer molar y un trozo del cráneo del eslabón perdido que Dubois estaba buscando.
Pithecanthropus erectus
Fósiles del Hombre de Java descubiertos en 1891-92 A esos primeros fósiles simiescos los nombró Anthropopithecus javanensis. Al año siguiente, en agosto de 1892 apareció un fémur en el mismo nivel que los otros restos. Este hueso le mostró a Dubois que esta criatura no era para nada parecida a un chimpancé ni a otro mono conocido. Así que le cambió el nombre a la criatura a Anthropopithecus erectus.
Este erectus indicaba la creencia de Dubois de que ese homínido había caminado erguido. Luego pudo calcular la capacidad craneal del individuo, y era mucho mayor que la de un mono, así que volvió a cambiar el nombre ya que ya no podía aliarse con los Anthropopithecus.
Lo llamó Pithecanthropus erectus. Ese nombre que ya Ernst Haeckel había utilizado para el supuesto eslabón perdido entre el hombre y el mono.
Ya en 1894 Dubois publicó su primera descripción del fósil. Según él el hombre descendía de una criatura parecida a los gibones, y este nuevo fósil aportaba datos a favor de ello.
No los comparó con los famosos fósiles de neandertales descubiertos poco tiempo antes, ya que según Dubois no eran antiguos, sino un humano moderno patológico.
Reconstrucción del Hombre de Java de 1922 El artículo de Dubois fue recibido con escepticismo, incluso el fémur encontrado se dijo que era de humano moderno, y hasta la fecha los paleoantropólogos siguen creyendo eso, ya que no se asemeja a los de otros Homo erectus descubiertos después, y sí es igual al de un Homo sapiens.
Pero se terminó aceptando que dientes y cráneo eran antiguos, y pertenecían a una especie humana fósil. Incluso uno de los paleoantropólogos más famosos de la época, el francés Léonce-Pierre Manouvrier, lo comparó con los neandertales, y gracias a él se terminó aceptando que el erectus era una forma intermedia entre nosotros y nuestro antepasado simiesco.
Eventualmente a este fósil se lo llamó el Hombre de Java. Otro representante de este mismo fósil fue descubierto en Java, en Sangiran, recién en 1936 por el alemán GHR von Koenigswald. Y no será hasta 1940 en que se lo una a la especie Homo erectus.
Pero la historia de Homo erectus sigue en Asia continental, en China.
Sinanthropus pekinensis
La historia continúa en China en el yacimiento de Zhoukoudian (Chou-k'ou-tien). Aquí en Mundo Neanderta vimos esta historia en detalle en “El Hombre de Pekín, el segundo Homo erectus (1926)”.
Allí en 1921 el geólogo sueco Gunnar Anderson descubrió un molar superior y un premolar inferior. Luego en 1926 el anatomista canadiense Davidson Black comenzó a descubrir más restos fósiles que adosó a una nueva especie, el Sinanthropus pekinensis. Pero cuando se descubrió un resto de cráneo, Black mismo se dio cuenta que el Hombre de Pekín estaba muy emparentado con el Hombre de Java.
Pero fue para 1930, que el alemán Franz Weidenreich descubrió más fósiles allí en China, y luego de analizarlos y compararlos con los de Java, reinterpretó a ambos fósiles como representantes de una única especie Homo erectus, aunque les dio una subespecie a cada uno, iavanensis al de Java y pekinensis al de China.
Pero la historia termina en las décadas de los años 50 y 60. Cuando el genetista y evolucionista Theodosius Dobzhansky, el taxonomista y también evolucionista Ernst Mayr y el paleontólogo George G. Simpson, argumentaron que la terroble cantidad de géneros y especies que había entre los ancestros humanos era artificial y que en la realidad todos no eran más que variedades geográficas. Querían simplificar todo y ponerlos a todos los homínidos dentro del género Homo.
Se terminó adoptando una forma menos radical, y ya para 1960 el antropólogo F. Cark Howell redujo todo a dos géneros, Australopithecus y Homo. Poniendo en este último los más parecidos al hombre actual, o sea los que estarían más cerca nuestro, y en el otro a los que se habrían alejado de nuestra línea evolutiva.
Luego aparecerían más especies, y se terminaría diferenciando a los Homo erectus de África y Europa con el nombre de Homo ergaster.

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