Dioniso (Baco romanos)
Dioniso, hijo de Zeus y Semele, es el famoso dios del vino,
sobre todo si lo tomamos en la forma de Baco, aunque su significación en la
cultura griega es mayor. Como dios de la vegetación y del éxtasis, Dioniso fue
uno de los dioses más importantes del panteón durante el periodo Helenístico
(325-30 a.C.)
Dioniso era originalmente adorado en Tracia y en Frigia, donde
cumpliría la misma función que Deméter. Hasta más tarde no empezó a introducirse
su figura en la mitología griega. En la obra de Homero, que vivió sobre el 800
a.C, todavía se le trata como un dios menor, aunque posteriormente su culto es
de los más exaltados. Sus principales discípulas, las Ménades («locas») o
Bacantes, eran famosas por el fervor de su devoción. Con giros frenéticos
alcanzaban el éxtasis vestidas con pieles de ciervo, mientras vagaban con
antorchas y cayados llamados thyrus que estaban rematados con madera de pino y
envueltos en hiedras y viñas. Incluso a veces devoraban animales vivos.
Dioniso fue concebido por Zeus y Semele, hija de Cadmo,
fundador de Tebas. Zeus le hizo el amor en forma humana, pero después de sufrir
el engaño de la celosa Hera, la joven quiso ver al dios en su forma verdadera.
Zeus sabía las terribles consecuencias que acceder a su deseo podía conllevar,
pero no se negó a ello. Cuando Semele vio a Zeus en todo su esplendor quedó
abrasada (ver Semele), pudiendo el dios salvar a Dioniso del vientre de su madre
justo a tiempo. Hizo una hendidura en su pierna e insertó al pequeño dios en
ella. De esta manera nació Dioniso poco tiempo después. Ino, hermana de Semelé,
se apiadó de él y lo cuidó un tiempo (ver Ino).
Dioniso fue criado por las ninfas y por Sileno, un anciano
robusto que montaba en un burro o tenía que apoyarse en los sátiros muy a
menudo, dado su estado de embriaguez. Pese a estar borracho con mucha
frecuencia, Sileno era un hombre sabio con el don de profetizar el futuro. El
anciano fue parte del séquito del dios cuando ya era adulto. El resto lo
formaban las ninfas, los sátiros y las Ménades.
Los sátiros siempre han sido representados con pezuñas y
cuernos, e incluso Dioniso tuvo aspecto de animal durante un tiempo. Cuando Hera
le impuso condiciones de vida complicadas, Zeus -quizá Hermes- le transformó en
una cabra y le puso a salvo con las ninfas en el monte Nysa. Según otras
versiones, fue en esta montaña donde Dioniso descubrió el secreto del vino y de
la viticultura que luego extendió por todo el mundo.
Hay otras versiones sobre el nacimiento y los primeros años de
Dioniso, que aseguran que el muchacho era hijo de Deméter o de Perséfone, lo
cual indicaría su papel en ciertos misterios y ritos religiosos para iniciados.
En este caso, Zeus debería haber tomado la forma de una serpiente. Después de la
muerte de Dioniso a manos de los titanes según las órdenes de Hera, Zeus le dio
su corazón a Semele para que se lo comiese, tras lo cual nació de nuevo y empezó
la historia de Zeus y la joven. Uno de los epítetos que se le dedica al dios es
el de «dos veces nacido», lo que se explicaría también por haber sido concebido
en el vientre de Semele y haber nacido de la pierna de Zeus.
Como recién llegado entre los dioses, Dioniso no fue muy bien
recibido. Hera le odiaba, pero otros dudaban de su divinidad. Licurgo, rey de
los Edones, intentó matarle, pero Tetis, la diosa del mar se apiadó de él y dejó
ciego a Licurgo. Penteo, rey de Tebas, lugar donde nació Dioniso, no le
reconocía como divinidad. Dioniso llegó entonces a la ciudad disfrazado de joven
apuesto acompañado de las Ménades y Penteo le mandó a prisión. Pero las cadenas
que le sujetaban se cayeron y las puertas de la cárcel se abrieron para el dios,
que le dijo a Penteo que las Ménades y las tebanas representarían orgías
espectaculares en el monte Cithaeron (Citerión) bajo su encantamiento, lo que
despertó la curiosidad de Penteo. Para poder ser testigo de tales excesos
debería disfrazarse de mujer y esconderse en lo alto de un árbol, donde fue
descubierto por las Ménades que, en pleno éxtasis, creyeron ver un Icón y,
siguiendo a Agave, su madre y una de las Ménades más fanáticas le bajaron del
árbol y le destrozaron. Agave volvió en sí después y enterró a su hijo, tras lo
cual se exilió junto a sus padres, Cadmo y Armonía.
Esta historia encierra parte del miedo y de la aversión que
muchos aristócratas griegos adoradores de los viejos dioses del Olimpo sentían
por el nuevo dios y sus discípulas enloquecidas. En diversas ciudades se
narraban historias de gente que, debido a su fanática adoración de Dioniso, se
había vuelto loca y sufría ataques peligrosos. Es exactamente lo que les sucedió
a las hijas del rey Midas.
Dioniso le dio a la humanidad el vino, regalo que provocó
diversas reacciones. Según el mito ateniense, había instruido en la viticultura
a ícaro y a su hija Erígone. Pero cuando sus vecinos se emborracharon temieron
que se les estuviese envenenando y mataron a ícaro. Erígone se suicidó al ver lo
que le había ocurrido a su padre y, como resultado, Dioniso castigó con la
locura a los atenienses, provocando que muchas mujeres se ahorcasen como había
hecho Erígone. Cuando los atenienses fueron conscientes de la injusticia
cometida, decidieron celebrar un festival en honor de las dos víctimas colgando
retratos en los árboles.
En Aetolia (Etolia), Dioniso fue muy bien recibido. El rey
Eneo, cuyo nombre se parece a la palabra oinos, que significa «vino» en griego,
le ofreció a su esposa Altea. De su unión nació Deianeira, futura madre de
Heracles. Dioniso, agradecido, le regaló al rey el don de la viticultura.
Dioniso se casó con Ariadna, hija del rey cretense Minos, que
había ayudado antes a Teseo a acabar con el Minotauro. Según algunas versiones,
Ariadna había quedado abandonada en la isla de Naxos al marcharse Teseo, con el
que había huido de Creta, y Dioniso se apiadó de ella. Otras versiones cuentan
que Dioniso la reclamó como esposa y Teseo tuvo que hacer el camino de regreso
a Atenas en solitario (ver Ariadna y Teseo).
El culto a Dioniso se extendió gradualmente por toda Grecia y
más allá, pues sus túnicas frigias y su carácter exuberante recordaban a todo lo
foráneo. Durante los meses de invierno en Atenas se celebraban diversos
festivales por Dioniso, siendo los más famosos el Major Dionysia y el Minor
Dionysia. La Anthesteria, celebración de febrero, era un festival floral en el
que se consumía el vino nuevo y se traía a Dioniso en un barco -carrus
navalis para los romanos. Este es el origen de la fiesta de carnaval que
precede a la Cuaresma en el cristianismo y que retiene elementos de la locura de
las Ménades.
Durante los festivales dionisíacos de marzo había comedias,
tragedias y juegos de sátiros en el teatro de Dioniso situado al pie de la
Acrópolis. La tragedia -del término griego tragoidia que significa «canción de
cabra»- se desarrolló a partir de canciones y bailes que representaban los
granjeros disfrazados de cabras. Así, el culto a Dioniso dio origen a un género
literario que se lee y se representa no sólo en su formato original, sino que se
ha ido modernizando hasta llegar a ser lo que es hoy día con las tragedias de
los autores contemporáneos.
Con todo el énfasis de la embriaguez y el éxtasis, Dioniso
representaba un aspecto peculiar de la civilización griega que contrastaba con
la personificación sensible, intelectual, artística y controlada del dios Apolo.
Dioniso también era adorado en Delfos, centro del culto a Apolo. En invierno,
cuando éste salía para morar con una tribu que vivía en el Norte helado, se
celebraban las festividades dionisíacas. En primavera, con el regreso de Apolo,
Dioniso moría para renacer al año siguiente.
El Orfismo, en el que se asocia a Orfeo con Dioniso, fue el
comienzo de la adoración de este último, que se desarrolló en el refinamiento
teológico del culto que emergió en Grecia alrededor del siglo vi a.C. Al
principio los sacerdotes de Dioniso persiguieron a los practicantes de este
culto, pero finalmente el Orfismo se mezcló con el culto dionisíaco (ver
Orpheus).
Baco, el dios romano del vino, era representado sobre los
sarcófagos durante el Imperio Romano como figura salvadora que surge entre los
muertos y promete la vida eterna. Cuando el cristianismo sustituyó a los viejos
dioses, la figura del dios del vino se vio reemplazada por otro personaje
victorioso frente a la muerte que era Jesucristo. Muchos otros ritos «satánicos»
posteriores, en los que los participantes llegan a un estado de éxtasis a través
del alcohol y las drogas, mantienen semejanzas con los ritos dionisíacos y
bacanales en los que el dios se aparecía a sus discípulos en forma de cabra.
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