Resumen La Odisea
En el primer poema de Homero, la Ilíada, se ha visto a los
griegos apoderarse de la ciudad de Troya gracias a un ardid ingenioso, después
que los dos ejércitos enemigos hubieron vanamente rivalizado en heroísmo durante
cerca de diez años. En su segundo poema, intitulado la Odisea, Homero narra las
peripecias del viaje que emprendió el autor de ese ardid para regresar a su
patria. Este héroe es Odiseo, al que los romanos llamaban Ulises. La Ilíada se
relaciona sobre todo con hombres y batallas, pero en la Odisea hay escenas que
se refieren a la familia y a las mujeres. En el primer rango de las mujeres se
coloca a la diosa Atenea, "la de los ojos grises", divina y al mismo tiempo muy
humana, y que es la amiga de Ulises. Parecida a los demás dioses y diosas,
Atenea se complace en intervenir en el destino de los mortales, a los cuales
dedica su afecto, lo que, por supuesto, complica y embellece al mismo tiempo la
existencia de ellos. Entre los mortales, Penélope es la principal mujer de la
Odisea. Se convirtió en el símbolo de la lealtad paciente. Muchas escenas
revelan el amor devoto que ella dedica a su hijo y a su marido, particularmente
cuando Ulises, disfrazado, le dirige la palabra. Representa el ideal de la madre
y de la esposa. Inmediatamente después de Penélope, por la lealtad afectuosa,
viene Euriciea, su vieja niñera. Defiende a su ama en todas las circunstancias,
pero no traiciona la promesa hecha a Telémaco de no revelar su salida a su madre
cuando él se va para informarse de la suerte de su padre. La niñera reconoce a
Ulises a pesar de su disfraz, pero guarda el secreto de su identidad hasta que
él le pide revelarlo.
En la Odisea vemos a una hermosa doncella en la persona de la
princesa Nausícaa, la que desea la bienvenida a Mises y lo lleva a la corte de
su padre. Siempre se la ve atractiva y fresca, ya se ocupe de lavar su ropa para
el día de su boda o juegue a la pelota con sus compañeras a la orilla del río,
mientras se seca la ropa de blancura de nieve. Calipso es "una diosa terrible y
ningún dios o mortal tiene amistad con ella", dice Mises. Circe y las sirenas
son únicamente dañinas: quieren atraer a los hombres hacia su perdición. Pero,
sin embargo, cuando Mises ha vencido a Circe, ésta le da consejos valiosos para
que continúe su viaje. Mises habla de su país: "Itaca, de cara clara, isla
brava, pero una buena niñera para la noble juventud." Y añade: "No hay nada que
sea más dulce para el hombre que su patria y su familia, cuyo recuerdo lo
persigue hasta en las residencias más ricas, lejos en un país extranjero." Lo
que sostiene a Mises durante sus grandes aventuras es el amor al hogar y a la
patria.
En cuanto a la topografía de la Odisea, si se estudia un mapa
de la cuenca del Mediterráneo se pueden señalar en él los viajes de Mises. El
ataque contra los cicones lo había llevado hasta la extremidad del mar Egeo.
Arrojado por la tempestad, el barco retrocedió por el mar Mediterráneo hasta la
costa de África. El país de los lotófagos, esto es, comedores de lotos, se
encontraba exactamente al sur de Túnez. Después el héroe navegó hasta el país de
los cíclopes, en la costa de Italia, un poco al norte de la bahía de Nápoles.
Eolia es una islita al norte de Sicilia. El barco fue arrojado hasta allí cuando
ya había llegado a Itaca. De Eolia, Mises navegó a lo largo de la costa italiana
hasta la isla de Circe, que se encontraba al sur del Tíber. Al dejar la isla de
Circe, Mises descendió a lo largo de la costa mediterránea. Las islas de las
sirenas son tres islas rocosas que se hallan cerca de la bahía de Nápoles. La
leyenda de las sirenas nació después de numerosos naufragios que sucedieron en
esos lugares. Luego había que atravesar un paso estrecho; a un lado había un
escollo contra el cual, en mal tiempo, los barcos eran arrojados y al cual se
relaciona la leyenda de Escila, el monstruo devorador de hombres. En este mismo
estrecho había un remolino que dio luz a la leyenda de Caribdis. La isla del sol
se encuentra en el punto sur de Sicilia, cerca de Siracusa. Los mapas del tiempo
de Homero colocan la isla de Calipso exactamente al sur de Cerdeña, pero en este
lugar no hay isla. Sin embargo, otra isla muy parecida a la que describe Homero
ha sido descubierta del otro lado del mar Mediterráneo, cerca de España. De la
isla de Calipso, Mises se fue a la de los feacios, hoy conocida con el nombre de
Corfú, en el mar Jónico. Como lo indica el mapa, la distancia entre Corfú e
Itaca, al seguir la costa occidental de Grecia, es muy corta. Conviene el
conocimiento de todos estos detalles, para una mejor comprensión del
ARGUMENTO: Según la leyenda Ulises era el rey de la isla
Itaca, que existe realmente a lo largo de la costa occidental de Grecia. En la
costa, cerca de los Dardanelos, se levantaba la ciudad de Troya, o Ilion, según
la llamaban los griegos. Homero tomó de este nombre el título de su primer
poema, la Ilíada. La primera parte de la Ilíada describe a Ulises como un jefe
muy hábil, el que en los juegos organizados por Aquiles se revela también gran
atleta. Fue el quien sugirió a los griegos la idea de esconder soldados en un
gran caballo hueco, el cual, con astucia, debía introducirse en la ciudad misma
de Troya. Gracias a esta idea, los griegos vencieron la guerra. En vez de
regresar directamente a su isla después de la caída de Troya, como hicieron los
demás héroes griegos, Ulises puso rumbo al norte. Cuando los víveres comenzaron
a escasear, atacó la expedición a una ciudad de los circonios para abastecerse,
pero a costa de la vida de varios hombres. Una violenta tempestad se desencadenó
y llevó la flotilla hacia el sur, hasta la costa de África, al país de los
lotófagos. Algunos griegos no pudieron resistir la curiosidad de probar esos
manjares, pero el loto es la flor del olvido, y los que lo habían comido
perdieron en seguida el recuerdo de su hogar y de su familia. Ulises tuvo muchas
dificultades para hacerlos embarcar de nuevo y se apresuró a levar anclas.
Llegaron al país de los cíclopes, una raza extraña de monstruos de un solo ojo.
Los griegos abordaron en una isla vecina, y al llegar la mañana, Ulises mandó a
sus marineros que lo esperasen, mientras iba de exploración en busca de los
cíclopes. Acompañado por doce hombres de confianza, desembarcó en la isla y
llegó a una caverna llena de corderos, cabritos y quesos. Sus hombres quisieron
marcharse inmediatamente, llevando a los barcos todas las provisiones que
pudiesen, pero Ulises los obligó a esperar hasta que regresasen los habitantes
de la caverna. Al ponerse el sol, el cíclope Polifemo hizo su aparición; era un
enorme gigante cuyo único y enorme ojo estaba colocado en medio de su frente.
Era pastor y entró en la gruta conduciendo su rebaño delante de sí. Luego alzó
una gran piedra y cubrió la entrada. Cuando hubo encendido el fuego, descubrió a
Ulises y a sus compañeros, que se habían escondido en un rincón. Ulises le dijo
que era griego, así como sus compañeros, y que la tempestad los había arrojado
hasta allí. El monstruo se echó a reir y, tomando a dos de los hombres, les
arrancó los sesos y cenó su carne. Al fin, el sueño lo venció, y mientras
dormía, Ulises buscaba un medio para escapar. Como los hombres no podrían mover
la piedra que bloqueaba la entrada, no servía de nada dar muerte al gigante. Al
día siguiente, por la mañana, el gigante se comió a otros dos hombres y salió de
la caverna, pero sin olvidar cerrarla con la gran piedra. Ulises y los ocho
hombres que quedaban estuvieron prisioneros todo el día en la oscura caverna.
Esa tarde, después que el cíclope hubo devorado a otros dos hombres, Ulises le
hizo beber un vino espirituoso. Tan luego como el gigante cayó en un sueño
profundo, los nombres le reventaron el ojo único con un hierro candente, y luego
se cuidaron bien de quedar fuera de su alcance, mientras transcurría la noche. A
la mañana siguiente, el gigante ciego descubrió la abertura de la caverna para
dejar pasar a su rebaño, mientras, a tientas, tocaba sus animales con el fin de
sorprender la salida de los hombres. Pero Ulises había atado las ovejas en
grupos de tres, y los hombres se escondieron bajo el vientre de la oveja de en
medio; Uhses mismo se agarró a un gran macho cabrío, y así todos pudieron salir
de la gruta sin molestia. Delante de la entrada ue ia cueva, el cíclope estaba
implorando a su padre Poseidón, el dios del mar, para que castigase a Ulises, y
su pedido fue escuchado. Los griegos se dirigieron hacia la isla en la cual
vivía Eolo, el dios de los vientos, el cual los acogió amablemente. Al
despedirse los griegos, el dios les entregó un odre de cuero donde estaban todos
los vientos adversos, y mandó a los vientos del oeste que llevaran los barcos en
dirección a Itaca. Durante nueve días y nueve noches Ulises piloteó su barco y
vigiló el odre de los vientos; pero al día noveno, mientras los campos mismos de
Itaca estaban a la vista, se durmió. Los hombres abrieron el odre, pensando que
contenía ricos tesoros; los vientos desencadenados se precipitaron afuera. La
tempestad que siguió hizo retroceder los barcos tras el mar de Eolia, pero esta
vez Eolo rehusó ayudar a los griegos. Tristes y desanimados, se pusieron otra
vez en camino hacia la patria. Después de seis días de navegación alcanzaron el
puerto de Lamos, donde vivían los feroces lestrigones. Salvo el barco negro de
Ulises, que ancló lejos, todos los barcos entraron al puerto. Los lestrigones,
al encontrar a los griegos, se precipitaron sobre ellos y los degollaron; sólo
escaparon Ulises y sus compañeros, que se encontraban en el barco negro fuera
del puerto. Llorando la desgracia de sus compañeros, los sobrevivientes
siguieron su viaje hasta la isla de una bruja llamada Circe. La hechicera atrajo
a su jardín a todos los marineros, salvo uno, y los transformó en cerdos con un
toque de su vara mágica y los encerró en una pocilga. Ulises, al enterarse de
eso por el marinero que había escapado, fue a ver a Circe para salvar a sus
hombres. Hermes (Mercurio), "El que viene en ayuda", le dio una droga mágica que
lo inmunizaba contra los poderes de Circe. Cuando la hechicera comprendió que
los dioses estaban protegiendo a Ulises, rompió el encanto que había echado a
los hombres. Luego se puso tan condescendiente, que le dio consejos para escapar
de los peligros que lo acecharían durante el viaje de regreso. El primer peligro
que debía presentarse era la isla de las sirenas. Ninfas de belleza maravillosa
atraían a los marineros con su hermoso canto, los cuales, al tratar de
alcanzarlas, naufragaban en los escollos de la costa. Para impedir a sus hombres
que las oyesen, les tapó los oídos con cera y les rogó que lo atasen al mástil.
Mientras el barco estaba pasando a lo largo de la isla, las sirenas cantaron con
tanta ternura, que Ulises suplicó a sus hombres que lo desataran, pero éstos no
hicieron sino apretar los nudos y remaron lo más rápido que pudieron. Otro
riesgo los estaba esperando; al alejarse de los alrededores de la isla, llegaron
a un brazo de mar estrecho que guardaban dos criaturas terribles. Sentado en las
rocas, de un lado del estrecho, el monstruo de seis cabezas, Escila, atisbaba
los barcos para engullir a los tripulantes. Del otro lado, Caribdis hacía un
remolino que atraía con gran fuerza a todos los barcos que pasaban cerca. Seis
hombres fueron devorados por Escila, pero Ulises logró evitar la trampa de
Caribdis. Prosiguieron su viaje hasta la isla del sol. Ahí, algunos de los
hombres de Ulises mataron ganado para alimentarse. Indignado por este
sacrilegio, el dios rehusó brillar hasta que los hombres fueran castigados. Así,
luego que hubieron izado velas, Zeus desencadenó una formidable tempestad que
abrió el barco de par en par, y se ahogaron todos, a excepción de Úlises.
Durante nueve días estuvo a la deriva, asido a los restos del barco. Al fin, la
corriente lo depositó en la isla de Ogigia, donde la diosa Calipso lo recogió y
lo retuvo durante siete años. Esperaba que se casase con ella y así volverlo
inmortal, pero Ulises suspiraba por su hogar en Itaca, por su esposa Penélope, y
por Telémaco, su hijo. Entre tanto, en Itaca, la fiel Penélope aguardaba el
retorno de Ulises. Todos creían que éste había desaparecido en el mar, y los
príncipes de Itaca y de las islas vecinas querían casarse con Penélope; pero
ella rehusaba con la esperanza de ver de nuevo a Ulises. Los pretendientes se
apoderaron del palacio del héroe, comieron su ganado y bebieron su vino.
Penélope rehusó sentarse con ellos a la mesa y se refugió en su dormitorio con
sus fieles sirvientes. Veinte años habían pasado desde la caída de Troya, y la
familia de Ulises se encontraba en gran aflicción. Para alejar a sus
pretendientes, Penélope les había dicho que escogería esposo entre ellos cuando
terminara la tela que estaba tejiendo. Durante el día, hacía correr la lanzadera
en el telar, y por la noche deshacía todo lo que había tejido durante el día.
Con esta astucia pudo evadirse tres años; pero un día, una sirvienta traicionó a
su ama en presencia de los pretendientes, y Penélope se vio obligada a acabar
con su trabajo. Telémaco ya era un gallardo joven, pero los pretendientes lo
trataban como a un niño, y no le hacían caso cuando les ordenaba regresar a sus
hogares. La diosa Atenea apareció a Telémaco y le dijo que fuese en busca de
noticias de Ulises a Néstor y Menelao. Con el apoyo de Atenea, Telémaco y sus
compañeros encontraron un barco y se pusieron en camino. Cuando Penélope se
enteró por su vieja niñera de la salida de su hijo, lloró pensando que nunca
volvería a verlo. Atenea admiraba a Ulises más que a cualquier otro mortal y
tomó medidas para llevarlo salvo a casa. Envió por medio de Hermes un recado a
Calipso, en que le ordenaba facilitar a Ulises su salida de la isla. Contra su
deseo, la diosa ayudó a construir una balsa y le dio provisiones. Mientras
Ulises navegaba en su balsa, Poseidón lo espiaba y, acordándose de su hijo, el
cíclope Polifemo, desató una tormenta terrible. Las olas furiosas hicieron
pedazos la balsa de Ulises, el que se hubiera ahogado si la ninfa Inone no le
hubiese dado su chal para sostenerlo encima de las aguas, mientras que Atenea lo
guiaba hacia el país de los feacios. La princesa Nausícaa vio a Ulises no lejos
de la orilla y lo llevó a la corte de su padre, donde aquél hizo el relato de
sus aventuras. Los feacios, muy impresionados por lo que oyeron, lo colmaron de
regalos y a bordo de un barco lo condujeron a Itaca. Ulises escondió sus bienes
y se dirigió hacia la casa de su pastor Eumeo. El fiel servidor no reconoció a
su amo, que Atenea había disfrazado de viejo mendigo. Empero, el pastor se
mostró amable con el viejo y le habló de los crueles pretendientes que
devastaban las posesiones de Ulises; Ulises sintió gran ira y juró castigar a
los príncipes. En ese momento, Telémaco, que regresaba de su viaje de
información, llegó a la choza del pastor. Fue muy cortés con el mendigo. Al
mismo tiempo, Atenea devolvió a Ulises su aspecto natural, y al fin Telémaco
encontró de nuevo a su padre. Juntos hicieron proyectos para castigar a los
pretendientes. Telémaco regresó al palacio, para alegría de Penélope. Al día
siguiente por la mañana, Ulises, siempre disfrazado de mendigo, se dirigió a su
vez al palacio y fue muy mal acogido por los pretendientes de Penélope, lo que
hizo avivar su furor contra ellos. Pasó el día sentado en la sala de entrada,
informándose sobre la lealtad de los miembros de su servidumbre. Por la tarde,
siempre como mendigo, anunció a Penélope que Ulises estaba a punto de regresar;
pero ella no podía creerlo. Al día siguiente, cuando los pretendientes llegaron
a la sala, Ulises y Telémaco habían ya quitado todas las armaduras y las armas
que estaban colgadas en la pared. Penélope entró llevando el gran arco de Ulises
y el carcaj con las flechas de bronce, y prometió que tomaría por esposo al que
fuera capaz de lanzar las flechas a través de doce hachas, como lo hacía Ulises.
Uno tras otro, los pretendientes trataron de lograrlo, pero ninguno pudo doblar
el arco gigante. Entonces Ulises, siempre disfrazado, se adelantó y empuñó el
arco, disparó una flecha, la cual fue como un rayo hacia el agujero del hacha de
bronce. Lanzó una flecha a través de cada una de las hachas, mientras los
pretendientes lo miraban estupefactos. Ajusfando otra flecha, se volvió hacia
los pretendientes y les dio a conocer quién era. Ulises, a flechazos, dio muerte
al más detestable de ellos. Telémaco trajo armaduras y armas con las cuales el
padre, el hijo y el pastor lucharon con los otros príncipes. Toda resistencia
era vana contra el furor del rey y sus dos ayudantes, y todos los príncipes
fueron asesinados
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