Guerra de Troya
La historia de la guerra de Troya sufrió, en el curso del
tiempo, numerosos cambios y ampliaciones.
El meollo de esta historia está contenido en los dos poemas
épicos de Homero, la Ilíada y la Odisea. Los episodios relatados o brevemente aludidos en
dichos poemas, fueron elaborados o desarrollados por los poetas posthoméricos,
ya sea relacionándolos con otras tradiciones populares, ya agregándoles detalles
de su propia invención.
Cuenta Homero que una vez que Helena hubo sido raptada por
París, Menelao y Agamenón visitaron a todos los jefes griegos exhortándolos a
tomar parte en una expedición que aquéllos preparaban con el objeto de vengar la
afrenta.
Agamenón fue elegido comandante en jefe; los más destacadas
héroes griegos que le seguían eran, su hermano Menelao, Aquiles y Patroclo, los
dos Ayax, Teucro, Néstor y su hijo Antíloco, mises, Diomedes, Idomeneo y
Filoctetes.
Las huestes griegas, compuestas de 100.000 hombres, que
contaban con 1.186 barcos, se concentraron en el puerto de Aulis. Allí, mientras
celebraban un sacrificio bajo un plátano, surgió una víbora debajo del altar,
ascendió por el árbol y devoró un nidal con ocho pichones de gorrión, junto con
la madre de los pajarillos.
Calcas, el adivino de la expedición, interpretó que ese hecho
significaba que la guerra duraría nueve años y que terminaría en el décimo, con
la destrucción de Troya.
Agamenón había recibido por su parte un oráculo del dios de
Delfos, según el cual Troya caería después de que los mejores griegos se
querellaran entre sí.
El sitio de la ciudad
La partida hacia Troya se realiza inmediatamente y después de
instalar el campamento entre la costa y las murallas de la ciudad, Mises y
Menelao se dirigen como embajadores a la corte de Príamo, para pedir la entrega
de Helena. La demanda, a pesar de la inclinación de la propia Helena y de las
admoniciones del troyano Antenor cae en el vacío, debido a la oposición de
Paris, y la guerra queda declarada.
El número de los troyanos, cuyo héroe principal es Héctor,
apenas alcanza a la décima parte del de los sitiadores. Y aun cuando los
primeros cuentan con poderosos aliados, tales como Eneas, Sarpedóny Glauco, no
se atreven por temor a Aquiles, a afrontar un encuentro abierto con sus
enemigos.
Por otra parte, los aqueos nada pueden hacer frente a la ciudad
bien defendida y fortificada, viéndose obligados a limitar su acción a la
ejecución de emboscadas y a desbastar las vecindades de la plaza; la falta de
víveres los obligaba, asimismo, a organizar expediciones por las zonas próximas,
que se llevaban a cabo por mar y tierra bajo el mando de Aquiles.
Llegó al fin el año décimo, el decisivo en el sitio de Troya
.Crises, sacerdote de Apolo, llega al campo de los griegos vestido con sus ropas
sacerdotales, para rescatar a su hija Criseida, del poder de Agamenón. Es
rudamente rechazado y Apolo castiga a los griegos infligiéndoles una plaga. En
una asamblea de los griegos, convocados por Aquiles, Calcas declara que el único
modo de apaciguar al dios, es el de entregar a la joven sin rescate .Agamenón
asiente a ese deseo general, pero, a modo de compensación, quita a Aquiles, a
quien se considera el instigador de toda la trama, a su esclava favorita,
Briseida.
Aquiles, ofendido, se retira airado a su tienda e implora a su
madre Tetis que obtenga de Zeus la promesa de que los griegos sufran continuas
derrotas en la lucha con los troyanos, hasta tanto Agamenón, le rinda una
satisfacción.
Los troyanos salen inmediatamente a campo abierto y Agamenón,
inducido por una promesa de victoria que le sugirió un sueño enviado con tal
propósito por Zeus, elige el día siguiente, como día de la batalla.
Las huestes de ambos bandos están frente a frente, dispuestas a
entrar en lucha, cuando deciden, de común acuerdo, que el conflicto por Helena y
por los tesoros saqueados, sea decidido en duelo singular, entre Paris y
Menelao.
París es vencido en el duelo y sólo es salvado de la muerte por
la intervención de Venus. Cuando Agamenón exige el cumplimiento del tratado, el
troyano Pandareo rompe el armisticio, disparando una flecha contra Menelao, con
lo que dio comienzo al primer encuentro general de la guerra, en el cual
Diomedes realiza milagros de bravura bajo la protección de Minerva, llegando,
inclusive, a herir a Marte y a Venus.
El día termina con un duelo no decisivo entre Héctor y Ayax,
hijo de Telemón. En el armisticio que sigue a continuación, ambos bandos dan
sepultura a sus muertos y los griegos rodean su campamento de un muro y se
atrincheran.
Al iniciarse de nuevo la lucha, Zeus prohíbe a los dioses tomar
parte en ella y ordena que la batalla termine con una derrota de los griegos.
Durante la noche siguiente, Agamenón planea la retirada, pero Néstor le aconseja
que se reconcilie con Aquiles. Los esfuerzos de los intermediarios resultan
inútiles y pese a los esfuerzos de Agamenón que lucha con bravura, son heridos
varios héroes, entre ellos Ulises, Diomedes y el mismo Agamenón. Los griegos se
retiran tras el muro de su campamento, para cuyo ataque preparan los troyanos
cinco destacamentos.
Ataque troyano
La defensa de los griegos es valerosa, pero Héctor logra
destrozar con una roca la puerta de entrada de las fortificaciones y el torrente
enemigo se precipita incontenible dentro del campamento griego. Una vez más, los
héroes griegos que aun están en condiciones de combatir, especialmente los dos
Ayax e Idomeneo, consiguen rechazar a los troyanos con ayuda de Poseidón,
mientras Ayax estrella a Héctor contra el suelo, con una piedra; pero este
último no tarda en resurgir en el campo de batalla, con nuevo brío, otorgado por
Apolo, por orden de Zeus.
Poseidón es obligado a dejar librados a los griegos a su propia
suerte. Estos se retiran nuevamente hacia sus barcos, que Ayax defiende en vano,
cuando Aquiles, cediendo a los ruegos de su amigo Patroclo, envía a éste,
cubierto con su propia armadura, al mando de los mirmidones, en ayuda de los
derrotados griegos.
Creyendo que tenían ante sí al mismo Aquiles, los troyanos
huyen ante Patroclo, presas de terror, perseguidos por éste, hasta los muros de
la, ciudad, y sufriendo muchas bajas, incluso la del valiente Sarpedón, cuyo
cuerpo es rescatado de los griegos, sólo después de una encarnizada lucha.
Finalmente, Héctor, con la ayuda de Apolo, da muerte a
Patroclo; la armadura de Aquiles está perdida y aun el cuerpo del héroe griego
es rescatado a duras penas. Aquiles se arrepiente entonces de su enojo, se
reconcilia con Agamenón y al día siguiente, provisto de una nueva y espléndida
armadura, forjada por Vulcano, a pedido de Tetis, venga la muerte de su amigo,
dando muerte a infinidad de troyanos y, por último, al propio Héctor.
Con el entierro de Patroclo y con los juegos funerales
establecidos en su honor, con la entrega del cuerpo de Héctor a Príamo y con
entierro del héroe troyano, para lo cual quermite Aquiles un armisticio de once
días, termina la Ilíada.
Poco después de la muerte de Héctor, las leyendas posteriores
hacen llegar a las Amazonas en ayuda de los troyanos, siendo muerta la reina de
aquéllas, Pentesilea, a manos de Aquiles. Aparece luego Memmon, a la cabeza de
los etíopes y da muerte a Antíloco, hijo de Néstor, y es muerto, a su vez, por
Aquiles.
Se cumple en ese momento el oráculo recibido por Agamenón en
Delfos. Durante un banquete de sacrificio estalla una violenta disputa entre
Aquiles y Ulises, pues éste afirma que sólo con la astucia y no con la fuerza,
podrá; Troya ser capturada.
Inmediatamente y, mientras se forzaba la entrada de Troya por
la puerta Scean, o según otra leyenda, durante la boda de la hija de Príamo,
Polixena, en el templo de Apolo timbreano, Aquiles cae muerto por una flecha de
París, dirigida por, aquel dios.
Una vez realizado el entierro del héroe, Tetis ofrece las armas
de su hijo, como un premio al más bravo de los griegos, correspondiendo dicha
recompensa a Ulises.
En ese momento, el rival de Ulises, Ajax, se suicida. Los
griegos hallan, sin embargo, cierta compensación por tales pérdidas. Procediendo
de acuerdo con la admonición de Heleno, hijo, de Príamos, que había sido
capturado por Ulises, según la cual Troya no podría ser conquistada sin las
flechas de Hércules y la presencia de un descendiente de Eaco, fueron a buscar a
Filoctetes, el heredero de Hércules, que había sido abandonado en Lemmos, y a
Neoptolemo, el joven hijo de Aquiles, quien fue traído de Esciros.
Este último, digno hijo de su padre, mata al último aliado de
los troyanos. Eurífilo, el bravo hijo de Telefos; Filoctetes mata a París, con
una de las flechas de Hércules. Aun cuando hubiera sido cumplida la última
condición para la captura de Troya, es decir, el retiro del Palladium, del
templo de Minerva, en la ciudadela, empresa que realizaron Diomedes y Ulises, se
advierte que la ciudad sólo puede caer mediante alguna estratagema.
El caballo de madera
Por consejo de Minerva, Epeio, hijo de Panopeo, construye un
gigantesco caballo de madera, en cuyo vientre se ocultan los más bravos de los
griegos, bajo la dirección de Ulises, mientras que el resto, después de quemar
su campamento, se embarcan y parten en sus barcos, sólo para anclar detrás de
Tenedos.
Creen los troyanos que los griegos se han retirado, salen de la
ciudad y encuentran el caballo de madera, dudando qué hacer con él. Según
algunas leyendas, fueron engañados por el traicionero Sinón, un pariente de
Ulises, quien se habría quedado en el lugar, por propia voluntad.
Explicó a los troyanos que había escapado a la muerte a la que
había sido condenado por la maldad de Ulises y que el caballo había sido erigido
como expiación por el robo del Palladium; destruirlo, sería fatal para Troya. En
cambio, si se lo introducía en la ciudadela, Asia llegarla a conquistar a
Europa.
La suerte de Laocoonte elimina toda duda del espíritu de los
troyanos. Como la puerta de la ciudad resulta demasiado estrecha, rompen una
parte del muro, para que pueda pasar el caballo, que es arrastrado hasta las
ciudadelas, como ofrenda dedicada a Minerva.
Mientras los troyanos festejan lo que estiman un triunfo, Sinón
abre durante la noche el vientre del caballo. Los héroes salen de su interior y
prenden las hogueras que dan a la flota griega la señal, previamente convenida,
para el retorno.
Así fue capturada Troya; todos sus habitantes fueron muertos, o
bien arrastrados a la esclavitud, y la ciudad quedó arrasada por la rapiña y las
llamas. Los únicos sobrevivientes de la casa real fueron Helena, Casandra y
Andrómaca, viuda ésta de Héctor, además de Eneas.
Una vez que Troya hubo sido destruida y saqueada, Agemenón y
Menelao, contrariamente a la costumbre, convocaron a los embriagados griegos a
una asamblea, celebrada por la noche. Se produjo una división entre ellos, pues
mientras la mitad de los reunidos estaba de parte de Menelao, deseosos de
retornar en seguida a sus hogares, la otra mitad, de acuerdo con Agamenón,
quería apaciguar a la diosa Minerva, la cual había sido ofendida por el ultraje
del Ayax locrio.
El ejército griego quedó, pues, dividido en dos partes. Sólo
Néstor, Diomedes, Neoptolemo, Filoctetes e Idomeneo, alcanzaron sus hogares
sanos y salvos; mientras que Menelao y Ulises tuvieron que pasar antes largas
vicisitudes.
La muerte sorprendió a Ajax y a Agamenón, inmediatamente
después de su vuelta al hogar.
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