Resumen La Ilíada
El poema está integrado por treinta y cuatro subdivisiones o
libros. Para una mejor comprensión de su argumento conviene conocer algunos
antecedentes:
Un día, según cuenta la leyenda, los dioses y las diosas de la
antigua Grecia celebraban con regocijo el casamiento de la diosa marina Tetis.
De pronto, se vio aparecer a alguien a quien no se había invitado: era Eris, la
diosa de la Discordia. Con ademán de cólera, arrojó en la reunión una manzana de
oro en la que había escritas estas palabras: "A la más hermosa". Durante unos
instantes se hizo el silencio; luego, tres hermosas se adelantaron a recibir el
premio: Hera, reina del Olimpo, esposa de Zeus, rey de los dioses y de los
hombres; Afrodita, diosa del amor y de la belleza, que había nacido de la espuma
del mar; y Atenea, diosa de la sabiduría, surgida de la frente de Zeus, ya
adulta y vestida con brillante armadura. Cada una de ellas se creía la más
hermosa y reclamaba la manzana de oro. Los dioses quedaron sumidos en la mayor
perplejidad, puesto que ninguno, ni siquiera el mismo Zeus, se atrevía a
conceder el premio, convencidos de incurrir con ello en la cólera de las dos que
no lo hubieran recibido. Puesto que los inmortales habían rehusado resolver la
cuestión, las diosas decidieron apelar al juicio de los hombres. Existía en
aquel tiempo, en Asia Menor, cerca de Dardanelos, un pequeño reino feliz y
próspero en el cual gobernaba Príamo. Ese reino era Ilion, o Troya. Príamo tenía
hijos e hijas que amaba tiernamente, pero también amaba a sus subditos, como si
fueran sus propios hijos. Su capital, Ilion, era hermosa y vivía en paz. Estaba,
por lo demás, rodeada de sólidas murallas de un metro y ochenta de espesor. A
Troya, pues, se encaminaron las tres diosas, y se dirigieron a un joven pastor.
Su nombre era Paris, hijo del rey Príamo, y cuidaba en un prado los carneros de
su padre. Paris no podía decidir cuál de las diosas era la más hermosa, pero
ellas estaban tan ávidas por ganar la manzana y el título, que le hicieron
promesas tentadoras. Hera, la reina, promete al joven el poder; Atenea le
asegura gloria en las armas; y Afrodita, una mujer incomparablemente hermosa.
Paris ofrece la manzana de oro a Afrodita, atrayéndose así la ira de Atenea y de
Hera. Esto fue el fin de la paz de Troya, como no se tardará en ver. Poco tiempo
después, Paris fue enviado a visitar la corte de Menelao, rey de Esparta. Allí
se enamora de Helena, esposa de Menelao, y por poder de Afrodita, la mujer
abandona su casa y huye a Troya con Paris. Menelao, furioso y desesperado,
convoca a los demás reyes griegos para emprender la guerra contra los troyanos y
forzar a Helena a regresar. Numerosos reyes respondieron favorablemente a estos
propósitos, unos impulsados por ansias de gloria o con la esperanza de ganar
botín; otros porque Menelao es un aliado o un pariente, o bien porque los dioses
así lo dispusieron. Porque debe saberse que a los dioses les encantaba asistir a
una buena batalla entre los mortales, y frecuentemente descendían del Olimpo
para intervenir en ellas, si las cosas no se resolvían de acuerdo con sus
deseos. Sólo después de dos años pudieron los griegos hacerse a la mar, pues
necesitaron construir navios, movilizar guerreros, consultar a los dioses por
intermedio de los oráculos, y, finalmente, reunir los diversos ejércitos bajo un
jefe supremo. El mando se confió a Agamenón, rey de Micenas, hermano de Menelao
y gran guerrero. Además, tenía el mérito de haber reclutado la mayor parte de
los navios y de los soldados de la expedición. Los griegos contaban también con
otros jefes de renombre: el bravo Aquiíeo, el de los pies ligeros; Ulises, sabio
y sagaz, por lo que se le apodaba "el astuto"; Ajax, de fuerza de gigante;
Diomedes, rey de Etolia; Néstor de Pylos, viejo, pero sabio y experimentado. Se
estima que el ejército griego logró reunir cien mil hombres. Por su parte, los
troyanos no habían tardado en organizar su ejército, de modo que dos poderosas
falanges se enfrentaron cuando, después de haber atravesado el mar Egeo, los
griegos echaron anclas en la playa que bordea los muros de Troya. La lucha
continuó durante nueve años, y los griegos no consiguieron derribar las
murallas. Los troyanos hacían salidas de vez en cuando, pero ninguno de los
adversarios podía jactarse de la victoria, y parecía que la guerra no habría de
terminar jamás. No obstante, en el décimo año la guerra concluyó..., pero
conviene, a partir de aquí, comenzar con el
ARGUMENTO: Los troyanos se encuentran detrás de las
murallas de su ciudad; los griegos han construido un campo fortificado en
derredor, delante de los muros de Troya; han varado sus barcos en la playa o
bien los han anclado cerca de ella. Entre la ciudad y el campo de los griegos se
encuentra una especie de tierra de nadie donde se desarrolla casi todo el
combate. Cerca de diez años han transcurrido desde el comienzo de la guerra.
Ahora, el campo griego está animado por viva agitación, porque Aquiles y
Agamenón discutieron, y Aquileo retiró sus tropas; él mismo permanece enfadado
en su tienda. La fhadre de Aquileo es justamente aquella Tetis a quien se le
hizo el banquete de bodas, hace ya muchos años, y que fue el origen del
conflicto. Tetis no podía soportar ver a sus hijos desgraciados, por lo que
ruega a Zeus que castigue a Agamenón, y el dios envía un mensajero a Héctor, el
más valiente de los troyanos, y le promete grandes victorias sobre los griegos.
Enardecidos por este aliento, los troya-nos avanzan fuera de los muros de su
ciudad; mientras Héctor y Paris se acercan a los guerreros griegos, advierten a
Menelao, el de los cabellos rubios, que conduce su ejército a través de la
llanura. Héctor reprocha a Paris haber provocado esta gran guerra, consecuencia
del rapto de Helena. Paris propone decidir la cuestión con un combate cuerpo a
cuerpo con Menelao. Héctor ordena a su ejército hacer alto, y los heraldos
proclaman el desafío. Todos se ponen de acuerdo para declarar victorioso al
bando de aquel que venza en el duelo. Ambos ejércitos se han dispuesto para
contemplar el espectáculo de la lucha a muerte entre Paris y Menelao. Paris se
arroja contra Menelao con su larga lanza de punta aguda, pero ésta resbala en el
escudo con que se protege Menelao. El Espartano arroja su lanza con fuerza,
perfora el escudo de Paris, y a través del escudo, la coraza; pero Paris salta y
no sufre mal alguno. Entonces Menelao, el de los cabellos rubios, se lanza sobre
Paris y le rompe en el casco su hermosa espada. Exasperado, atrapa con las manos
el casco del príncipe troyano, que arroja a tierra. Pero Afrodita protege a su
favorito: lo rodea de una nube negra y lo transporta detrás de los muros de la
ciudad. De esta manera, la guerra habría terminado, si los dioses no hubieran
decidido otra cosa. Hera, furiosa con Zeus por haber salvado a Troya de la
destrucción, lo hostiga, hasta que el dios consiente en dejar que la guerra
continúe. Los troyanos tienen de su parte a Apolo, el arquero, y a Ares, el dios
de la guerra. No obstante su valor, los griegos se ven rechazados por los
troyanos hasta sus navios. Sintiendo la ausencia del poder de Aquileo y de sus
hombre, el rey Agamenón le hace ofrecimiento de paz y le promete numerosos
presentes. Aquiles rehusa a todo y permanece en su tienda. Los troyanos, con el
apoyo de Zeus, logran nuevas victorias. Agamenón, Ulises y Diomedes resultan
heridos. Los griegos, perseguidos por los troyanos, se ven obligados a abandonar
sus posiciones, y se llega a combatir en torno de los mismos navios. En ese
momento, Patroclo, el amigo más querido de Aquiles, le suplica que conduzca sus
hombres contra el enemigo. Aquiles se niega, pero permite a Patroclo que vista
su armadura. Patroclo, a la cabeza de las tropas de Aquiles y llevando su
armadura, alcanza a las tropas griegas y hace retroceder a los troyanos hasta
las defensas de su ciudad. Delante de los muros de Troya, Héctor se bate con
Patroclo, lo mata, le quita la gloriosa armadura de Aquiles y lo abandona. Los
guerreros acuden a recoger el cuerpo de su camarada, y la lucha recomienza con
violencia. Cuando Aquiles se entera de la muerte de su amigo, grande es su
desesperación y terrible su cólera; sin armadura, se precipita a ayudar a los
hombres a conducir al campo el cuerpo de Patroclo. Tetis, la madre de Aquiles,
pide al herrero de los dioses, Hefesto, que haga una nueva armadura para
Aquiles. El dios trabaja con ardor y forja un gran escudo hecho de cinco capas
de metal y ricamente adornado de oro y plata; hace una coraza más reluciente que
el resplandor del fuego, un casco con cimera de oro y dos grebas de dúctil
estaño; Aquiles viste la armadura que le da Tetis, se reconcilia con Agamenón y
se apresta a conducir a los guerreros griegos al campo. Puesto que Agamenón ha
rendido homenaje a Aquiles, Zeus retira la protección que había acordado a
Troya; así, en esta guerra, los dioses lucharon tanto como los hombres. Ares, el
dios de la guerra; Apolo, el arquero; Afrodita, la alegre; y Artemisa, la diosa
de los arqueros, estaban de parte de los troyanos. Poseidón, el dios del mar;
Hermes, el mensajero; y Hefesto, el herrero, asistían a los griegos. Los
troyanos, aterrados por la llegada de Aquiles, suplican a Héctor que se retire
detrás de los muros de la ciudad, pero Héctor no quiere dejarse intimidar.
Nuevamente la batalla estalla con violencia. Alentados por Aquiles, los griegos
rechazan a los troyanos hasta las puertas mismas de la ciudad, que se abren para
dejarlos entrar; los griegos también estuvieron a punto de lograrlo, pero
entonces Apolo infunde gran valor a Agenor, un valiente guerrero troyano, que se
adelanta para medirse con Aquiles. La lanza de Agenor rebota en la armadura de
Aquiles, pero cuando éste, a su vez, emprende el ataque, Apolo hace desaparecer
al bravo Agenor para ponerlo a salvo, y el dios mismo toma su lugar.
Retrocediendo, hace adelantar a Aquiles dentro de la ciudad, mientras que el
grupo de los soldados troyanos se introduce para huir del ejército enemigo.
Cuando Aquiles comprende que el guerrero que persigue es un dios, se irrita
contra él, pero ya no lo sigue. Se vuelve y corre hasta las puertas y a través
de la llanura. Allí se encuentra con Héctor, que está entusiasmado ante la idea
de combatir contra el famoso Aquiles. Es en vano que el rey, su padre, y la
reina, su madre, le rueguen que se refugie del otro lado de la puerta. Pero en
el momento que Aquiles se aproxima con su gran lanza levantada, Héctor es presa
de gran temblor, vuelve las espaldas y huye. Aquiles, el de los pies ligeros, se
lanza en su persecución; por tres veces corren alrededor de la ciudad,
manteniéndose siempre Aquiles entre Héctor y las puertas; en la cuarta vuelta,
Atenea se le aparece a Aquiles y le pide que descanse un momento; luego, tomando
la forma de Deífobos, el amigo de Héctor, Atenea se aproxima a éste y le ofrece
ayudarlo en la lucha. Así animado, Héctor se vuelve para enfrentarse con
Aquiles. Aquiles hace volar su larga lanza, pero Héctor, que se halla en
guardia, para el golpe, y la lanza pasa por encima de él, sin herirlo. Pero
Atenea, sin que Héctor lo sepa, recoge la lanza y se la devuelve a Aquiles. En
tanto, es Héctor quien arroja la suya; golpea el escudo de Aquiles en su parte
media y rebota. Héctor se vuelve rápidamente para pedir otra a Deífobos, pero
viendo que su amigo ya no está a su lado, comprende que los dioses lo han
abandonado y que está perdido. Héctor toma su espada, Aquiles levanta su lanza
para golpear de nuevo; la vieja armadura de Aquiles, tomada del cadáver de
Patroclo, cubre el cuerpo de Héctor; pero la armadura está perforada a la altura
del cuello. Aquiles apunta justo a esta entrada. Héctor cae. Aquiles ha vengado
a su amigo. En su agonía, Héctor pide: "Permitid que mi cuerpo sea devuelto a
los troyanos para que se le rindan los honores fúnebres." Aquiles responde
severamente: "No me pidáis tal cosa; el matador de Patroclo no recibirá jamás
honores fúnebres; descansará en la tumba del deshonor." Después Aquiles arranca
la armadura del cuerpo de Héctor, amarra el cadáver a su carro y lo arrastra
hasta el campo donde el cuerpo de Patroclo espera ser enterrado. En los muros de
la ciudad, el rey Príamo y la reina lloran a su hijo caído. Al oir los gemidos
de la reina, la mujer de Héctor, Andrómaca, la de los brazos blancos, se
adelanta y ve que el cuerpo de su amado esposo es arrastrado hasta las tiendas
griegas. Tiembla por la muerte de su marido, tiembla por sus hijos huérfanos y
por la noble ciudad de Troya. Tras las defensas de los griegos, Aquiles hace
apresurar los funerales de Patroclo. El señor Agamenón envía hombres con mulos a
buscar gran cantidad de leña para la pira funeraria. Los héroes cortan algunos
bucles de sus largos cabellos y los colocan sobre el cuerpo de su camarada. Se
sacrifican animales, que se colocan sobre la pira, y el enorme fuego arde toda
la noche. En la mañana se apagan las llamas y se colocan las cenizas de Patroclo
en una urna de koro. Toda la ciudad de Troya llora la muerte de Héctor y se
lamenta porque Aquileo no quiere devolver su cuerpo para que reciba las honras
fúnebres. Príamo hace preparar por su gente un carro lleno de tesoros, que el
viejo rey conduce por sí mismo, por las puertas de la ciudad y por la llanura
hasta el campo de los griegos. Va hacia Aquiles y le suplica le devuelva el
cuerpo de su hijo a cambio del real rescate. Aquiles, apiadado, acepta la
ofrenda y autoriza al rey a llevarse el cuerpo. Con los funerales de Héctor
concluye la Ilíada de Homero.
Por otras historias se sabe que los griegos terminaron por
vencer a los troyanos. Luego de diez años de guerra, lejos de sus hogares, gran
número de griegos estaba dispuesto a terminar la lucha y retornar a su amada
patria. En ese momento, Ulises sugiere un plan ingenioso. Siguiendo sus
instrucciones, los guerreros construyen un enorme caballo de madera en cuyo
interior se ocultan numerosos guerreros, entre ellos Ulises y Menelao. Con la
excepción de un hombre valiente, todos los demás griegos abordaron sus navios y
se alejaron como si por fin hubieran renunciado al sitio. El caballo de madera
quedó en la playa. Cuando vieron a los griegos abandonar el campo y hacerse a la
mar, los troyanos manifestaron gran alegría. El extraño caballo de madera
excitaba su curiosidad, y bajaron a la playa para examinarlo. Allí encontraron
al único griego que había quedado, y él les explicó que el caballo era una
ofrenda a los dioses y que, si los troyanos quisieran llevarlo a la ciudad, se
salvarían. Entonces, los troyanos, muy alegres, arrastraron el caballo de madera
hasta la ciudad. Como era muy grande para pasar por las puertas, fue necesario
hacer una brecha en las murallas. Durante la noche oscura y silenciosa, los
griegos hicieron virar sus navios y regresaron a la costa troyana. Los
guerreros, con pasos furtivos y sin ruido, atravesaron la llanura y alcanzaron
la ciudad. Ulises y sus compañeros salieron de los flancos del caballo y
abrieron las puertas a los sitiadores; entonces los griegos pudieron por fin
cumplir su venganza. La ciudad de Troya fue saqueada y tomada, y la hermosa
Helena por fin devuelta a Menelao.
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